Estatua frente a Arquitectura

Mujer sentada, piedra viva, silenciosa mujer

Arte en yesos que se usaron en la Academia de San Carlos para la enseñanza de la anatomía

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Piedra viva, silenciosa mujer que ¿quién sabe cómo se llama? y que vio cómo se hacía la escultopintura de Siqueiros en la Torre de Rectoría, la rebeldía de la muchachada del 68 en Ciudad Universitaria (CU), las pintas por el autogobierno en Arquitectura, a María Félix cuando vino a inaugurar la exposición de Antoine Tzapoff en el MUCA…

Inamovible desde que la UNAM es también Ciudad Universitaria, está aquí, en la plaza de acceso a la Facultad de Arquitectura, pétrea, con rasgos prehispánicos, la única escultura en CU de Alberto de la Vega: Mujer sentada.

Poblano, De la Vega nació en Coxcatlán en 1923. Se formó y fue maestro en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, La Esmeralda, que sigue dando artistas. Participó en el Taller de Integración Plástica de José Chávez Morado y con su maestro Francisco Zúñiga en el grupo Las Piedras Vivas, movimiento mexicano de escultores cuyo nombre es una alegoría, porque en su obra las piedras cobran vida.

Cuando se construyó Arquitectura y el MUCA, diseñado por José Villagrán, Mujer sentada (hecha de granito negro) quedó a la intemperie, afuera del Carlos Lazo, el primer teatro de Ciudad Universitaria y en una de cuyas entradas hay una escultura de Zúñiga. Fue una las obras donadas por artistas del Taller de Integración Plástica que no participaron en la realización de los murales de CU.

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Derecha: El abrazo.

Integración Plástica

Cuando el muralismo se despliega en exteriores, dijo Lucila Rousset Harmony, curadora y escultora, se piensa que las obras se despintarían con el paso del tiempo. Por eso, Chávez Morado creó el Taller de Integración Plástica, que en 1949 operó en uno de los claustros donde ahora se encuentra el Centro de la Imagen, en La Ciudadela; es un taller de mosaico veneciano. Diego María Rivera aplicaría esos mosaicos chiquitos de vidrio en su mural del Teatro de Los Insurgentes. Antes, Siqueiros utilizaría teselas de cerámica en su escultopintura El pueblo a la universidad, la universidad al pueblo, en el costado sur de la Torre de Rectoría. También Juan O’Gorman en la Biblioteca Central, pero sería mosaico mexicano, formado por piedras de distinto color traídas de toda la nación.

La técnica de escultopintura, que Siqueiros aplicó en su mural de Rectoría, y Rivera en el Estadio Olímpico, no se les ocurrió a ellos, sino antes al gran escultor japonés estadunidense Isamu Noguchi, quien –indicó Rousset Harmony, promotora cultural adscrita a la Facultad de Arquitectura– había realizado un altorrelieve (con cemento colorado y ladrillo tallado) titulado Historia de México en el mercado Abelardo L. Rodríguez de la capital del país.

Los murales de CU no los hicieron solos Rivera, Siqueiros, O’Gorman… algunos miembros del Taller de Integración Plástica los apoyaron y otros dejaron obra en CU, como José Chávez Morado y Rosendo Soto, quienes pintaron los murales La conquista de la energía y Ciencia para la paz, en el Auditorio Alfonso Caso.

Las esculturas de De la Vega y Zúñiga no son las únicas en Arquitectura. En la biblioteca hay piezas de Mathias Goeritz, quien realizaba poesía concreta, como el Poema plástico, también están Sol y luna, Variaciones en torno al Salmo 117 y El salvador de Auschwitz.

En un patio está El abrazo, de Carlos Bracho, y en un pasillo la pieza Tótem con estrellas, de Paloma Torres. En la dirección y en la sala de consejos hay réplicas en bronce de esculturas clásicas, de menor tamaño que las originales, una inclusive firmada por Jean Pierre Cortot: Soldado espartano. Fueron fundidas por la Casa Barbedienne, gracias a la sociedad de Ferdinand Barbedienne con el ingeniero Achilles Collas.

A un lado de Mujer sentada, está una escultura de piedras ensambladas que Jorge Yázpik armó en una noche de luna llena en Ciudad Universitaria. El lomo de la pieza vertical, recuerda el escultor, imita a la Samotracia que está adentro de la Facultad.

Arquitectura también tiene una colección de yesos que, subrayó Rousset Harmony, son copias de copias de copias… de esculturas clásicas, que en la Academia de San Carlos, para las clases de arte y arquitectura, se usaban como modelos para que los jóvenes aprendieran anatomía.

Los yesos llegaron a México en tres remesas. La primera la trajo Manuel Tolsá en 1791. Son réplicas de las esculturas que estaban en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en España.

La segunda remesa la trajo Manuel Vilar, maestro de escultura, quien junto con Javier Cavallari, Pelegrín Clavé y Eugenio Landesio, fueron contratados con fondos recabados con las ganancias obtenidas por la Lotería de la Academia que por decreto creó Antonio López de Santana. La estatuaria realizada en la Academia por Manuel Vilar y sus alumnos, actualmente se encuentra en el Museo Nacional de San Carlos.

La tercera remesa, en la que viene Victoria de Samotracia, la trajo Carlos Lazo del Pino por encargo de Antonio Rivas Mercado, quien participó con Justo Sierra en la fundación de la Universidad Nacional en 1910 y padre de quien sería gerente de construcción de CU.

Izquierda: Venus de Milo.
Derecha: Doríforo. Fotos: Fernando Guzmán.

Yesos

Uno de esos hermosos yesos es Doríforo que está en la cafetería de Arquitectura y llegó
a San Carlos en 1916. Es una copia de un mármol romano descubierto en un gimnasio en la villa pompeyana de Aldobradini de Frascati que hoy se encuentra en el Museo Nacional de Nápoles. El bronce original del Doríforo o portador de lanza, fue creado por Policleto de Argos por el 430 a.C. Se cree que puede ser una representación de Aquiles. En las escaleras del MUCA se exhibe también una copia de los caballos que estaban en el frontón de El partenón, que Lord Elgin se llevó a Inglaterra.

También hay unas réplicas de Venus de Milo y de Gladiador de Borghese, que resguarda el Museo de Louvre, Francia, así como del Discóbolo en reposo, de la Colección Faversham, Reino Unido.

“Poco conocido y poco biografiado”, Alberto de la Vega perteneció al Salón de la Plástica Mexicana. Sus obras, con fuerte influencia del arte prehispánico, muchas de ellas esculpidas en terracota, bronce y piedra, están repartidas en diversos museos y colecciones de México, Estados Unidos y Europa. Como en La Esmeralda, también fue maestro de escultura en la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas y hoy Facultad de Artes y Diseño, de la UNAM. Murió en 1965.

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