Ciclo Perspectivas contemporáneas de la evolución
Los fósiles revelan formas de crecimiento y adaptaciones al ambiente
Mediante la paleoecología podemos aproximarnos a las especies para indagar cómo vivían, qué comían, cómo se reproducían y qué relaciones tenían con otras, destacó Pedro García Barrera, de la FC

Suman miles de años en lo que fuera la parte de un organismo o un hueso de algún esqueleto. Son los fósiles, evidencias de vida que permiten conocer el pasado de la Tierra y de especies que han evolucionado y hoy son distintas a sus ancestros.
“Los fósiles revelan modos de vida, formas de crecimiento y adaptaciones al ambiente”, afirmó Pedro García Barrera, doctor en Biología y profesor de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM.
Los organismos con partes duras, como huesos y conchas, tienen más posibilidad de convertirse en fósiles y ayudar así a realizar estudios evolutivos, de anatomía comparada, de datación y de condiciones ambientales, señaló.
García Barrera ofreció la conferencia “Registro fósil y evolución: establecimiento de relaciones ecológicas”, dentro del segundo ciclo Perspectivas contemporáneas de la evolución, organizado por el Seminario Universitario de Evolución (SUE) de la UNAM.
En el anfiteatro Alfredo Barrera de la FC, el académico destacó que, en el sentido tradicional, la paleoecología se define como la utilización de la información biológica, obtenida de los fósiles y capas sedimentarias, para poder determinar las características de los ambientes sedimentarios antiguos.
En un contexto moderno de investigación, dijo, la paleoecología es la forma en que la ecología ha resuelto las interacciones entre las especies a través del tiempo, considerando para ello la influencia de la evolución y de los cambios ambientales.
La ecología se divide en autoecología, cuando se refiere a la influencia de los factores del ambiente sobre los individuos de una especie; y sinecología, cuando aborda las poblaciones y comunidades que forman una unidad dinámica.
En el ecosistema participan factores bióticos, como bacterias, virus, hongos, peces, helmintos, anfibios, moluscos y reptiles, además de factores abióticos, entre ellos la luz, salinidad, PH, altura, presión, temperatura, radiación, agua y suelo, detalló.
“Los llamados controles ambientales interactúan entre sí para regular la distribución y abundancia de las especies en los diferentes ecosistemas”, mencionó.
Por ejemplo, la presión que se genera en las profundidades del océano no sólo afecta la forma y la fisiología de las distintas especies que las habitan, sino también la distribución y abundancia de los nutrientes, gases, iones, luz, etcétera, agregó.
El especialista reiteró que los fósiles permiten estudiar la morfología adaptativa, es decir, los modos de vida, formas de crecimiento y adaptaciones al ambiente.
“Mediante la paleoecología podemos aproximarnos a las especies para indagar cómo vivían, qué comían, cómo se reproducían y qué relaciones tenían con otras especies”, indicó.
Estos estudios permiten a los expertos realizar comparaciones con especies análogas modernas, elaborar modelos teóricos, computaciones o físicos, y tener evidencias circunstanciales.
El científico explicó los casos de los bivalvos (moluscos con caparazón, casi siempre marinos), en los que se identificó mediante los fósiles a aquellos que vivían fijos al sustrato en el fondo del mar, y a otros que eran nadadores.
También identificó diferencias en los ojos de una especie extinta de artrópodos que vivieron en el Cámbrico, llamados radiodontos, cuyas características visuales les ayudaban como depredadores y también como una forma de reconocimiento sexual entre individuos de la misma especie.
Los fósiles también han revelado que los Pterosaurios de gran tamaño tenían adaptaciones importantes para volar, a diferencia de las aves actuales que caminan y saltan utilizando únicamente sus patas traseras.