Las instituciones de educación superior tienen la obligación de formar profesionalmente a sus alumnos para que puedan desarrollar de manera adecuada las diferentes carreras que han elegido, pero una universidad pública y autónoma como es la UNAM tiene además la obligación no sólo de instruir a sus alumnos, sino de formarlos, entendiendo esto como el ejercicio de ese compromiso social que los convertirá en ciudadanos responsables y que, al mismo tiempo, los dotará de una cultura amplia en artes, literatura y cultura en general. Esta cultura será el complemento de la capacidad técnica del ejercicio profesional.
La Ley Orgánica de la Universidad Nacional establece tres obligaciones; transmitir el conocimiento mediante la enseñanza, crear nuevo conocimiento por medio de la investigación y acercar los beneficios de la cultura a las más amplias capas de la población que sea posible; una cuarta misión que no está establecida en la ley pero que desde su creación y particularmente en los últimos tiempos es fundamental ser conciencia crítica de la nación y cumplir con ese único compromiso tiene que acercarse permanente y paulatinamente a esa verdad que es un ideal inalcanzable, pero que no por ello se puede dejar de buscar.
Desde la concepción misma de Ciudad Universitaria se asumió la decisión de continuar con la labor realizada en los recintos históricos del antiguo barrio universitario de plasmar la historia de México y de forma crítica los problemas sociales del país, misión hecha por los murales de Diego Rivera, José Clemente Orozco, Roberto Montenegro, David Alfaro Siqueiros y otros; en el nuevo espacio edificado única y exclusivamente para la educación superior; esta intención se trasladó del interior de los edificios al exterior de ellos y los nuevos recintos llenaron sus muros exteriores con pinturas que han sido y son orgullo de México y admiración del mundo. Muchas dependencias en su interior contaron con obras de pintores mexicanos, los más impactantes fueron: el Estadio Olímpico, la Biblioteca Central, las facultades de Medicina y de Ciencias. Muchos proyectos iniciados no se terminaron por falta de tiempo, por la premura de terminar Ciudad Universitaria, por el cambio de gobierno federal y por la falta de recursos, como pasó con el mural que debía rodear el Estadio Olímpico.
Otros no llegaron a iniciarse, como el mural de Carlos Mérida destinado a la Facultad de Derecho llamado Los pájaros, basado en una obra de Aristófanes y otro en terracota para la Facultad de Química. Quizás el área menos agraciada fue el edificio de Humanidades; la Facultad de Filosofía y Letras sólo tuvo dos esculturas, una dedicada a Fray Alonso de la Veracruz y otra a Dante Alighieri; la entonces Escuela Nacional de Economía, un pequeño mural en el Auditorio Narciso Bassols, y la Facultad de Derecho al no haber contado con el proyecto de Mérida no tuvo ninguna obra en su haber.
Entre los años 2000 y 2008 la Facultad de Derecho se planteó la necesidad de acercar la vida cultural a los alumnos y enriquecer el acervo artístico de la dependencia, que para ese momento sólo contaba con un mural, instalado en la década de 1990 en el entonces nuevo edificio de la biblioteca y debido al pincel de Sofía Bassi. Dentro de la política cultural se puso especial interés en continuar con la tradición de reconocer los méritos de los profesores de la propia Facultad con dos preseas altamente valoradas por los docentes la Prima de Leyes Instituta, para docentes, y la Lex, para aquellos que publicaran libros jurídicos y, al mismo tiempo, establecer premios para los alumnos que participaban en los concursos nacionales o internacionales y que por su esfuerzo obtenían los primeros lugares; además de establecer una distinción denominada Isidro Fabela, para aquellos extranjeros que hubieran hecho una labor importante en favor del derecho y la justicia, y así fueron recibidos en la Facultad personajes como José Saramago, Friedrich Katz, Baltasar Garzón o Ernesto Cardenal.
En materia artística se hizo una labor intensa para poder instalar en los muros de los salones de la Facultad obras de pintores mexicanos.
