Justo al cumplir 25 años de haber recibido el Premio Nobel de Química 1995, galardón que marcó de manera especial su vida, falleció el doctor Mario Molina, universitario excepcional que vistió de gloria a la ciencia mexicana y uno de los pocos científicos que han logrado que sus investigaciones se traduzcan en políticas públicas globales.
José Mario Molina-Pasquel y Henríquez (Ciudad de México, 1943-2020) fue un ingeniero químico mexicano egresado de la Facultad de Química de la UNAM y destacado por ser uno de los descubridores de las causas del agujero de ozono antártico.
El 10 de diciembre de 1995 se convirtió en el tercer mexicano egresado de la UNAM en recibir el Premio Nobel, por sus investigaciones sobre la química atmosférica y la predicción del adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de ciertos gases industriales, los clorofluorocarbonos (CFCs).
Molina recibió el Nobel ese año junto a su colega de la Universidad de California-Irvine, Frank Sherwood Rowland, y el holandés Paul J. Crutzen.
Como consecuencia, su muy destacada investigación y publicaciones sobre el tema de los CFCs condujeron al Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, siendo el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental mundial de origen antropogénico.
Molina, Rowland y Crutzen fueron premiados, además, por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) por su contribución a la protección de la capa de ozono.
A lo largo de su muy exitosa y brillante trayectoria recibió 105 premios, condecoraciones y reconocimientos entre los que se cuentan 39 doctorados honoris causa. Fue miembro de al menos 70 academias científicas, asociaciones de profesionistas, colegios, consejos y comités.
En el ámbito universitario, se desempeñó como profesor, catedrático e investigador en ocho de las más prestigiadas universidades e institutos del mundo, entre las que se destacan la Universidad Nacional Autónoma de México y el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Escribió varios libros y publicó alrededor de 200 trabajos especializados. También colaboró con capítulos para al menos ocho libros. Impartió más de 500 conferencias selectas e innumerables pláticas en las que de manera generosa compartió su vasto conocimiento.
Corazón de puma
Pese a su larga y productiva carrera en Estados Unidos, Mario Molina siempre mantuvo su corazón en la UNAM, donde fue doctor honoris causa desde 1996 y designado profesor extraordinario a partir de 2014. Como homenaje, su alma mater, la Facultad de Química de la UNAM, inauguró en 2015 el edificio Mario Molina en Ciudad Universitaria, un espacio que vincula la investigación entre esa entidad académica y la industria.
El edificio fue construido como parte de la celebración de los cien años de la Facultad de Química y está orientado a dar soluciones a problemas relacionados con la protección ambiental, el uso de la energía y la prevención del cambio climático.
Siempre se mantuvo cerca de su alma mater y estuvo presente en conferencias, congresos y como profesor extraordinario, cargo que combinó con su liderazgo en el Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente.
En Estados Unidos Molina fue asesor del equipo de transición del expresidente Barack Obama para cuestiones del medio ambiente en noviembre de 2008, y desde 2011 fue uno de los 21 científicos que formaron parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de Obama.
Recibió múltiples distinciones, como el Premio Tyler para Logro Ambiental (1983), la NASA Exceptional Scientific Achievement Medal (1989), el ingreso a El Colegio Nacional (2003). Fue uno de los científicos internacionales que ha logrado salir de sus publicaciones especializadas para escalar a las decisiones políticas de la ONU en favor del medio ambiente.
Mario Molina falleció ayer, justo el día en que se anunció a las ganadoras del Premio Nobel de Química 2020, otorgado a las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna.
Hitos en su carrera
1960-1965: Cursa la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Nacional Autónoma de México.
1965-1967: Realiza un posgrado en la Universidad de Friburgo, Alemania, en cinética de polimerización.
1968-1972: Hace el doctorado en Fisicoquímica en la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos.
1974: Con Frank Sherwood Rowland publica un artículo en la revista Nature en el que explican que compuestos químicos denominados clorofluorocarbonos (CFCs), usados en la industria de aerosoles y refrigeración, pueden desintegrar la capa de ozono.
1982: Profesor en el Laboratorio de Propulsión a Chorro del Instituto Tecnológico de California.
1989: Investiga y da clases en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Boston.
1993: Miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
1995: Recibe el Premio Nobel de Química junto con su colega Frank Sherwood, y Paul Crutzen, por sus investigaciones sobre la química atmosférica y la desintegración de la capa de ozono.
1996: Doctor honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México.
1999: Recibe el Premio Sasakawa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
2004: Funda el Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente, AC, en Ciudad de México.
2010: Miembro del Comité del Consejo Interacadémico para Revisión del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.
2011: Ingresa al Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del presidente de Estados Unidos.
2015: Participa en la COP21. Trabaja para la reducción de hidrofluorocarbonos y su inclusión en el Protocolo de Montreal.
2016: Continúa trabajando en la política de la ciencia del cambio climático e impulsando acciones globales en favor del desarrollo sustentable a la par de un desarrollo económico vigoroso.
Con información del Centro Mario Molina.
Palabras del rector Enrique Graue
Lamento mucho tener que informarles que el día de hoy falleció el doctor Mario Molina-Pasquel y Henríquez, universitario distinguidísimo, Premio Nobel y mexicano ejemplar.
Nos deja un ejemplo de rigor académico y de la relevancia que tiene para la humanidad la investigación; nos deja un ejemplo de la entrega cotidiana en búsqueda de la verdad y la importancia de compartir los conocimientos.
Su partida es una inmensa pérdida para la Universidad Nacional Autónoma de México, para el país y para la ciencia universal.
La Universidad y la ciencia mexicana están de luto y se adhieren al dolor de sus seres queridos. Se queda así con nosotros su memoria y su espíritu.
Ciudad Universitaria, 7 de octubre