MURAL CON EL ESPÍRITU DE UNA INSTITUCIÓN EDUCATIVA
Francisco Eppens Helguera (1913-1990) fue un artista prolífico que trabajó diversos medios plásticos como la pintura mural, el caballete, la ilustración y la escultura. Dentro de sus obras más destacadas se encuentran la creación de más de 200 dibujos originales que sirvieron para la impresión de timbres postales y fiscales (1935-1951), realizados en los Talleres de Impresión de Estampillas y Valores de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, el mural para la sede del Partido Revolucionario Institucional (1964) y el diseño del escudo nacional (1968).
Si bien Eppens ha sido identificado más por su labor como ilustrador –también se encargó de concebir muchas portadas para diversas revistas sindicales– lo cierto es que al artista siempre le pareció más destacado su papel como muralista, es decir, la pintura mural fue un medio privilegiado que le permitió desarrollar diversas temáticas cercanas a un ideario personal, en el que el ser humano y su lucha por la trascendencia material y espiritual son los ejes de sus composiciones, en ocasiones cargadas de un fuerte sentido nacionalista e histórico.
Francisco Eppens realizó dos murales en Ciudad Universitaria: La vida, la muerte, el mestizaje y los cuatro elementos en la Facultad de Medicina y La superación del hombre por medio de la cultura, en la Facultad de Odontología, ambas obras de 1953. Bajo encargo de los arquitectos Gustavo García Travesí y Carlos Lazo, Eppens concibió el mural de Odontología –bajo la técnica del mosaico de vidrio– con un tema que él mismo consideraba “más universal”, y acorde con la misión de la propia Universidad, que se centraba en hacer de la cultura la vía esencial para la transformación de la sociedad. Si bien el mural no refiere a la función específica del edificio que lo alberga, sí representa el espíritu de una institución educativa que ha centrado sus esfuerzos en impulsar la cultura, la ciencia, la investigación y la difusión del conocimiento.
En la parte central de esta composición se observa una figura masculina, alada y musculosa, que extiende su mano portadora del fuego, cual Prometeo que asegura el bienestar de los hombres al proveerles del preciado elemento, aun en contra de la voluntad de los dioses. Detrás de él, un personaje, que porta la indumentaria de fraile, extiende sus brazos en un gesto que pareciera de protección y de labor compartida. Ambos cuerpos seccionan el espacio plástico formando una diagonal que se contrapone con la horizontalidad sugerida por la serpiente que se extiende a lo largo del mural. El sentido de ascendencia que Eppens imprimió con sus figuras centrales y la cabeza erguida de la serpiente, es equilibrado con las raíces que mantienen al Prometeo anclado a la tierra, sus alas y el impulso que lo llevan hacia el azul del cielo parecieran ser contenidos por su vínculo indisoluble con la humanidad.
Las referencias que aluden al mundo prehispánico a través de la serpiente y el fuego retoman el sentido histórico como una parte fundamental en la obra de Eppens: la continuidad entre el pasado precolombino, la alusión al periodo virreinal a través de la figura del fraile y el futuro que se abre prometedoramente, como las alas prometeicas, son también una referencia a la cultura como un valor que deber permanecer y ser compartido. El repertorio de formas concebidas en este mural, repite algunas de las soluciones utilizadas por el pintor a lo largo de su carrera en diferentes medios plásticos, como por ejemplo la representación de cuerpos contundentes y escultóricos de gran musculatura, el uso simbólico de la serpiente como encarnación de la nacionalidad, el personaje alado protector, el puño cerrado del personaje principal en alusión a la virilidad, a la fuerza y a la actitud defensiva, entre otros elementos que nos permiten identificar el trabajo de Eppens.
En los murales de Ciudad Universitaria, Francisco Eppens puso en práctica por primera vez la técnica del mosaico vidriado, se trataba no solamente de asegurar la mejor conservación de una obra exterior, sino también de potenciar los colores y las formas haciéndolos visibles desde una distancia considerable. La obra muralística en el campus universitario significó la posibilidad de llevar el diálogo entre pintura y arquitectura a un nivel superior, en el cual el espectador tenía un papel dinámico como usuario del espacio y sus ambientes. Asimismo, permitió la experimentación con nuevas técnicas y materiales que tuvieron en cuenta la exposición a los elementos naturales y la integración con el entorno para el cual estaban destinadas las obras. La participación de Eppens y otros artistas que son considerados dentro de una segunda generación de muralistas en un proyecto de esta envergadura, representó finalmente la posibilidad de repensar el movimiento plástico a partir de nuevas iconografías que propusieron un corte histórico para el arte mexicano y su papel social durante las décadas subsecuentes.