A 505 años de haber sido escrito El Príncipe, obra máxima del filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo, sigue vigente, aun cuando ha sido malinterpretada y mal leída por siglos, dijo en la UNAM Maurizio Viroli, profesor emérito de la Universidad de Princeton, máximo especialista de lo producido por el pensador florentino.
Al intervenir en la mesa redonda ¿Qué tan Maquiavélico fue Maquiavelo?, organizada por la Facultad de Derecho (FD), en el Auditorio Alfonso Caso de Ciudad Universitaria, el también académico de la Universidad de Lugano, y quien ha colaborado con pensadores como Norberto Bobbio y Martha Nussbaum, anticipó que hablaría en contra de las ideas comunes y que su mensaje estaba dirigido a los jóvenes.
“En el tiempo que estamos viviendo, necesitaríamos ver realmente de alguna persona que supiera ayudarnos a redescubrir que la política puede y debe ser grande, tendría que ser la obra de alguien con ánimo generoso, de quien haya entendido verdaderamente al viejo Niccolò Machiavelli”, subrayó Viroli.
“El Príncipe es una crítica a los políticos mediocres, para invocar a los grandes; en general, todo lo de Maquiavelo está en búsqueda de la gran política, porque no es lo mismo la gloria que la fama. La primera es la forma en que los hombres buenos saben ganarle al mal y la segunda es lo que han cosechado políticos como Berlusconi o Hitler”, ejemplificó.
Ahí está el capítulo 5 del citado texto, en el que se dice que “quien quiere tener el poder hasta morir, mata a los ciudadanos”.
Hay que tener muy claro, continuó, que ningún libro de filosofía política termina con una exhortación; y éste lo hace. “La finalidad de El Príncipe era mover a la acción, no ser un texto científico. Maquiavelo deseaba escribir para las generaciones venideras, hacer lo que él no pudo hacer por el bien de su patria”.
“Se malentiende por maquiavélico a aquél que no tiene principios, que miente; a un político corrupto, interesado en su propio poder; a esa persona fría que sabe controlar sus pasiones, que se domina así mismo, que simula, que esconde su pensamiento y ve dentro de las almas”, describió.
Para Maurizio Viroli, Maquiavelo no era así, ya que sus dichos los basó en documentos y no en opiniones, relató que escribió pero también fue hacedor de política directamente. “Manejó grandes cantidades de dinero y después de ello, fue todavía más pobre, con lo que dio una prueba real de honestidad”.
Gloria política
En su oportunidad, Jorge Islas, exabogado general de la UNAM, aseveró que, convencionalmente, “maquiavélico” implica más un adjetivo que un sustantivo, pero de manera franca es la búsqueda de la gloria política. “Se ha hecho una pésima o malísima interpretación de El Príncipe. El texto fue pensado justamente para una exhortación, no para un escrito erudito; de hecho es publicado en 1531”, indicó.
Maquiavelo era un patriota, un gran espíritu, apuntó. Parte de la buena y la gran política, de leyes e instituciones; su metodología empírica se malinterpretó y se tergiversó.
“Esperemos que en los próximos días en nuestro país se respire el espíritu de Maquiavelo, con fortuna, virtud y ocasión; es una buena oportunidad para que las cosas puedan cambiar la realidad presente.”
Ruptura
Leonardo Curzio, periodista y académico del Centro de Investigaciones sobre América del Norte, aclaró que la mencionada obra no fue un ejercicio introspectivo ni un justificador de barbaridades, sino una “ruptura con la literatura de espejos de príncipes”.
Por último Raúl Contreras Bustamante, director de la FD, reiteró que maquiavélico es una palabra sacada de contexto, que no corresponde a lo que significa. “A los ‘príncipes’ gobernantes no les gusta escuchar críticas, pero el buen colaborador es el que dice la verdad. Hoy deberían estar rodeados de ellos”, concluyó.