Maradona en CU, 33 años después
Tras más de 11 mil días volvió en una nueva faceta: acompasado, resucitado de los retos de la morbilidad, en zigzag, pero firme. Aquel “dios sucio, pecador, el más humano de los dioses”, como lo caracterizó Eduardo Galeano, vino en su traza de entrenador, ya sin la pelota adherida a la zurda, sino en el banquillo con 22 jugadores en el rectángulo esmeralda, que no lo vieron jugar o que ni habían respirado cuando lució el 10 en el dorsal como capitán de la selección de Argentina, campeona mundial en México 86.
Pumas y Dorados de Sinaloa disputaron el pase a la semifinal de la Copa MX. El equipo de Diego Armando Maradona fue derrotado por tres goles en el mismo estadio en que, con él como jugador y capitán, dio cuenta en junio de 1986 de Corea del Sur y Bulgaria.
El inmueble tiene memoria, ahora es parte de la zona universitaria declarada Patrimonio Mundial de la Unesco.
A las 5:20 de la tarde fue el primero en descender del autobús que ingresó por el Estacionamiento 8. Minutos antes de las 19 horas, gambeteó a los fotógrafos, emergió sin escala a la banca visitante, ante una oleada de cuerpos, flashes y vítores, de derecha a izquierda. Diego ocupó la banca número 10, de donde no se levantó hasta el medio tiempo para regresar de nuevo al vestidor en cien segundos.
De vuelta al complemento del juego, acompañado de una nube heterogénea de colaboradores y fotógrafos, la afición universitaria no encubrió más su culto: tributó sonoramente al director técnico del equipo rival con el clásico “¡olé, olé, olé, olé, Diegooo, Diegooo!”.
Dijo en los vestidores: “Aquí no ha cambiado nada, no es que no me importe perder, me encanta ganar, que es distinto. Quiero agradecer a la gente que me aplaudió y a los que no me aplaudieron también, no tengo ningún problema… Perder en un campo, perder en el otro, te da fastidio igual”.
En sólo 250 segundos respondió cuatro preguntas y en la segunda evocó aquel Estadio Olímpico Universitario, que también fue mundialista. “Me vinieron recuerdos increíbles de cuando llegamos al campo y el estadio estaba semivacío; y cuando salimos a hacer el calentamiento estaba casi lleno… pero, bueno, esto es una anécdota para contarla mucho más larga”.
Maradona siempre es noticia. El 28 de junio de 1982, en la página 13 de Gaceta UNAM, el investigador Antonio Rojas ya analizaba la trayectoria del futbolista argentino: “Diego Maradona, de 18 años en ese entonces (en 1979), fue el jugador mejor pagado del mundo entre los menores de 20 años. El Barcelona ofreció 2 millones de dólares por su pase, y un año más tarde ofreció 18 millones de dólares, convirtiéndolo en el jugador más caro de la historia”.
Antonio Rojas vaticinó que por más estrella mundial que fuera un jugador, éste se convertiría de pronto en una mercancía que podría venderse o transferirse al mejor postor.