Las sustancias de abuso y el cerebro: cambios que alteran nuestra mente

Hemisferios cerebrales con daño celular a causa del alcohol. Foto: Instituto de Neurobiología.

Imagina una gran ciudad. Con el tiempo, algunas calles se modifican, se construyen nuevos edificios y se abren caminos que mejoran la comunicación entre sus habitantes. Algo similar ocurre en el cerebro: cada experiencia, aprendizaje y emoción fortalecen o debilitan las conexiones entre las neuronas, las células encargadas de transmitir información.

Esta capacidad de transformación se conoce como neuroplasticidad y permite que el cerebro se reestructure, adapte y aprenda a lo largo de la vida.

La neuroplasticidad puede ser positiva como cuando se aprende a tocar un instrumento musical, o negativa al consumir ciertas drogas. El alcohol, el cigarro, la marihuana, la cocaína, los opioides y las metanfetaminas pueden alterar la estructura y función del cerebro. El abuso de estas sustancias afecta la capacidad de tomar decisiones, regular los impulsos y manejar las emociones.

Adicciones y trastornos

La adicción es un trastorno de larga duración caracterizado por la pérdida de control y la necesidad de consumir una o varias drogas, a pesar de posibles consecuencias negativas. Este fenómeno sucede en tres etapas: en la primera, el consumo de la sustancia genera una sensación de alivio y placer y esto cambia nuestros circuitos cerebrales.

Luego, en la segunda etapa, que es la de abstinencia (cuando no se está usando la sustancia), aparecen síntomas físicos y emocionales negativos como ansiedad, irritabilidad o cambios de humor ante la falta de la droga. Finalmente, en la etapa de preocupación y anticipación, surge la apetencia que es un fuerte deseo de volver a consumirla, y en cuanto esto sucede, vuelve a empezar este ciclo. Mientras más se consume, mayor es la transformación en los circuitos cerebrales.

Las sustancias de abuso cambian la actividad normal de los químicos cerebrales encargados de la comunicación entre neuronas: los neurotransmisores. Algunas drogas imitan la acción de los neurotransmisores, mientras que otras bloquean su eliminación o aumentan su liberación.

La nicotina, por ejemplo, imita a la acetilcolina, un neurotransmisor involucrado en el estado de alerta. La cocaína, en cambio, prolonga el efecto placentero de la dopamina que ya existe en nuestro cerebro. El alcohol potencia la acción del GABA, provocando relajación y sedación, mientras que bloquea los receptores de glutamato, un neurotransmisor involucrado en la memoria, la coordinación y la capacidad para tomar decisiones.

Los cambios cerebrales que conducen a la adicción ocurren principalmente en el sistema de recompensa, una red conformada por el núcleo accumbens, la amígdala y la corteza prefrontal. En este sistema, mediante la liberación del neurotransmisor dopamina, se refuerzan conductas esenciales para la supervivencia, como comer o socializar.

Sin embargo, las drogas “secuestran” este mecanismo, liberando un exceso de dopamina y creando una falsa “necesidad” física y mental de éstas. A medida que el sistema se adapta a este exceso, se reduce la sensación de placer con dichas sustancias. Esto genera que la persona quiera consumir cantidades mayores en busca del mismo efecto, sin embargo el cuerpo empieza a tener problemas médicos por los efectos tóxicos de la alta dosis.

La adicción también altera los circuitos cerebrales relacionados con la memoria y el control de impulsos. Por un lado, los recuerdos asociados al consumo de drogas, como lugares, personas o emociones, pueden activar el deseo de hacerlo, incluso después de mucho tiempo. Por otro lado, éstas afectan la corteza prefrontal, una región encargada del autocontrol y la toma de decisiones, dificultando la resistencia al impulso de consumir.

Así, la adicción no es sólo falta de voluntad, sino un cambio de la estructura y la química del cerebro; es una intrusión profunda en los mecanismos que regulan la toma de decisiones y el comportamiento.

Salud mental y el uso de drogas

Los problemas de salud mental pueden fomentar el uso de drogas para aliviar las sensaciones negativas. Por ejemplo, el estrés es un mecanismo natural del organismo para enfrentar amenazas y adaptarse al entorno. En el estrés, el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) es un sistema cerebral que libera cortisol, una hormona que nos ayuda a prepararnos para situaciones de tensión, pero puede generar malestar emocional.

Muchas personas con altos niveles de estrés recurren al consumo de sustancias en búsqueda de alivio. Con el tiempo, los efectos de las drogas sobre el cerebro van más allá del alivio temporal del malestar emocional.

La misma neuroplasticidad que permite al cerebro adaptarse y aprender cosas importantes puede ser modificada por el abuso de drogas, resultando en el reforzamiento de la adicción. Comprender estos mecanismos es importante para desarrollar estrategias que ayuden a tratar las adicciones y restaurar el equilibrio y la salud mental.

* Investigadores del Laboratorio de Neuropsiquiatría y Neurotoxicología Traslacional del Instituto de Neurobiología

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