Según la Organización de las Naciones Unidas, a pesar de que los humedales sólo cubren aproximadamente seis por ciento de la superficie terrestre, son el hábitat de 40 por ciento de las especies de plantas y animales.
Su diversidad biológica, precisa, es crucial para la salud humana, suministro de alimentos, transporte y actividades económicas que generan empleo, como pesca y turismo; nos protegen de inundaciones, sequías y otros desastres; abastecen de alimentos y medios de vida a millones de personas, sostienen una rica biodiversidad y son sumideros de carbono.
Sin embargo, información de la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, conocida como la Convención de Ramsar, refiere que los humedales desaparecen tres veces más rápido que los bosques, afirmó Agustín de Jesús Quiroz Flores, académico del Instituto de Biología.
Depende, sobre todo, del cambio de uso de suelo o de la región que se trate. Por ejemplo, en lagos epicontinentales las actividades ganaderas y la deforestación –con base en su magnitud– podrían significar que en 20 años prácticamente los cuerpos de agua desaparezcan. Tal es el caso del lago de Tecocomulco, en el estado de Hidalgo, uno de los dos relictos hídricos que formaban parte de la Cuenca de México, agregó el universitario en ocasión del Día Mundial de los Humedales que se conmemora hoy 2 de febrero.
Destaca que similar situación ocurre en el lago Atlangatepec, Tlaxcala, “ahí observé que, en época de secas, cuando disminuye el agua debido al fenómeno de evapotranspiración junto con la extracción de líquido para consumo humano y para riego, la ribera del lago se retrae un promedio de hasta 50 metros, situación que aprovechan los agricultores para sembrar maíz y cebada”. Estas acciones, han provocado en el lago de Tecocomulco, la desaparición de una hidrófita endémica y que en Atlangatepec, las hidrófitas traten de sobrevivir entre las plántulas de esas siembras.
En este contexto, el universitario apuntó que los humedales tienen la capacidad de depurar de manera natural las aguas, ya que retienen temporalmente macronutrientes, los cuales si no se controlan, generan el fenómeno de eutrofización (exceso de nutrientes minerales) en los cuerpos de agua, sobre todo epicontinentales (lagos, presas, ríos y arroyos).
Si consideramos la microflora asociada a las hidrófitas o plantas acuáticas, ambas comunidades tienen la capacidad de inactivar bioquímicamente metales pesados y transformar compuestos orgánicos tóxicos, añadió el biólogo.
El académico resaltó que, en general, las autoridades gubernamentales han protegido extensas áreas de humedales mediante sistemas de parques y reservas; no obstante, algunas, sobre todo costeras, carecen de protección y son amenazadas, en particular, por desarrollos turísticos o por la extracción de energéticos fósiles.
Asimismo, aquellos que son epicontinentales (lagos y lagunas) son seriamente afectados por las actividades agropecuarias, la sobreexplotación del recurso hídrico, la modificación de los patrones hidrológicos o la contaminación de origen industrial o urbano, finalizó el universitario.