La UNAM, su hogar y punto de referencia

Tres títulos de la escritora que se encuentran en Descarga UNAM. Fotos: Descarga UNAM.

Agradezco mucho a Gaceta UNAM la invitación para escribir un breve texto que acompañe la edición en la que se recuerda a mi madre, Rosario Castellanos Figueroa, con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento.

No acostumbro ni busco ser protagonista cuando de mis antepasados se trata. A lo largo de mi vida he procurado rendir mis propios homenajes desde la discreción, consciente como soy de mis propias limitaciones y del hecho incontrovertible de que los méritos y las medallas no se heredan.

Estoy enormemente orgulloso de todo lo que fue y sigue siendo Rosario Castellanos, tanto en su faceta social como en la literaria, la diplomática, o en la siempre difícil –por no decir imposible– tarea de ser mujer en México.

Desde que tengo memoria, la UNAM fue todo el tiempo un punto de referencia en la mesa familiar. Recuerdo muy bien a mis 5-6 años que nos fuimos a Estados Unidos para que mi madre pudiera tomar distancia –merced a esa sabia invención de la academia que es el año sabático– del innoble golpe en contra de la rectoría del doctor Ignacio Chávez. Ella fue directora de Prensa y Difusión de la Universidad durante su gestión, y le guardó siempre en la más alta de las estimas, esa que se profesa pasados los años.

Ya fuera en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras, en sus aulas, en las conversaciones en casa, en los recuerdos y memorias, en las lecturas que nos dejó, siempre la Universidad Nacional fue la casa de Rosario Castellanos”

Cuando regresamos de Estados Unidos, el CELE (Centro de Estudios de Lenguas Extranjeras), que recuerdo bajando las escaleras de la Facultad de Filosofía y Letras, fue uno de esos puntos que le daban reposo y quehacer a mi madre antes de su… de nuestra partida a Israel. Estando allá, la Universidad fue siempre –siempre– no sólo recuerdo, sino meta y objetivo que no se pudo cristalizar.

No puedo más que agradecer nuevamente a la UNAM, por medio de esta su Gaceta, por el recuerdo y homenaje que le brindan a mi madre, y por permitirme a mí –inmerecidamente– ocupar un pequeño espacio en sus páginas.

Ya fuera en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras, en sus aulas, en las conversaciones en casa, en los recuerdos y memorias, en las lecturas que nos dejó, siempre la Universidad Nacional fue la casa de Rosario Castellanos, y por lo tanto, también la mía.

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