En noviembre de 2016, ante el elevado número de casos de sobrepeso, obesidad y diabetes entre la población mexicana –y en un hecho inusitado en la historia del país–, la Secretaría de Salud del gobierno federal declaró, para todas las entidades federativas, una emergencia epidemiológica con el objetivo de intensificar las acciones de prevención, diagnóstico oportuno y control de estos padecimientos.
No debe olvidarse que México ocupa el primer lugar en el mundo en obesidad infantil y el segundo en obesidad en adultos, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef); así como el quinto en cuanto a la prevalencia de diabetes, con cerca de 12 millones de enfermos, según la Federación Internacional de Diabetes.
Sobrepeso y obesidad son dos de los factores de riesgo para desarrollar diabetes, y si bien es cierto que en su aparición intervienen múltiples causas (genéticas, medioambientales y económicas, entre otras), la alimentación desempeña un papel fundamental en ellos.
En este contexto, el pasado 1 de octubre la Cámara de Diputados aprobó, en lo general y en lo particular, las reformas y adiciones a la Ley General de Salud para establecer el etiquetado frontal de advertencia en alimentos procesados y bebidas no alcohólicas que excedan los límites máximos de contenido energético, azúcares añadidos, grasas saturadas, sodio y nutrimentos críticos.
El proyecto, aprobado con 445 votos a favor, cero en contra y dos abstenciones, se pasó a la Cámara de Senadores donde fue aprobado el martes pasado.
Por otra parte, el 11 de octubre, en el Diario Oficial de la Federación, se expidió para consulta pública el Proyecto de modificación a la Norma Oficial Mexicana NOM-051-SCFI/SSA1-2010, Especificaciones generales de etiquetado para alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasados–Información comercial y sanitaria, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 5 de abril de 2010, a efecto de que, dentro de los siguientes 60 días naturales, los interesados presenten sus comentarios acerca del replanteamiento de dicha norma, la cual considera también el nuevo etiquetado frontal de alimentos.
Sellos de advertencia
El etiquetado de alimentos y bebidas preenvasados vigente se basa en las llamadas guías diarias de alimentación. Sin embargo, para interpretar su información se requiere tiempo y un conocimiento matemático mínimo, y el consumidor no dispone de mucho tiempo para hacer cálculos en el momento de la compra; además, emplea términos no específicos y no toma en cuenta a la población no alfabetizada ni a los niños y adolescentes, los cuales difícilmente saben qué son las calorías y cuántas deben consumir al día, por ejemplo.
A partir de estos inconvenientes se ha propuesto en México un nuevo etiquetado frontal de alimentos, inspirado en el que ya se utiliza en Chile, con información más clara sobre el exceso de calorías, azúcares, grasas saturadas, grasas trans, sodio y, en su caso, edulcorantes.
“Todos estos nutrimentos tienen un gran impacto en el sobrepeso y la obesidad, y en cuanto al sodio, por sí solo incide también en la generación de problemas de hipertensión arterial, que pueden causar trastornos cardiovasculares”, afirmó Carlos Labastida Villegas, coordinador del Programa Universitario de Alimentos.
Entonces, si determinados productos o bebidas son altos en calorías, azúcares, grasas saturadas, grasas trans y/o sodio, unos sellos dispuestos al frente de los envases se lo informarán al consumidor de manera sencilla y directa.
“De esta manera, será consciente de que el consumo más o menos constante le puede ocasionar, a la larga, problemas de salud, y podrá decidir si los compra o no, sin necesidad de hacer un análisis detallado de los gramos de cada nutrimento que contiene cada porción o envase”, indicó Labastida Villegas.
Por el bien común
Debido a que el problema del sobrepeso y la obesidad es complejo y multicausal, no basta con volver más comprensible la información del etiquetado de los alimentos y bebidas preenvasados para enfrentarlo. “También hay que poner en práctica otras medidas en distintos ámbitos y en diferentes niveles, como promover la salud alimentaria en las escuelas por medio de la divulgación del llamado plato del bien comer, integrado por cereales, verduras y frutas, y leguminosas y alimentos de origen animal; impulsar la actividad física en contra de la vida sedentaria; disminuir el tamaño de las porciones de comida; revisar los mecanismos publicitarios que se utilizan para favorecer la compra de alimentos y bebidas preenvasados, e involucrar más a la sociedad en su conjunto y a cada individuo en particular, ya que éste es finalmente quien con su libre albedrío o influido por campañas publicitarias decide qué comprará para comer o beber”, añadió Labastida Villegas.
En opinión del funcionario universitario, es muy importante dejar bien asentado que las medidas que se están tomando en relación con la modificación del etiquetado de alimentos y bebidas preenvasados no tienen como objetivo fundamental afectar intereses de ningún sector en particular.
“Ésa no es la intención. Están orientadas a alcanzar el bien común, que, en este caso específico, es la salud de la población, con especial atención en la niñez y la adolescencia; y, junto con otras medidas, a contener y reducir las emergencias epidemiológicas en sobrepeso, obesidad y diabetes que vive nuestra sociedad”, finalizó.
Con base en la evaluación que hizo de la Ley 20.606 sobre la Composición Nutricional de los Alimentos y su Publicidad, que incluye el uso de un nuevo etiquetado frontal, el Ministerio de Salud del gobierno de Chile anunció en julio pasado que ya se han obtenido algunos resultados positivos con dicha normatividad, la cual entró en vigencia el 27 de junio de 2016.
“Sí, disminuyó 14 por ciento la compra de cereales para el desayuno, 25 por ciento la de bebidas azucaradas y 17 por ciento la de postres envasados; asimismo se registró una reducción promedio de entre 46 y 62 por ciento de la exposición de preescolares, niños y adolescentes a la publicidad de alimentos. Además, las madres de éstos ya saben que, en la medida en que tenga más de un sello de advertencia, un producto es menos saludable. Igualmente se registró una reducción promedio de 25 por ciento de azúcares y de entre cinco por ciento y 10 por ciento de sodio en las categorías de alimentos estudiadas”, apuntó Carlos Labastida Villegas.