José Hernández Delgadillo
MURALISTA COMPROMETIDO CON IDEAS POLÍTICAS
Sus obras, muchísimo más ligadas a la acción colectiva, a las circunstancias de la época y al momento histórico
José Hernández Delgadillo fue, ante todo, un hombre comprometido con sus ideas políticas y un promotor del arte colectivo, así lo afirma Daniel Garza Usabiaga, curador y doctor en Historia y Teoría del Arte por la Universidad de Essex, quien realizó estudios Posdoctorales en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
El pintor, argumenta Garza Usabiaga, formó parte de una generación de creadores que forjó sus ideas y quehacer artístico durante los años 60 del siglo pasado, quienes radicalizaron su ideología motivados por sucesos como el 2 de octubre de 1968. El propio Hernández Delgadillo escribió en sus Notas Autobiográficas que tras los eventos de Tlatelolco:
“…Tenía la convicción de hacer otras cosas, quería hacer murales de combate, murales populares bajo el influjo del 68… La decisión de no hacer nada para el Estado mexicano y muy pocas cosas para la iniciativa privada, sólo para sobrevivir, no me salió por una actitud quijotesca o idealista, sino porque a partir de 1968 varios artistas intercambiamos una serie de experiencias sobre el papel de nuestro trabajo cultural en la revolución, y realizamos una serie de tareas de carácter político.”
El mural Marx, Engels, Lenin y el proletariado, pintado en 1983 en las paredes del auditorio de la Facultad de Ciencias de la UNAM es una demostración de ese compromiso político. “Su trabajo es como artista, agitador y político. El mural que está en la Facultad de Ciencias, no cualquiera hace eso: plasmar el rostro de estos personajes históricos revolucionarios. Hay pocos murales en general hechos en México que incluyeron este tipo de representaciones y sobrevivieron”, puntualiza el especialista y añade:
“Hernández Delgadillo empieza a adquirir visibilidad a inicio de los años sesenta y se incorpora al grupo Nueva Presencia, es un grupo poco estudiado, pero muy relevante en esos años, también estaban Arnold Belkin y Francisco Icaza, entre otros artistas. Buscaban ser un poco la continuación crítica y humanista de la vanguardia pictórica mexicana de la primera mitad del siglo 20, del muralismo, pero a través de otras soluciones y, obviamente, refiriéndose a las preocupaciones de su época.
“Este grupo estaba concentrado en una nueva forma de figuración y un rescate de la figura humana, no solamente como icono, también como sujeto histórico y social. En el grupo Nueva Presencia siempre hablaron de cómo el artista no debía ser indiferente a las condiciones de su época. Después de 1968, Hernández Delgadillo radicaliza su producción y se va a concentrar en la producción de murales a lo largo de su vida. Creo que hizo más de 150, muchos en planteles educativos, escuelas normales, escuelas rurales y viviendas.”
El mural
Ubicado en los muros laterales del Auditorio Alberto Barajas Celis –nombrado en homenaje al matemático, físico y docente de la Facultad de Ciencias– está dividido en dos partes: una dedicada al proletariado y otra con los rostros de Karl Marx, Friedrich Engels y Lenin, quienes enmarcan un grupo de manifestantes que portan banderas rojas.
“De un lado hay una figura compuesta que sintetiza al proletariado y que es una forma muy común en su obra que él utilizaba con estas formas dinámicas que podrían agrupar a varias personas, por decirlo de alguna manera. En este mural hay cuatro hombres y una mujer en esta forma dinámica que representa el proletariado y de la cual salen como su rostro y sus extremidades. En el mural que pintó en el CCH Azcapotzalco también usó estas formas un poco entre orgánicas y dinámicas que conjuntan varios personajes”, describe Garza Usabiaga.
“Si con ese mural del CCH del 73, estas formas que están en el auditorio de la Facultad de Ciencias no son tan dinámicas, son un tanto estáticas, están un poco restringidas y, parece, no del todo resueltas. Ésta es la primera sección del mural, la del otro lado conjunta los retratos de Marx, Engels y Lenin, que están un poco fuera de escala y apenas caben en esa sección que les da.
