En los últimos años las mujeres han ocupado espacios de poder mediante cargos electivos o de toma de decisiones, el continente africano no es la excepción. El mapa de países gobernados por mujeres incorpora a Etiopía, Namibia y Gabón.
La llegada de mujeres al poder supone cambios concretos: en las formas de hacer política y en los modos de concebir las relaciones sociales. Son importantes pero no suficientes, asegura Adriana Franco Silva, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
El hecho de que las mujeres ocupen puestos de poder, explica, puede romper ciertas estructuras arraigadas desde la colonización como el sexismo y el racismo, otorgando institucionalidad al debate de temas tan cuestionados en todo el continente africano. “Si quienes llegan al poder no rompen definitivamente con estas estructuras, entonces perpetuamos las lógicas de dominación y las prácticas patriarcales”.
Asimismo destaca la necesidad de ser congruentes con las críticas, no anularlas pero sí matizarlas. Muchas veces los cuestionamientos exigen cambios sustanciales pero llegar a concretarlos no ocurre de la noche a la mañana, demanda más tiempo del que como sociedad estamos dispuestos a esperar. La situación actual de los países africanos no podría entenderse sin tomar en cuenta un proceso histórico atravesado por la esclavitud, la colonización e incluso por algunas políticas impuestas, que en verdad no corresponden a las lógicas de estas comunidades.
Dos casos paradigmáticos
Sahle-Work Zewde, la actual presidenta de Etiopía, amplía el número a 22 de países gobernados por mujeres. La mandataria africana que ya había trabajado para la ONU, considera que su llegada al gobierno es una forma aspiracional para el resto de las mujeres interesadas en ocupar puestos de poder y hacer visibles sus potencialidades. Avalada por una sólida carrera diplomática, la jefa de estado de Etiopía se asume feminista desde una perspectiva interesante. Considera que si se entiende al feminismo como la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, como una forma de luchar por la justicia social más allá del género, entonces es feminista.
Franco Silva, profesora de la carrera de Relaciones Internacionales de la UNAM, explica que el feminismo separatista no es una característica de los movimientos de mujeres en África. Aunque seguramente existen, no son predominantes por una razón lógica: si la comunidad es el centro de la vida en sociedad, en las comunidades participan tanto hombres como mujeres y por eso el trabajo debe ser colectivo, para cambiar las estructuras de dominación en las que se encuentran y luchar contra el sexismo o el racismo.
Otro ejemplo en ese sentido, es Ellen Johnson-Sirleaf, elegida por voto popular y presidenta de Liberia durante dos mandatos (2006/2018). A pesar de los logros económicos y las mejoras institucionales realizadas durante su gobierno, las estructuras eran muy complejas para poder generar transformaciones significativas. Entonces la jefa de Estado recibió fuertes críticas, también fue acusada de corrupción y nepotismo, debido a la inclusión de algunos de sus familiares en diferentes puestos del gobierno. Conocida como “la dama de hierro” africana, entre sus fortalezas demostraba un excelente manejo del discurso, sabía conectar tanto con públicos locales como internacionales, tomaba decisiones con firmeza pero con empatía hacia la gente, admitía sus errores y pedía que las cosas se hicieran a su modo sin titubear.
Destacada como una de las figuras más representativas de la política africana en el ámbito internacional, Ellen Johnson-Sirleaf colocó a mujeres en ministerios claves del gobierno: relaciones exteriores, finanzas y género. No obstante tras doce años en el poder, la maestra Franco aclara que en el país no se abrieron tantas puertas como se esperaba. La ex presidenta de Liberia afirmaba que cuando en un país se rompe el techo de cristal, no hay manera de reconstruirlo aunque una mujer esté al frente del gobierno.
Un ejemplo de evolución política para el mundo
Aún cuando los reflectores no están enfocados hacia los sucesos políticos de los diferentes países que lo integran, el continente africano es ejemplo de apertura y cambios respecto del rol de la mujer.
Agrega que cada vez más mujeres ocupan cargos parlamentarios, esto ofrece alternativas y abre espacios propicios para la discusión, el debate y el intercambio de ideas. Cuando pensamos en el continente africano, generalmente lo asociamos con palabras como desigualdad, injusticia y pobreza. Sin embargo también existen movimientos de mujeres que están generando cambios en las estructuras de los países, por ejemplo, el 60% del parlamento de Ruanda está constituido por mujeres, en Uganda y Tanzania más del 35% de los espacios parlamentarios están ocupados por mujeres.
Casi como un contrapunto, en la llegada tardía de las mujeres africanas al poder, dentro de la lógica de los movimientos feministas siempre se coloca al sufragio como un elemento clave. Sin embargo, a criterio de Adriana Franco, la demora en el acceso de las mujeres al gobierno tiene que ver con un obstáculo todavía más complejo, el retraso en el acceso a la educación, a poder leer y escribir en forma independiente.
¿Qué caso tenía poder votar si la persona no sabía por quién lo hacía?, se pregunta la profesora. Por supuesto la falta de educación también les impedía acceder a un puesto clave como el de presidenta de un país o miembro parlamentaria, enfatiza.
Una invitación a viajar por África a través del conocimiento
Adriana Franco invita a los lectores a despojarnos de los estereotipos que existen respecto del continente africano y sus historias, insta a estudiarlo con curiosidad para construir dinámicas diferentes. En ese sentido propone investigar, indagar y buscar información sobre el continente africano, para ampliar nuestra mirada y enriquecer nuestra perspectiva acerca de esa región del mundo.