Conferencia magistral de Eduardo Matos Moctezuma

La valoración y el destino desigual de la Piedra del Sol y la Coatlicue…

El doctor honoris causa de la UNAM participó en un coloquio sobre neoclasicismo en Iberoamérica organizado por Investigaciones Estéticas

Foto: Instituto de Investigaciones Estéticas.

La Piedra del Sol y la Coatlicue –encontradas en 1790 durante obras de remodelación de la Plaza Mayor de la Nueva España– fueron valoradas de manera distinta; la primera incluso fue utilizada políticamente para enfrentar a quienes atacaban a España por su conquista de pueblos en América y demeritaban al hombre de este continente, afirmó Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo y Premio Príncipe de Asturias.

Durante la conferencia magistral Hallazgos en la Plaza Mayor de México a finales del siglo XVIII: consecuencias sociales, políticas, religiosas y artísticas, en el Coloquio Internacional “Tras la estela de Winckelmann. El neoclasicismo en Iberoamérica, entre la arqueología y el arte”, el también doctor honoris causa por la UNAM explicó que en la época hubo diversos escritos y pensadores que señalaban a España por haber conquistado “poblaciones decadentes”, remarcaban la sed de oro de los conquistadores, así como la brutalidad con la que trataron a los conquistados y la imposición del catolicismo.

“Los hallazgos en la Plaza Mayor, y en especial de la Piedra del Sol, venían a cuento para desmentirlos”, dijo en el coloquio organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE).

Matos Moctezuma detalló que escritos como los del arqueólogo Antonio León y Gama resaltaron que sin conocer el hierro y el acero los pueblos nativos grabaron con perfección en las duras piedras; la manera en que se trazaron los círculos y líneas rectas de la pieza reflejaban su conocimiento de las matemáticas y la geometría. Además, revelaba su entendimiento de la astronomía y la familiaridad con la que realizaban la observación del Sol y las estrellas, el reparto del tiempo y su uso calendárico.

“La Piedra del Sol es entonces un monumento producto de un pueblo avanzado que logra producir y hacer perdurar sus conocimientos astronómicos calendáricos”, expuso el fundador y director del proyecto Templo Mayor.

A León y Gama, prosiguió, se sumaron Francisco Javier Clavijero con su libro Historia antigua de México, escrito en 1780 en Italia; y el padre jesuita Pedro José Márquez, autor de una obra similar escrita en Roma en 1804.

Matos Moctezuma describió que, en contraste, a la Coatlicue no se le entendió e incluso se le calificó como ídolo monstruoso. “La mente occidental que prevalecía en aquel momento no comprendió la cosmovisión simbólica indígena presente en la obra”.

La pieza fue trasladada y exhibida en la Real y Pontifica Universidad de México, pero pronto fue necesario enterrarla, ya que los indígenas acudían a contemplarla. Luego se les prohibió la entrada al observar que tenía un carácter religioso y acudían a adorarla. “Se pensó que con esta acción se acabaría con el pensamiento ancestral de un sector del pueblo”, acotó.

“El destino de ambos monumentos también fue desigual. El primero fue colocado en la torre poniente de la Catedral, donde permaneció por muchos años, en curioso concubinato con los ángeles cristianos, cosa imposible de pensarse en el siglo XVI, en el que seguramente hubiese sido destruido como obra del demonio”.

Respecto al aspecto artístico, el investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia señaló que las piezas no fueron aceptadas por considerarlas como “poseedoras de formas incorrectas y aun repugnantes, producto de un pueblo bárbaro”.

Entonces, “¿cuál habría sido la posición de un estudioso del arte clásico grecorromano como Winckelmann si hubiese podido observar los monumentos mexicas?”, se preguntó Matos. “Sin lugar a dudas, las habría considerado como expresiones carentes de los valores griegos y romanos, y les hubiera negado el carácter de obras de arte. El pensamiento occidental basado en los principios de la filosofía y del arte del mundo clásico eran los elementos rectores del pensamiento y acción que darían paso al neoclasicismo”.

Previamente, la directora del IIE Angélica Velázquez Guadarrama, acompañada de Max Kunze, presidente de la Winckelmann Gesellschaft y de Oscar H. Flores Flores, coordinador académico del evento, inauguró el coloquio y dio la bienvenida a participantes y ponentes de instituciones como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Universidad de Murcia, de España; de las universidades de Costa Rica, de La Habana, Cuba; la Federal de São Carlos, Brasil; así como de la Facultad de Artes y Diseño, la Academia de San Carlos y el IIE de la UNAM; y de la Fundación Winckelmann, en Alemania, entre otras.

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