Más posibilidad de ceguera en diabéticos no controlados
El exceso de glucosa se pega irreversiblemente a la superficie de las células del ojo y daña el cristalino, la retina y vasos sanguíneos
Con el exceso de glucosa en los diabéticos ocurre algo similar a cuando se derrama una bebida azucarada. Donde cae, queda pegajoso por el azúcar; lo mismo pasa en la superficie de las células.
En los diabéticos, el exceso crónico y el nivel elevado de glucosa (más de 100 mg/dL) hace que ésta se pegue bioquímica e irreversiblemente –gracias a radicales libres y productos de Amadori— sobre las células. A esto se le conoce como productos finales con glicación avanzada.
Según a qué células se pegue irreversiblemente es el daño que va a causar el exceso de glucosa, asegura la doctora María del Carmen Jiménez Martínez, investigadora de la Facultad de Medicina de la UNAM.
En pacientes diabéticos son más frecuentes y más peligrosas las infecciones (“hay que cortarse las uñas con cuidado para evitar el pie diabético”) porque la glucosa, al pegarse a la superficie de las células del sistema inmunitario, impide la activación y la comunicación adecuada entre células para reconocer un antígeno dañino (bacterias) y montar una respuesta inmunológica eficaz.
Ese es un ejemplo a nivel inmunológico, dice Jiménez Martínez, quien labora en la Unidad de Investigación que tiene la UNAM en el Instituto Oftalmológico “Conde de Valenciana”.
En el ojo ocurre algo similar. Al pegarse a la superficie de las células del cristalino, la glucosa causa la pérdida de la función del lente del ojo.
Cuando va avanzando la edad se pierden la capacidad de enfocar porque se empiezan a depositar proteínas dentro de las células del cristalino y se forman las cataratas.
Pasa lo mismo en diabéticos. “Se acelera el proceso de envejecimiento del cristalino por el exceso de glucosa”. Las células se empiezan a hacer disfuncionales y a morir y se forman las cataratas.
La glucosa causa también daño retiniano. Daña y va matando paulatinamente las células que conforman a la retina, apunta la doctora Jiménez Martínez. Además, al pegarse al endotelio de los vasos sanguíneos, la glucosa propicia que, al ser “susceptible de generar trombos”, sean más frecuentes los infartos en el paciente diabético.
A nivel ocular ocurren microinfartos que causan lesiones en los vasos sanguíneos y luego éstas generan un proceso inflamatorio alrededor de estos que “inducen rotura de los mismos”.
Por eso hay neovascularización retiniana en el paciente diabético. En una angiografía se ve como hay “áreas de fuga” cuando va pasando la sangre por los vasos sanguíneos dañados.
Asimismo, los cambios en el metabolismo de la glucosa forman un producto químico llamado sorbitol que directamente daña el nervio óptico (conecta la parte posterior del ojo con el cerebro) y puede causar pérdida de la capacidad visual o ceguera.
—Hay diabéticos que no desarrollan ceguera. ¿En caso de diabetes, se puede evitar este tipo de lesiones al ojo?
Si, la clave es el control de la glucosa, asegura la doctora Jiménez Martínez. “Es difícil que haya este tipo de complicaciones si hay una glucosa controlada”.
Lo esperado para quien “maneja una glucemia normal (presencia de azúcar en la sangre) es menor al 6 por ciento. Un paciente por arriba de ese 6 por ciento indica una diabetes descontrolada, aunque tenga el tratamiento con hipoglucemiantes o con insulina”.
La hemoglobina glicosilada, apunta Jiménez Martínez, es un biomarcador que le avisa al médico si el paciente ha cumplido o no con el tratamiento y dieta en los tres meses previos. Así puede ajustar la dosis o recomendar al paciente “no comer de más”
Si se tienen “las variables controladas”: glucemia y apego al tratamiento, prácticamente estaría asegurado que no hubiere una complicación mayor, se esperaría el mismo desenlace que en una persona sana.
Sin embargo, puntualiza Jiménez Martínez, si está descontrolada, es decir si a la edad le sumas una variable, “es como un boleto de lotería, entre más boletos compres más posibilidades tienes de sacarte la lotería”.
Diabetes, una enfermedad metabólica
En los diabéticos, el metabolismo (serie de reacciones químicas que ocurren en el cuerpo para generar una función) no se realiza adecuadamente. Por eso la diabetes es una enfermedad metabólica.
Así, cuando esas reacciones químicas aumentan la funcionalidad del cuerpo (sintetizan moléculas) se llama anabolismo y cuando la disminuyen (degradan moléculas), catabolismo.
En ese aumento o disminución de funciones están involucradas hormonas. Una de ellas es la insulina; secretada por el páncreas, se encarga de regular la cantidad de glucosa en la sangre.
“Hay un punto” donde esta regulación por la insulina no sucede porque la persona es resistente a esa hormona (“está con sobrepeso”), o padece diabetes tipo 1 por causa genética o diabetes tipo 2, la más frecuente, por alguna disfuncionalidad de las células pancreáticas
En los diabéticos aumentan la cantidad de glucosa en sangre. Lo normal es mantenerla entre los 70 y 100 ml por decilitro (décima parte de un litro). En estos pacientes “está por encima de los 100, de manera diaria”.
Para regular los parámetros de glucosa, se les administra hipoglucemiantes para que el páncreas secrete más insulina o si ya no tiene la capacidad de secretarla, se le administra insulina.