Tres cuartas partes de la población mexicana adulta, es decir, 75 por ciento (tres de cada cuatro adultos), padece sobrepeso u obesidad, mientras que 35 por ciento de niños en edad escolar y 38 por ciento de los adolescentes presenta esta enfermedad crónica, afirma Ana Lilia Rodríguez Ventura, académica de la Facultad de Medicina.
La especialista en Endocrinología Pediátrica alerta que un niño tiene un riesgo de 40 por ciento de tener adiposidad si uno de sus padres la presenta y se duplica si ambos progenitores la padecen. Por ello, es importante que desde que una pareja decide reproducirse, lo haga presentando un peso normal y/o cuide sus hábitos alimenticios “para no programar” de forma inadecuada al bebé.
Con motivo del Día Internacional de la Obesidad que se conmemora el 12 de noviembre, la académica universitaria resalta que en 2015, durante la reunión de la Asociación Americana de Diabetes, en Boston, se comentó que el personal de salud tendría que centrarse en prevenir la adiposidad porque es incurable a corto plazo, “pero sí podemos seguir luchando para evitar sus complicaciones si logramos reducir entre cinco y 10 por ciento el peso inicial de los adultos y 0.5 del puntaje z del índice de masa corporal en niños”.
Precisa que aun cuando una persona se ponga a dieta, podrá disminuir el tamaño de los adipocitos (células grasas) pero el número de ellos ahí seguirá, “por eso es fácil bajar y volver a subir de peso, lo ideal es la prevención”.
Además, señala, es lamentable que 25 por ciento de los adultos que todavía tienen un peso normal en México, prácticamente la cuarta parte de ellos podría tener exceso de grasa, detectado a través de una báscula especial que calcula el porcentaje de grasa corporal. “Lo ideal es que los varones no tengan más de 20 por ciento y las mujeres no más de 30 por ciento”.
Si no se cuenta con ese método, se puede deducir con facilidad al medir la cintura, en niños lo ideal es que la relación cintura/estatura en centímetros sea menor a 0.5, mientras que en adultos debe ser menor a 88 centímetros y 102 centímetros en mujeres y hombres, respectivamente.
Una de las tasas más altas
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) indica que México tiene una de las tasas más altas de obesidad de entre los países integrantes de ese organismo. Además, 34 por ciento de personas obesas sufre la etapa mórbida, el mayor grado de esta enfermedad crónica.
En ese sentido, la OCDE coloca a México en el segundo lugar de las naciones con mayor índice de obesidad, “la tendencia comienza a una edad temprana, y los niños mexicanos son los más propensos a desarrollarla, sobre aquellos infantes promedio que viven en el conjunto de países integrantes de ese organismo (37.7 por ciento y 31.4 por ciento, respectivamente)”.
Ana Lilia Rodríguez considera que el gran problema es que la gente no ha entendido de forma cabal que el exceso de peso es un padecimiento en sí mismo y una epidemia, un problema de salud pública sin precedentes. Incluso, desde 2017 en el ámbito internacional, “se propuso que acuñemos el término de adiposidad, para que quede más claro que tener sobrepeso u obesidad ocasiona inflamación generalizada en todos los órganos, por el aumento del tejido graso”.
Detalla que con el paso del tiempo, dicha inflamación podría ocasionar disfunción del páncreas con consecuencias como estados prediabéticos o diabetes; hígado graso o esteatosis hepática no alcohólica; en mujeres, síndrome de ovario poliquístico en el que se manifiesta una desregulación de hormonas y se dificulta la presencia de embarazo.
En el caso de las niñas, el exceso de grasa hace que liberen hormonas sexuales y se adelante la pubertad, como consecuencia pequeñas de seis años inician el desarrollo mamario, por ejemplo, cuando ese proceso debe comenzar a partir de los ocho años, abunda.
Por otra parte, prosigue Ana Lilia Rodríguez, también podrían presentarse repercusiones como reflujo gastroesofágico, asma severa, apnea obstructiva del sueño –roncar mucho y de pronto dejar de respirar–, además de alteraciones ortopédicas y daño renal.
