Los primeros meses del 2024 han estado marcados por un alza en la temperatura en diversas zonas del país. De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua, estados como Campeche, Chiapas, Colima, Hidalgo, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Querétaro, San Luis Potosí, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán experimentarán en los próximos días temperaturas máximas de 40 a 45 grados Celsius. En otros, como Coahuila, el suroeste del Estado de México, Guanajuato, el suroeste de Puebla y Quintana Roo, el termómetro oscilará entre los 35 y 40 grados.
La situación no es muy diferente en el mundo. Copernicus, el servicio de vigilancia climática de la Unión Europea, reveló que “marzo de 2024 fue el más cálido en el ámbito mundial que cualquier marzo anterior que se tenga registrado, con una temperatura promedio del aire en la superficie ERA5 de 14.14 °C, 0.73 °C por encima del promedio de ese mes de 1991-2020 y 0.10 °C arriba del máximo anterior establecido en marzo de 2016”.
Y subrayó que “éste es el décimo mes consecutivo más cálido registrado para el respectivo mes del año”.
A lo anterior hay que sumarle, por ejemplo, que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, apuntó en un comunicado que “en el año 2023 la temperatura promedio de la superficie de la Tierra fue la más cálida que se haya registrado… Las temperaturas globales del año pasado estuvieron alrededor de 1.2 grados Celsius por encima del promedio para el periodo de referencia (de 1951 a 1980)”.
Ante dicho escenario, resulta pertinente preguntarse cómo afectan las altas temperaturas al ser humano, sus dinámicas sociales.
¿Qué pasa con la salud mental?
Mario Alberto Arias García, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, comenta que a pesar de que inicialmente la temperatura y el cambio conductual parecen no tener relación entre sí, “estudios basados en evidencia demuestran que sí: las altas temperaturas pueden modular regiones cerebrales encargadas de regular el estado de ánimo, incluyendo las conductas agresivas y depresivas”.
Un ejemplo reciente de estas investigaciones fue difundido en 2023 por el Yale Journal of Biology and Medicine, mediante el Centro Nacional para la Información Biotecnológica de Estados Unidos (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC10303254/#). El estudio titulado ‘Asociación positiva de la agresión con la temperatura ambiente’ revela que “el riesgo general de muerte por agresión aumenta un 1.4 % por cada ° C de aumento en la temperatura ambiente, especialmente en hombres, adolescentes y personas con menor nivel educativo… El estrés por calor puede incrementar la irritabilidad y el comportamiento agresivo al afectar los procesos cognitivos y la actividad de neurotransmisores en el cerebro”.
También añade: “En climas más cálidos, puede haber un aumento de delincuentes motivados y objetivos adecuados, como personas que pasan tiempo al aire libre, lo que puede llevar a un incremento de los conflictos interpersonales y la agresión. Además, una alza en la interacción social durante los meses más cálidos puede disminuir la presencia de tutores capaces –como agentes del orden u otras figuras de autoridad– lo que lleva a un aumento del comportamiento agresivo”.
Arias García explica que cuando la temperatura se incrementa, se modula la funcionalidad del hipotálamo, el cual se divide en dos partes: “la dorsal, encargada de la sensación de temperatura, y la ventral, que regula las emociones, especialmente de la conducta agresiva”.
“Para algunas personas que ya tienen un perfil depresivo o problemas de agresión, la temperatura puede desencadenar este tipo de comportamientos. De hecho, hay estudios estadísticos y epidemiológicos que muestran un incremento tanto en eventos depresivos, suicidas e intentos de suicidio, así como en agresiones, cuando la temperatura aumenta en distintas regiones del mundo. Investigaciones más detalladas han encontrado que incluso una alza de un grado puede generar un aumento de hasta el 2 % en los suicidios y hasta el 5 % en la tasa de violencia”, argumenta el universitario.
Por eso, debemos estar más atentos a nuestro estado de ánimo durante las estaciones que tengan altas o bajas temperaturas y actuar en consecuencia, para prevenir conflictos sociales y afectaciones del estado de ánimo, comenta el doctor en Neurociencias.
Algunas señales que pueden indicar una afectación del estado de ánimo y riesgo de presentar alteraciones en la conducta son el estrés y la ansiedad: “Empezamos a sentir malestar e incomodidad”, señala Arias García. Una de las más comunes es la alteración del sueño, que puede afectar la atención y la memoria.
El especialista aconseja: “En la medida de lo posible, permanecer bajo la sombra, utilizar ropa ligera que permita regular la temperatura, preferiblemente de colores claros, mantenerse bien hidratado, consumir frutas y verduras y evitar estar expuestos al calor en las horas pico, así como el consumo de alcohol, ya que incrementa el riesgo de la manifestación de conductas violentas”.
