Conferencia (y práctica) en el CEPE
Muestran el arte de tejer de las mujeres amuzgas
Victorina López Hilario sostuvo un encuentro con la comunidad universitaria para enseñar cómo se hace el hilo en el telar de cintura en la Costa Chica de Guerrero
“Una mujer amuzga no va a dejar de agarrar un telar ni un día”, dice Victorina López Hilario, mujer amuzga de Guerrero, en conferencia en el Centro de Enseñanza Para Extranjeros (CEPE).
Victorina compartió que las mujeres amuzgas al menos tejen tres horas al día; y después de su charla La historia del corazón de una tejedora amuzga, sostuvo un encuentro con la comunidad universitaria para mostrar, como maestra artesana y tejedora de Xochistlahuaca, en la Costa Chica de Guerrero, la forma en que se hace el hilo para tejer en el telar de cintura.
La historia del corazón de una tejedora amuzga se cuenta por una mujer nacida en la pobreza, la marginación y la desnutrición. Estudió hasta el quinto año de primaria y dejó la escuela porque necesitaba un acta de nacimiento y su padre le dijo que hasta ahí podrían sostener el estudio.
Como mujer amuzga comenzó a tejer porque aprendió viendo a su madre y su primera pieza la hizo a los 6 años. Aquello le dio la oportunidad, más adelante, de comercializar sus productos textiles en Ometepec, Acapulco, Chilpancingo y Ciudad de México.
Tejer significa comenzar a sembrar algodón en agosto, para cosechar en diciembre; las piezas de su trabajo –huipiles, blusas, rebozos, enaguas y faldas– inician con la tierra y la semilla.
Para diciembre cosecharán algodón de tres colores: blanco, verde y coyuchi o castaño (color coyote). Con el algodón listo para comenzar a trabajarlo, lo abatanarán con carrizos al amanecer, sobre un petate puesto encima de hojas de plátano secas.
Victorina golpea, y mientras prepara el algodón hace música. Tiene ritmo y maestría para moler el algodón que se va extendiendo para ser un futuro hilo.
En Xochistlahuaca, lugar donde Victorina nació, las mujeres enseñan a sus hijas el telar de cintura mientras combinan ese quehacer con las labores domésticas. Para ellas es esencial la producción porque sus piezas representan una importante fuente de ingresos para la comunidad.
Ser testigo del nacimiento de una pieza amuzga representa hacer girar el malacate sobre una jícara, mientras se sostiene el algodón que entre giro y giro se tuerce para enredarse. Así estará listo el hilo para convertirse en urdimbre y trama.
Victorina forma parte de una comunidad de 51 artesanas que tejen, hablan amuzgo y cuidan su cultura como la vida. De esas 51 mujeres, sólo cinco salen a vender sus piezas, porque algunas tienen miedo o no les permiten salir de sus comunidades. Sin embargo la venta de las prendas sostiene económicamente a las familias.
Las mujeres que compartieron la experiencia de venta y conferencia se reúnen en una estrella que se forma en un árbol; por turnos se ciñen el mecapal o faja, y se sientan en una silla mientras se tensa el urdimbre y comienzan a tejer con la trama.
Parece sencillo, pero se necesita de una cuidadosa atención con el uso del machete, los enjulios y las varas de lizo. Las mujeres sonríen asombradas de poder vivir la experiencia, y tratan de mostrarse fuertes, así como Victorina les enseña. Ella es paciente y se le ve contenta enseñando. “A mí me gusta compartir para que los demás sepan hacer y también aprendan a hacer”.
Cuenta la historia que la une a la UNAM: había venido a la CdMx a ofrecer sus productos en un museo y tuvieron un día malo en las ventas. Los chicos de servicio social del museo se dieron cuenta y como eran alumnos de la UNAM, organizaron todo para que Victorina y sus compañeras pudieran ir a ofrecer sus piezas a la Facultad de Ciencias. Así fue como la artesana amuzga se dio a conocer entre el profesorado y los pasillos de la Universidad. El material que Victorina trae es digno de una pasarela y una muestra de arte amuzga.
La maestra obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015 en la categoría artes y tradiciones populares por la elaboración de un huipil con la iconografía amuzga.
Ella está agradecida, sobre todo por el reconocimiento que hoy le permite ser conferencista y maestra de la defensa y preservación de la técnica ancestral del telar de cintura. Agradece mientras su corazón guarda todo el trabajo que sabe hacer y hoy puede compartir. Una muestra es que en 1995 conformó el grupo Tejedoras Amuzgas de Piedra Pesada, para visibilizar la presencia de indígenas artesanas y proveerlas de las condiciones para tener un empleo remunerado, además de trabajar también con artesanas de la tercera edad.