Ciclo de conferencias en el CEPE

Los Juegos Olímpicos, escenario de las artes

La celebración deportiva fue observada desde el diseño, la arquitectura y la música; presente el recuerdo de la Olimpiada Cultural del 68

Este año el Grand Palais de París ha sido foro de las pruebas de esgrima. Foto: Reuters.

Con la primera Olimpiada Cultural en México en 1968, así como la historia poco conocida de los Juegos de Barcelona que originalmente iban a celebrarse en 1936 pero al final se realizaron en 1992, además de la arquitectura de las instalaciones olímpicas de 1968 y la música a través de los Juegos, se llevó a cabo la mesa Los Juegos Olímpicos como escenario de las artes.

Fueron ponencias de primer nivel de Pilar García, Juan Ignacio del Cueto, Salvador Lizárraga y Juan Arturo Brennan, en el marco del ciclo de conferencias Olimpiadas desde la UNAM. Pensamiento olímpico y deporte: una mirada multidisciplinaria, llevado a cabo en el Auditorio José Vasconcelos del Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE).

En su ponencia México 68: Arte, Diseño y Programa Cultural, Pilar García, licenciada en Historia del Arte y maestra en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana, reconoció que en pleno desarrollo estabilizador de la década de los sesenta hay un antes y un después de las Olimpiadas donde México buscó mostrar al mundo que era un país moderno y abierto a las inversiones extranjeras.

Explicó que la Olimpiada Cultural de México 68 fue la primera en unos Juegos Olímpicos: “Desde 1968 empezaron a hacer un programa cultural a la par de un programa deportivo. La idea era tener ambas actividades y para eso se hizo un gran equipo liderado por Pedro Ramírez Vázquez, quien llamó a importantes diseñadores, destacándose Eduardo Terrazas y Lance Wyman, así como Mathias Goeritz; éste último creó la Ruta de la Amistad”.

Relató cómo se desarrollaron los logotipos de la Olimpiada de 1968, con la idea de poner los números alrededor de los aros olímpicos. Si bien fue un trabajo en equipo, existe un documento histórico, una carta olímpica, que atribuye los logotipos de México 68 a Lance Wyman.

Por su parte, Juan Ignacio del Cueto Ruiz, director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, con la ponencia Arquitectura olímpica y vaivenes políticos: de Barcelona 1929 a Barcelona 1992, comentó que este juego de fechas se refiere a que los Juegos de 1936 iban a ser en Barcelona, que solicitó la sede en 1929, y al final serían en Berlín.

Ante esto, España decidió no participar en los Juegos Olímpicos de Berlín y en su lugar organizó la “Olimpiada Popular” en el estadio de Montjuic, que se iba a celebrar del 22 al 26 de julio de 1936, pero el levantamiento de Francisco Franco el 18 de julio de ese año impidió su realización.

Destacó cómo en el exilio de españoles a México llegó un joven arquitecto, Félix Candela, quien se encargaría de una de las construcciones icónicas de los Juegos de México que es el Palacio de los Deportes.

En tanto, Salvador Lizárraga, académico de la Facultad de Arquitectura, quien tiene una línea de investigación de la arquitectura olímpica, presentó el tema Ciudad de México 1968: contradicciones entre el espacio habitado y el espacio mediático. Aclaró cómo la sede para la Olimpiada de México fue conseguida gracias al libro atribuido al arquitecto Lorenzo Carrasco, el cual se presentó al Comité Olímpico Internacional en 1963, en el que se muestra un Distrito Federal lleno de modernidad. “La arquitectura desempeñó un papel crucial al mostrar las partes más modernas de Ciudad de México, ocultando aquellas que no lo eran tanto”.

Afirmó que es impresionante lo que logró Pedro Ramírez Vázquez con su equipo; en los medios se presentó la arquitectura como si ya estuviera lista, aunque en realidad no lo estaba. “El Estadio Azteca, que ni remotamente estaba destinado a las Olimpiadas, se recicló para el evento. El Estadio de Ciudad Universitaria también apareció como si fuera hecho para las Olimpiadas, aunque no era el caso”.

En su charla, Juan Arturo Brennan, cineasta, guionista, productor y realizador de programas de radio y televisión, exploró la historia de la música en el contexto olímpico. Expuso que, para efectos prácticos, ésta comienza en 1896 en Atenas, con los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. En ese año se compuso el primer himno olímpico oficial.

Consideró que la mejor música deportiva jamás escrita se hizo para la Olimpiada de México: La fanfarria olímpica, escrita por Carlos Jiménez. Aseguró que existe un consenso generalizado en que ésta es una obra maestra.

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