Lo agudiza el cambio climático
En el caso de nuestras dinámicas sociales, debemos estar alertas, ya que aunque la temperatura y sus temporadas pico son cíclicas, el fenómeno del calentamiento global se agudizará en los próximos años.
Es un escenario al que debemos poner atención, apunta Fausto Quintana Solórzano, coordinador del Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM: “No podemos negar la incidencia que tiene el incremento de la temperatura, particularmente en los centros urbanos, donde la escasa naturaleza no permite la mitigación del calor. Sin duda, la respuesta del organismo frente a las olas de calor, genera cierta irritación, desesperación y estrés en los individuos, que genera, a su vez, este incremento de la violencia”.
Sobre el tema, dos investigadores de la Universidad de Múnich publicaron en 2019 el estudio “Temperaturas extremas, calentamiento global y conflictos armados: nuevos conocimientos a partir de datos de alta resolución” (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0305750X19302700), en el que analizaron los datos mensuales de 4,826 celdas (en un mapa de cuadrícula de 0.75° de latitud × longitud) durante el periodo 1997-2015, consiguiendo documentar “un efecto positivo de la ocurrencia de temperaturas extremas en la incidencia de conflictos”.
La investigación determinó que los “efectos son mayores cuanto más severos son los extremos en términos de duración, y en regiones muy densamente pobladas, con menor productividad agrícola y en zonas con una degradación de la tierra más pronunciada”.
A lo que sumaron: “Los resultados también apuntan hacia la heterogeneidad del efecto con respecto al tipo de violencia y el papel crucial de la dinámica poblacional”.
Quintana Solórzano señala que en diversas partes del mundo este tipo de conflictos ya se están presentando, como los desplazados climáticos, que deben buscar un nuevo hogar ante las fuertes sequías de sus lugares de origen.
“Los desplazados climáticos son producto de las alteraciones climáticas; a su vez, el propio desplazamiento va a ubicar a estas personas en contextos de violencia. Pensemos en el caso de Centroamérica frente a la sequía, la reducción de la productividad de los suelos agrícolas asociada a los problemas de inestabilidad política y la crisis económica; la gente tiene que emigrar, debe buscar mejores condiciones de vida. Pero este proceso migratorio los ubica en territorios donde existen grupos del crimen organizado”, ejemplifica.
Finalmente, dice que “estamos a tiempo de reflexionar sobre el tema en comunidad para así encontrar mejores soluciones: Debemos de tomar en cuenta que el problema nos está convocando a un análisis comunitario. Pensemos que el cambio climático generará problemas del desarrollo como inseguridad alimentaria, desplazamientos de personas en situación de riesgo. El cambio climático va a generar crisis económica. Hay que empezar a abrir un debate a profundidad sobre las implicaciones en nuestra vida diaria. Este fenómeno llegó para quedarse y en los próximos años vamos a sufrir sus consecuencias”.
Los cambios bruscos del clima, incluyendo el incremento de la temperatura, históricamente han estado ligados a diversos conflictos armados, de acuerdo con un estudio realizado por investigadores de universidades en Estados Unidos y Europa.
Los resultados publicados por Nature bajo el título “El clima como factor de riesgo de conflicto armado” (https://www.nature.com/articles/s41586-019-1300-6#Sec3) apuntan que “se estima que la variabilidad y el cambio climático han aumentado sustancialmente el riesgo en 5 % de los conflictos hasta la fecha”.
El estudio se frasea así: “un aumento de aproximadamente 2 °C en la temperatura media global por encima de los niveles preindustriales incrementará sustancialmente el riesgo de conflicto en un 13 % de probabilidad, aumentando al 26 % de probabilidad en un escenario de calentamiento de aproximadamente 4 °C”.
De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, hasta el momento la temperatura media mundial ha ido a la alza en 1.1 ºC por encima de los niveles preindustriales.
Científicos de las universidades de Cambridge y California llegaron a una conclusión similar en el estudio “Cuantificar la influencia del clima en los conflictos humanos”, publicado por Science (https://www.science.org/doi/10.1126/science.1235367), en el que analizaron datos desde el año 10,000 a.C. hasta el presente:
“La magnitud de la influencia del clima es sustancial: por cada desviación estándar (1σ) de cambio en el clima hacia temperaturas más cálidas o precipitaciones más extremas, las estimaciones medianas indican que la frecuencia de la violencia interpersonal aumenta un 4 % y la de los conflictos intergrupales incrementa un 14 %.”