Señala que en congresos médicos los nefrólogos han mencionado que cuando han tenido que realizar biopsias por algún problema puntual de salud en personas con obesidad, claramente se observa la grasa en el glomérulo, la unidad funcional del riñón. “Entonces, sí podemos hacer una similitud para que la gente lo entienda mejor: la obesidad y el sobrepeso funcionan como una especie de cáncer en el sentido de que todo este tejido graso va invadiendo órganos y las paredes de los vasos sanguíneos”.
Asimismo, menciona que en niños este problema de obesidad y sobrepeso ocasiona un envejecimiento prematuro; por eso, muchos de ellos podrían desarrollar una diabetes del adulto, es decir tipo 2, hipertensión o algún tipo de cáncer, lo cual es preocupante. De hecho, debido a lo anterior en México hubo estas cifras tan altas de muerte por la Covid-19 en gente joven, porque ya presenta adiposidad, además de varias de sus complicaciones.
De ahí lo fundamental de que dejemos de soslayar el tener exceso de peso, y más en los niños, “hemos visto que culturalmente se piensa que como están en crecimiento no pasa nada y que no nos preocupemos, esto es grave porque hay evidencia científica de que aun los niños tienen exceso de peso por grasa y, como en los adultos, tendrían riesgo de sufrir problemas cardiovasculares o metabólicos.
Puntualiza que el estudio del crecimiento y estado nutricional tiene gran importancia en el cuidado de la salud de niños y adolescentes ya que prácticamente todos los problemas orgánicos, afectivos y sociales que sufren en esas edades se reflejan en un cambio del patrón normal de crecimiento y desarrollo.
De esta forma, es relevante que cuando visiten al pediatra se identifique el estado de nutrición de los pequeños, para evitar que lleguen a la obesidad, usando las gráficas de referencia de la Organización Mundial de la Salud o de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para los patrones de normalidad.
En la pandemia
Durante el distanciamiento social por la pandemia, la población mundial presentó un aumento de peso promedio de seis kilos en adultos –en niños aún no hay cifras claras–, mientras que en la población mexicana fue de ocho kilos, esto debido a que empeoraron los hábitos alimenticios en general, reconoce la universitaria.
Destaca que en el Programa Sacbe (palabra maya que significa el Camino) de Prevención y Tratamiento de Adiposidad Infantil, que se aplica en el Instituto Nacional de Perinatología y que coordina la especialista universitaria, vieron que los hábitos alimenticios asociados a adiposidad empeoraron, porque la gente empezó a estar más horas sentada, realizó menos actividad física o ejercicio, y pasó largas horas frente a pantallas, tuvo sueño corto y/o de mala calidad, aumentó su consumo de cosas más dulces por la ansiedad y/o alteraciones del sueño.
Por otra parte, plantea que el etiquetado frontal de alimentos y bebidas no alcohólicas que garantiza un avance en el derecho a una alimentación saludable, es una buena medida; pero no es suficiente, “tristemente la problemática engloba muchísimas aristas, hay gente que aunque vea cinco hexágonos, compra esos alimentos porque no tiene otra opción”.
Se requiere atacar este problema de salud pública desde varios puntos: mejorar salarios, reubicar el domicilio de los trabajadores cerca de sus centros laborales para evitar demasiado tiempo en traslados; fomentar la actividad física, porque si bien es cierto que se instalaron áreas de deporte en algunos parques, la verdad es que por sus trabajos tan absorbentes o las horas que pierden en el transporte, no tienen el tiempo de ir y llevar a sus hijos, advierte.
Si no se quiere ver por calidad y esperanza de vida, asegura, es esencial que la población considere los costos que representa la atención de la adiposidad.
“Desde mi punto de vista, una solución de raíz podría ser que los mexicanos tuviéramos un mejor ingreso económico a la par de una educación masiva en hospitales, escuelas y centros de trabajo; si aprendiéramos a comer de manera correcta y lo que implica un estilo de vida saludable, estoy segura de que esta epidemia de obesidad y diabetes tipo 2 mejoraría drásticamente”, concluye Rodríguez Ventura.