Con tesón, Matilde Petra Montoya Lafragua abrió el camino de la medicina, la ciencia y el saber para muchas mexicanas, dice Gabriela Castañeda López, coautora, con Ana Cecilia Rodríguez, de Pioneras de la medicina mexicana en la UNAM: del porfiriato al nuevo régimen, 1887-1936.
En México –dice Castañeda, quien cursó su maestría y doctorado en la UNAM– Montoya fue la primera mujer que se graduó como médica en la entonces Escuela Nacional de Medicina (ENM). Fue también pionera del feminismo en el país. Decía: “Hombres y mujeres deben tener los mismos derechos intelectuales y civiles”.
Nació el 14 de marzo de 1859 y murió el 26 de enero de 1939 en Ciudad de México. Desde pequeña tuvo que lidiar con los prejuicios de su tiempo. Joven típica del siglo XIX, hija del militar José María Montoya y la poblana Soledad Lafragua, apenas con 12 años edad Matilde quiso presentar el examen como profesora de enseñanza elemental, pero le fue negado por su poca edad.
A los 14 años –apunta Castañeda, del Laboratorio de Historia de la Medicina del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía– se examinó exitosamente como partera en Cuernavaca, a donde llegó a radicar después de haber cursado un año la materia en la Nacional de Medicina, escuela que abandonó por la muerte de su papá y por falta de recursos económicos.
Luego reingresó en la ENM y a los 16 años, el 12 de mayo de 1873, obtuvo el título de partera, con un “lúcido examen que fue noticia en El Correo del Comercio”. Sus prácticas como obstetra las realizó en el Hospital San Andrés, dio consulta privada y fue maestra de primaria.
Viento en contra
Por motivos de salud, en 1875 se fue a radicar a Puebla. Sin embargo, su éxito y prestigio como partera la llevó por un periplo marcado por la calumnia, la difamación y la envidia de médicos. Incluso en diarios de la época, asegura Gabriela Castañeda, se le estigmatizó por sus creencias: “Era protestante y simpatizaba con la masonería”, por lo que se marcha a Veracruz.
En 1880 regresó a Puebla y se matriculó en la Escuela de Medicina y Farmacia, para seguir su vocación de convertirse en médica, consecuencia natural de su experiencia como partera. A la par de las materias de la carrera, estudió por separado física, química, zoología y botánica, apunta la coautora de Desafiando a la tradición. Las primeras egresadas de las escuelas de medicina de México, obra coeditada por la UNAM.
Montoya no terminaría la carrera de medicina en Puebla sino en Ciudad de México. En ambos lugares y escuelas de medicina, Montoya (la primera que estudió medicina en otro estado, la primera médica mexicana titulada y la primera mujer que fue alumna en la Escuela Nacional Preparatoria, para revalidar materias y poder titularse de médica) enfrentó el desacuerdo de maestros y estudiantes.
Algunos en la Escuela Nacional de Medicina no querían que entrara a clases, “particularmente en las disecciones”. Se decía que Montoya “no tenía pudor” porque “cómo iba a hacer disecciones en un cadáver, desnudo, junto a profesores y compañeros”.
Para la época, era inadmisible que la mujer cursara alguna carrera liberal como derecho; o, en el caso de Montoya, medicina. Pese a que ni la Ley de Instrucción Pública de 1867 ni la Constitución prohibían que estudiara, se pensaba que la mujer debía estar al cuidado de la casa y la familia.
Además, abunda Castañeda, para aprender medicina en Puebla y luego hacer carrera y tener derecho a presentar el examen profesional en la Nacional de Medicina, Montoya necesitaba la aprobación del gobernador poblano y una orden del presidente Díaz. No sólo logró ambas, sino que incluso el mismo don Porfirio estuvo en el examen profesional que Montoya hizo en agosto de 1887 con la tesis “Técnica de laboratorio en algunas investigaciones clínicas”. Como deferencia, Díaz le entregó el título de Médico Cirujano Partero.
Pese a que asistieron destacados médicos, ingenieros, abogados, periodistas y miembros de la élite porfiriana, la graduación de Montoya no fue reportada en la Gaceta Médica de México, aunque sí por medios nacionales como El Tiempo.