No debemos tener miedo de la inteligencia artificial (IA). Dicho término es un poco exagerado, porque da la impresión de que son máquinas que piensan. Y no. Son sistemas que vinculan conceptos muy distintos, y por medio de estadísticas detectan de manera más eficiente que nosotros dónde están las relaciones, afirma Miguel Alcubierre Moya, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares.
Son sistemas que hacen relaciones entre cantidades enormes de datos y a partir de ahí proponen otros nuevos. Pueden, por ejemplo, escribir un texto, o si tienen información sobre muchas reacciones químicas interpolarlas y darnos una nueva que no se nos había ocurrido, agrega en entrevista.
De la IA, precisa, “me preocupa el término, porque da una impresión equivocada. Es una herramienta que más que quitar creatividad al ser humano la libera, al despojarnos del trabajo difícil”.
Como es una herramienta nueva, indica, aún no sabemos bien sus potenciales, y preocupa que le quite trabajo a la gente. “Yo creo que sí, algunos desaparecerán, pero habrá otros nuevos. Cuando se inventó la máquina de vapor los empleos manuales, repetitivos, dejaron de existir y esto trajo otras ocupaciones”.
Lo que todavía no queda claro es la legislación, refiere. “No es sólo que entendamos bien los alcances de esta tecnología y para qué se puede usar, sino también para qué no. Por ejemplo, una gran preocupación son los plagios. Las tecnologías de inteligencia artificial pueden sacar textos que provengan de diversas fuentes. Esto sí afecta el trabajo intelectual de las personas”.
Alcubierre considera que se deben hacer legislaciones “para proteger el trabajo creativo e intelectual de los seres humanos frente a estas nuevas tecnologías. Una vez que la tengamos, y comprendamos sus efectos, será una herramienta muy útil. No le tengo miedo, revolucionará nuestra manera de hacer muchas cosas”.
Alcubierre reitera que dichas máquinas “no son realmente inteligentes en el sentido de que tengan conciencia. Son herramientas. Y sí, los seres humanos podemos hacer mal uso de ellas. La legislación debe ir hacia su utilización y prohibir el empleo mal intencionado, que vendría de personas, no de la máquina”.
La estridencia
Por desgracia, advierte, “hay personas muy alarmistas y hablan más fuerte que los que no tenemos tanto miedo. Se oye más en las redes, que son una herramienta maravillosa, pero que permiten magnificar hechos falsos o engañosos. También a las cosas muy llamativas la gente les pone más atención”.
Siempre ha habido este tipo de personas, opina, “anticiencia, que cree en teorías de la conspiración, desde hace siglos, pero no tenían una plataforma, y era muy difícil que tuvieran acceso y pudieran alcanzar a mucha gente con sus mensajes, porque no había quien les publicara sus ideas”.
Quizá los científicos y académicos no nos hemos familiarizado lo suficiente y no aprendimos a combatirlo, considera, “porque no estamos acostumbrados a dar estos mensajes tan llamativos. Nosotros hacemos nuestro trabajo, y aunque no todos realizan divulgación, otros sí, como es mi caso”.
“Hemos permitido que esto ocurra, porque no sabemos cómo evitarlo. Necesitamos entrenarnos. Este tipo de cosas siempre han existido, pero ahora la diferencia es lo fácil que es magnificar los mensajes negativos.”
Debemos interesarnos más por hacer comunicación de la ciencia para evitar mensajes desfavorables. “Ahora hablamos de la inteligencia artificial, que las personas tienen miedo; pero me preocupa mucho más la gente antivacunas. Esto es mucho más grave porque puede ocasionar que haya epidemias más peligrosas y con ello arriesgan a sus propios hijos”, concluyó.