No son horas de olvidar, una exploración de la memoria fragmentada

El documental dirigido por David Castañón Medina fue producido como parte del Concurso de Ópera Prima de la ENAC

Foto: Mandarina Cine.

Al perder la memoria, ¿nos perdemos como personas? Ésa es la pregunta detrás del documental No son horas de olvidar (2020), ópera prima del realizador David Castañón Medina que llegará a la cartelera el próximo 26 de mayo.

La película fue realizada como parte del Concurso de Ópera Prima de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) y tiene como protagonistas a Juana Ramos y Jorge Osorio, una pareja de la tercera edad que debe enfrentar la presencia del alzhéimer en la vida de Juana.

Como explica su sinopsis oficial: “Exilio y alzhéimer son agentes del olvido que erosionan las pasiones más arraigadas del amor y los ideales. Jorge Osorio y Juana Ramos padecieron ambas. El golpe de Estado en Chile obligó a Jorge, Juana e hijos a exiliarse en México, años más tarde, cuando la enfermedad de Alzheimer apareció en Juana, hubo que repensar la vida abandonando los planes en pareja. En la vida anónima y atemporal que vive Juana, Jorge emprende una lucha contra el olvido”.

Castañón recordó que el proyecto se originó tras un periodo de investigación en el que se interesó en cómo la demencia afectaba a diferentes personas, y su intención era crear una obra coral, sin embargo, el tiempo y la historia de exilio de Juanita y Jorge lo convencieron de concentrar el documental en la pareja.

“Concretamente a Juanita la conocí en una casa de cuidado diurno, ese lugar se caracteriza por asistir a adultos mayores que tienen algún problema cognitivo, como demencia. Y me acerqué justo para entender, por una parte, el padecimiento, vivirlo, ver cómo es el comportamiento de las personas, conocer sus historias e irme impregnando de una manera directa en el tema”, afirmó.

Además, agregó: “no llegué con alguna idea en concreto. No sabía si iba a encontrar una pareja, una mujer sola o un hombre solo. Iba un poco abierto, pero tenía algunas directrices con las que me guie para elegir finalmente a Juanita y Jorge, que más allá de la denuncia, tenían que ver con su historia personal, sus aficiones –son las que se retratan en la película: el baile, la música, la poesía–, y este rasgo que en un principio no contemplé: el exilio”.

No son horas de olvidar tiene como ejes temático y estético la manera en que Jorge intenta mantener vivos los recuerdos de Juana, una lucha cuesta arriba debido al inalterable avance del padecimiento. El documental adopta entonces esa fragmentación que experimenta Juana, y echa mano de sus diarios y la robusta colección de películas familiares guardadas por su marido para buscar esas memorias cada vez más difusas.

Los recuerdos

Al respecto, el cineasta comentó: “Le expliqué a Jorge desde un inicio que el propio título de la película tenía la intención de posicionarse, de oponerse al proceso de olvido que es un poco una batalla perdida; porque, hablando de alzhéimer, sabemos que es una enfermedad progresiva, no se detiene y va aumentando conforme pasa el tiempo. Las personas que la viven van perdiendo, si no la totalidad, gran parte de su memoria, de sus recuerdos, su identidad”.

“Ambos sabíamos que era una pelea, quizá, perdida desde el principio. Sin embargo, ésa es la propuesta de la cinta: oponerse al olvido y buscar mecanismos, ya sea a través de las libretas, los videos de VHS, conversaciones que tienen entre ellos. Buscar qué tipo de recuerdos todavía permanecían en Juanita. Le planteé a Jorge que mi intención era indagar, ver qué memorias había aún y rescatarlas de alguna manera, plasmarlas en la película, y de esa forma conservarlas. La premisa siempre le interesó a Jorge, le encantó la idea”, señaló David Castañón.

El proyecto se convirtió así, recalcó el realizador, en la oportunidad de que Jorge, en una película, condensara un aspecto de su vida, guardar ciertas memorias para la posteridad. “Tiene esa afición por las grabaciones caseras, muchos años de su vida grabó y grabó, desde cuestiones cotidianas hasta viajes. Era usual que él registrara y almacenara recuerdos. Eso también lo hacía un acto simétrico, era un eco lo que hacía conmigo”.

“La memoria es uno de los cimientos de nuestra identidad”, aventuró Castañón Medina.

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