Cronológicamente el primero de ellos fue el de Sofía Bassi, el cual fue ubicado en el edificio de la flamante Biblioteca Antonio Caso. Es un mural surrealista, como toda la obra de esa autora, que se llama Sabiduría es paz, en el que se plasma la idea que se puede llegar a la paz por medio del conocimiento; en ella destaca la frase de Benito Juárez “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Tal vez la obra más importante por tamaño y por la vida azarosa que tuvo es el mural pintado por Pablo O´Higgins para los Talleres Gráficos de la Nación en el edificio que estaba en la Plaza de la Ciudadela. Fue pintado en 1937 y una vez que los talleres salieron de ese espacio la pintura fue desprendida de los muros llevada al taller de restauración del Instituto Nacional de Bellas Artes, donde permaneció prácticamente olvidado por casi 50 años hasta que el Gobierno organizó una exposición itinerante de arte mexicano en la que se incluyó un fragmento de la obra. Una vez terminada la muestra, regresó a las bodegas de Bellas Artes y volvió a dormir en paz y olvido. En 1985 se produjo un terremoto en la Ciudad de México que afectó muchísimos edificios, entre otros el Archivo General de Notarías que corría riesgo serio de derrumbarse. Hubo que adaptar rápidamente nuevas instalaciones dónde ubicar el que quizá es el archivo más importante de América. En el nuevo edificio adaptado para este fin había un amplio vestíbulo en el que se pensó que podía colocarse la obra de O’Higgins. Se llegó a un acuerdo entre el Gobierno del Distrito Federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes, este último restauraría los murales con cargo al Gobierno de la Ciudad de México y a cambio se firmaría un contrato de comodato por 99 años. Los murales quedaron instalados, pero como pasa muchas veces al cambio de sexenio las nuevas autoridades pensaron en deshacerse de ellos y fueron regresadas a las bodegas de Bellas Artes. En 2004 se logró un nuevo acuerdo esta vez entre Bellas Artes y la Universidad Nacional Autónoma de México para que por 99 años el mural pasara a las instalaciones de la Facultad de Derecho y fueran colocados en el edificio de posgrado.
O´Higgins, a pesar de ser fundamentalmente un pintor de caballete, tiene tres o cuatro murales verdaderamente extraordinarios: uno fuera de la Ciudad de México, otro en el mercado Abelardo L. Rodríguez y este de la Facultad de Derecho. La mayor parte del mural está instalado en el auditorio para honrar la memoria del extraordinario profesor que fue Antonio Martínez Báez lleva su nombre. Cuando se entra al recinto se tiene la impresión de ingresar o una capilla medieval rodeado de santos y ángeles laicos que protegen al trabajo y a los obreros.
El mural se puede analizar desde varios puntos de vista, dos fundamentales. Uno de ellos es el mensaje político e ideológico. Representa la defensa de los derechos obreros y hay una crítica a los líderes corruptos, en particular a Luis N. Morones, mítico líder protegido por el general Plutarco Elías Calles, que pretendió anular el derecho de huelga y fue expulsado por Lázaro Cárdenas junto con el expresidente cuando se dio el rompimiento entre ambos; en el mural aparece su figura, que si bien es perfectamente identificable, tiene una realización caricaturesca para evitar la cólera gubernamental.
El otro análisis, desde luego, sería respecto a su calidad técnica y artística, que hace gala de sus mayores y mejores capacidades estéticas dejando una obra emblemática a la entrada del edificio. Quizás es el fragmento mayor, el cual estaba colocado en el piso de la escalera y servía de plafón al vestíbulo, así como dos pequeñas porciones que representan el interés de los capitalistas por el dinero y la carabina revolucionaria de defensa de los obreros ambos en el mundo en el Auditorio Eduardo García Máynez.
Hay otros tres murales de la Facultad de Derecho, estos de menor formato y también cedidos por Bellas Artes. Dos fueron pintados por María Izquierdo en un arrebato de soberbia e indignación. Había sido seleccionada por el Departamento del Distrito Federal para pintar la escalera y el plafón del edificio del antiguo Cabildo de la Ciudad de México. Se firmó el contrato, hizo el proyecto, colocó los andamios; los muros de la escalera serían una alegoría a la historia, el desarrollo y el futuro de la Ciudad de México, y el plafón, dedicado a las artes y las ciencias. Las autoridades consultaron con Rivera y Siqueiros y ambos, pero sobre todo Siqueiros, se opuso abiertamente diciendo que la artista no estaba capacitada para efectuar la obra, por lo que cancelaron el contrato y ella, profundamente despechada, realizó estas dos obras en óleo sobre tela en las que manifiesta su maestría y su capacidad para realizar murales con la técnica tradicional y en el tamaño requerido. Es así como, a causa de una envidia, la Facultad de Derecho cuenta con dos obras únicas en la historia artística del país como son La tragedia y La música.
