Carlos Monsiváis definió el periodo que transcurrió entre 1930 y 1960 como la “edad de oro” de la vida nocturna en Ciudad de México (CdMx), época en la que proliferaron los centros de entretenimiento para adultos, consideró Gabriela Pulido Llano, investigadora en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Al participar en el ciclo de conferencias Mujeres en los márgenes, organizado por el Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE), expuso que entre 1920 y hasta 1960, los llamados de forma despectiva antros proliferaron de tal manera que puede trazarse un mapa o plano de la vida nocturna, que iba de Nonoalco-Tlatelolco y la colonia Guerrero, llegando a La Merced, y desde el actual Centro Histórico hasta la colonia Roma.
En su charla Mujeres en el espectáculo nocturno de la CdMx, 1920-1960, la historiadora expuso que, a partir del surgimiento del Salón México, en 1925, en dicho territorio se ubicaron las actividades de salones de baile y cabarets como Salón Colonia, Los Ángeles, El Burro, La Rata Muerta, Mata Hari, Patria, Estambul, Babalú, El Tranvía, Las Islas Marías, Cuba Libre, Can Can, Tívoli, Brasil, etcétera.
Muchos de esos lugares se concibieron para recibir a todo tipo de público con ofertas de baile y música de gustos variados, además de precios diversos en el acceso y el consumo. “Fueron muy famosos aquellos que construyeron una oferta en torno a la música afroantillana y estadunidense, hubo de todo y para todos los sectores”, indicó.
En esos espacios urbanos se ubican muchas de las historias de mujeres del espectáculo en los márgenes. “En la década de 1950 hubo más de 300 centros nocturnos y en cada uno actuaba una exótica diferente”. Por sus prácticas asociadas con la inmoralidad y la indecencia, el espectáculo nocturno fue denominado como sicalíptico; es decir, erótico o picante. En los medios de comunicación predominó ese punto de vista.
Medidas de censura
Gabriela Pulido expuso que desde el gobierno local de Ciudad de México se buscó controlar su desbordamiento al aplicar medidas de censura en los espectáculos, a partir de normativas establecidas por las oficinas encargadas de la administración moral de la urbe. Las representaciones de estas mujeres fueron un “atentado contra la moral social” en la ciudad y el país.
A ellas se les atribuye aspectos de la decadencia moral y social, que constituyeron la base donde fincaron sus apuestas los grupos moralizantes, como las ligas de la decencia que surgieron en la década de 1940. Sin embargo, estas mujeres que fueron colocadas en los escenarios marginales, también generaron mucha riqueza para los dueños de esos espacios que eran visitados por gente de todo tipo.
Pulido Llano comentó que el grupo de las exóticas se empalma temporalmente con la presencia de las rumberas, que llevan a una propuesta escénica de mujeres de todo tipo que surgió con la proliferación de los salones de baile, sitios que ocuparon no sólo las marquesinas, sino también las planas de periódicos sensacionalistas de las décadas de 1940, 1950 y entrada la de 1960.
A diferencia de las rumberas, las exóticas –una variante dentro del mismo género de aquellas que conmocionaron al público de la época– trataron de construir un imaginario diverso. Por otro lado, recordó que “las primeras rumberas que se mantuvieron en los márgenes de las expresiones periodísticas tuvieron un trato de clase privilegiada en el establishment del mundo del espectáculo”. Las más importantes son cuatro cubanas que se insertan de maneras diferentes en este medio, usando como trampolín teatros y cabarets: Ninón Sevilla, Rosa Carmina, María Antonieta Pons y Amalia Aguilar, quienes compartieron escenarios con la mexicana Meche Barba”
“Encontramos alrededor de 300 películas de la época del cine de oro, donde se hace presente la temática del baile afroantillano, sus interpretaciones con distintas connotaciones argumentativas. Junto con Aventurera, hay otras cintas clásicas de rumberas, como Víctimas del pecado, donde Ninón Sevilla interpreta a una cabaretera”, explicó.
A la vez que se quiso denostar estos espectáculos, cada vez fueron más taquilleros. El ejemplo más conocido es la presencia de Yolanda Montes “Tongolele”, quien llegó a México en los años 40 y se presentó por primera vez en el Salón Brasil en 1946. Los medios de comunicación empezaron a promocionarla, a hacerla famosa; ella tenía 15 años cuando se introdujo en estos escenarios, finalizó.