Cada cuatro años, y desde 1986, los aficionados envueltos en la sabiduría empírica, y con argumentos afectivos, formulan la misma pregunta: ¿por qué la selección de futbol de México no llega al quinto partido?
La pared de cristal que el representativo nacional tiene, y por la que no avanza por lo menos a cuartos de final, fue el punto que un par de científicos sociales de la UNAM abordaron en la Casa Universitaria del Libro, a unos días del Mundial en Rusia.
Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología, propuso reivindicar el balompié como una forma estética de habitar el mundo, de sentirse y proyectarse en él. La primera figura en esta cultura futbolera es la del mexicano echado pa’ lante; la siguiente es la reivindicación simbólica ante la afrenta eterna del equipo poderoso, y la tercera y última es la dignidad del equipo: “Fue un partido muy difícil, pero dimos el cien por ciento y hay que seguir trabajando”.
Se preguntó Trujillo: “¿De qué está hecho el quinto partido? Es una emoción compuesta de bravuconería, reivindicación, demanda de ser engañado, dignidad, seducción y promesa. Es la estructura de un acto amoroso, tanto del jugador como de la afición”.
Es, añadió, la promesa perpetua, o la promesa que requiere refrendarse cada cuatro años, porque los mexicanos no estamos hechos de individualidades sino de discursos; somos una sociedad que se proyecta en un deporte, no con razonamientos, posibilidades y planes, sino con imágenes, ensoñaciones y creencias. “Desde esta perspectiva, el futbol es la creencia redonda, como el balón, porque es superficial… un simple partido y ya”.
Negocio redondo
También con la autoridad de su homónimo futbolero, Hugo Sánchez Gudiño, académico de la FES Aragón y de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, expuso el por qué cree que no se llega a ese ansiado juego desde el Mundial de 1986. “El modelo de negocios de los responsables del futbol privilegia la ganancia publicitaria, disminuye el espectáculo e inhibe el surgimiento de talentos nacionales; en segundo término está la compra excesiva de contratos de jugadores extranjeros, que participan en posiciones estratégicas en el campo, por lo que los mexicanos quedan relegados a segundo plano”.
Sánchez Gudiño agregó que además hay pocos incentivos para formar jugadores mexicanos en las canteras de los clubes, o en escuelas nacionales de futbol. Aunado a ello, habló de una excesiva explotación publicitaria de equipos y deportistas, que se convierten en portadores de marcas de productos y servicios y su capacidad es secundaria.
El modelo de negocios del representativo nacional privilegia el dinero por encima de la calidad; además, lejos de potenciarlo, lo ha llevado a la mediocridad, al prestar más atención a las ganancias que al talento y competitividad.
Citó la “cultura del agachismo”, que ha pesado en el ánimo y en la mentalidad de los futbolistas mexicanos (con sus excepciones) cuando compiten con potencias mundiales.
Finalmente, recordó que la afición también cuenta y ha sido factor de esta situación, pues se conforma con cánticos homofóbicos.