“Entre los tres personajes forman una extraña trinidad y al centro se ve una multitud que también refiere al proletariado, de nueva cuenta es una representación poco dinámica y muchísimo más tradicional, esto es expresivo de la manera que trabajó con estudiantes y gente que no está como profesionalizada en las artes. Y, sobre todo, esta manera de ejecutar medio rápida de Delgadillo. Obviamente no es un mural que se haya llevado meses de trabajo, es una acción de ocupación la cual se desarrolla a la par de otras actividades, como pueden ser mítines o asambleas sociales o políticas”, agrega el también profesor del Posgrado en Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
En sus Notas Autobiográficas, Hernández Delgadillo destacó esa forma de trabajo artístico: “No me propuse hacer obras maestras ni agotar las posibilidades del muralismo. Lo que yo podía hacer, con base en el tiempo disponible y la gente que podía ayudarme, fue precisamente cubrir una necesidad política y propagandística de representar la lucha revolucionaria, la lucha del pueblo. Algunas formas se repiten, hay una cierta reiteración de las mismas, pero el aspecto principal para pintar esta obra –y no es ninguna justificación– es que lo que se ve en Oaxaca no se ve en Zacatecas ni en Puebla u otra parte. Entonces se explica por qué mis murales tienen el sentido de un gran cartel, un gran llamado a la conciencia, a la lucha, a reconocerse como clase, a reconocerse obreros, pueblo. Un aspecto importante es que estos murales no omiten la lucha armada. Pienso que en el arte revolucionario, para ser consecuentes, hay que tomar en cuenta que el objetivo de toda revolución es la toma del poder.
“Por todo lo anterior, hay reiteración de los temas, se repetirán los rostros, la acción revolucionaria, pero no será mecánicamente ni siempre. Pienso que a veces la gente que tiene ganas de fastidiar toma el aspecto negativo de mis trabajos y olvida el positivo. Si los vemos uno por uno, algunos corresponden a hechos concretos de una determinada región, a las características propias del lugar y a sugerencias que me da el mismo conocimiento de la situación y de los compañeros”, añadió el pintor.
Trascendencia
Para Daniel Garza Usabiaga las intenciones de producción colectiva en la obra de José Hernández Delgadillo lo diferencian marcadamente de otros artistas, quienes ponen su obra por encima de su actividad política.
“A diferencia de otros muralistas o artistas históricos –y muchos de los murales que hay en el campus de Ciudad Universitaria–”, define el especialista, “Hernández Delgadillo no tuvo nunca la pretensión de que sus obras fueran consideradas obras maestras o trascendentales. Estaban muchísimo más ligadas justo a esta acción colectiva, que era lo que a él le importaba, y a las circunstancias de la época, el momento histórico. Existieron toda una serie de negociaciones para ver si añadían a Mao Zedong al mural o no, por ejemplo”.
“Los 80 es una década muy convulsa en lo económico y lo social, todas estas cuestiones tienen que ver con el mural. Definitivamente él representa una nueva práctica de la actividad muralista en la segunda mitad del siglo 20, es un trabajo colectivo que se basa en el diálogo, llegar a conclusiones y resoluciones con distintas personas que están involucradas en ese momento particular. Otro de los grandes méritos que tiene la obra del auditorio es que introduce estos personajes a los murales que hay en Ciudad Universitaria de una manera que no se había dado antes, ni se dará después. Es el mural o la obra de arte con vocación más explícita en términos marxistas y revolucionarios que existe en el campus”.
“Nunca fue un artista popular en el sentido de una visibilidad institucional o comercial, no estaba constantemente buscando exposiciones colectivas; un museo representado por una galería no era el tipo de preocupaciones que tenía. Estaba interesado en hacer estos ejercicios murales descentralizados en Chiapas o Zacatecas, en esa época la producción artística se concentraba en Ciudad de México, era el centro de visibilidad de las artes en el ámbito nacional. Es valioso recordar el día de hoy esa práctica comprometida con la sociedad, una producción artística política que es política más allá de lo que se diga en el discurso y está respaldada por activismo”, concluyó Garza Usabiaga.