El tercero es obra de Federico Cantú, amigo de Alfonso Noriega, inolvidable profesor de la Facultad, que al construir su casa en el Pedregal de San Ángel quiso colocar en su biblioteca una obra de este autor quien ejecutó en medio de un paisaje mexicano una Madonna de tipo renacentista para la que utilizó como modelo a Sara Eugenia, hija del catedrático; con el paso del tiempo y la muerte del maestro Noriega la casa se puso en venta y fue adquirida por un expresidente de la República a cuya esposa no le gustó el mural y pidió que fuera retirado, y como ella no lo quería Bellas Artes estaba en libertad de hacer con él lo que quisiera. Las autoridades del Instituto, conocedoras de esta historia, se pusieron en contacto con la Facultad que de forma por demás entusiasta acogió la obra que está en el auditorio dedicado a la memoria del Dr. Alfonso Noriega Cantú.
Otro mural de vida azarosa y de un origen completamente distinto es el denominado Conquista y destrucción de México Tenochtitlan debido al ingenio y el arte de Francisco Moreno Capdevila. El artista fue contratado en 1953 por el Gobierno del Distrito Federal para pintar un mural en lo que sería el Museo de la Ciudad de México y que estaría en un pequeño recodo del edificio que uniría una gran sala del México Azteca con otra dedicada a la época colonial, al ser un recodo el artista tuvo que ingeniar la forma de aprovechar un espacio reducido para un tema amplio y complejo. Realizó una obra de arte magnífica en la que se plasma el dolor de la Conquista, el fragor de la batalla y la tragedia de los vencidos. En 2006 las autoridades culturales de la Ciudad de México decidieron cambiar la museografía y este mural fue quitado de su lugar y enviado a un patio posterior en condiciones lamentables, cubierto por una simple lona a la intemperie. Habiendo conocido esta circunstancia, se planteó la posibilidad de que fuera prestado en comodato como las demás obras por 99 años a la UNAM. Se habló con todas las instancias gubernamentales de la ciudad; todas en lo individual estaban de acuerdo, pues no les interesaba la obra, pero tampoco querían tomar la decisión. Sin embargo, poco a poco se logró el acuerdo entre todos. En este caso, la restauración, el transporte –pues es un muro de varias toneladas– tendrían que ser costeados por la Universidad, y al no poder entrar por ninguna de las puertas de la Facultad hubo que quitar y ampliar una de las ventanas del Auditorio Benito Juárez donde está instalado y luce quizás mucho más que en el lugar para el que fue pintado originalmente: 10 años después se llegó a un nuevo acuerdo con el Gobierno de la Ciudad de México y el contrato de comodato fue sustituido por otro de donación y actualmente pertenece al patrimonio universitario.
Otra obra, también donada desde el inicio a la Universidad es la pintada por Guillermo Meza denominada Paisaje del Valle de México. Una empresa industrial se comunicó con Bellas Artes para pedirles que retiraran un mural, pues habían decidido cambiar la decoración y querían deshacerse de él. El INBA lo ofreció en donación a la Universidad. A pesar de las dimensiones, se pudo habilitar un magnífico espacio en el vestíbulo del primer piso a la entrada del salón de usos múltiples de la Facultad. Como dato curioso, la pintura se realizó a finales de los años 50 del siglo pasado, cuando la entonces Unión Soviética puso en órbita el primer satélite artificial y en el cielo se ve un pequeño punto color plata que es el Sputnik.
Decía Ortega y Gasset que cultura es lo que le queda al individuo cuando olvida todo lo que se le había enseñado; transmitir el conocimiento en las condiciones en que los alumnos pueden educarse profesionalmente en medio de un rico entorno cultural y artístico les da una ventaja adicional en su formación y en su visión del mundo.