Pandemia traerá elecciones sui generis en Estados Unidos
Debido a la pandemia por Covid-19 se calcula que este año alrededor de la mitad de los votantes lo harán por correo.
Este martes 3 de noviembre en Estados Unidos habrá elecciones en las que se reelegirá el actual presidente o a uno nuevo. También se elegirán los 435 puestos de la cámara de representantes y 35 senadores y a algunos alcaldes y jueces, y en once estados habrá elecciones para gobernador.
El sistema electoral estadounidense es muy diferente al de la mayor parte de los países del mundo. Una diferencia importante es que se puede votar el día de las elecciones (siempre el primer martes de noviembre) o por adelantado, ya sea por correo o personalmente. Cada estado maneja de manera diferente el voto por correo.
En Estados Unidos no es obligatorio votar y sólo quienes quieren participar se registran en el padrón electoral. A finales de octubre se calculaba que más de 95 millones de habitantes ya había depositado su voto, más de la mitad de los votantes registrados.
Además, debido a la pandemia por Covid-19 se calcula que este año alrededor de la mitad de los votantes lo harán por correo. De estos votos, se prevé que debido a pequeños errores muchos sean anulados, con las consecuencias en el resultado final.
Otra diferencia con los países europeos o americanos, es que en Estados Unidos el resultado de las elecciones no depende del voto directo, sino del Colegio Electoral, que está integrado por 538 electores repartidos en los cincuenta estados del país. Esto significa que el voto de cada ciudadano no va directamente a su candidato sino a un elector. Ahora bien, a diferencia de los votos para presidencia, los legisladores se eligen por voto directo.
Origen del sistema electoral estadounidense
Durante los primeros diez años de la independencia de las Trece Colonias cada una propuso una constitución por lo cual costó mucho trabajo crear una constitución para todos y que se fuera adecuando a medida que se expandía el territorio al tamaño que hoy conocemos como Estados Unidos.
“El debate era que si sólo se contaba el voto por población, las colonias menos pobladas tendrían menor representación en el congreso y el voto urbano sobre el voto rural dominaría siempre en el resultado de las elecciones”, dice Juan Carlos Barrón Pastor, secretario académico del Centro de Investigaciones Sobre América del Norte (Cisan) de la UNAM.
En consecuencia, se tomó la decisión de que a cada estado se le asignara un número de delegados en un comité electoral que se formaría para cada la elección presidencial, cada cuatro años.
“Esta es la razón por la cual prácticamente desde el principio de su historia Estados Unidos tiene un sistema de voto indirecto, que permite, como pasó en el año 2000 y en el 2016, y muy posiblemente este año, que el voto popular no necesariamente corresponda al voto por comités electorales”, dice el académico universitario.
A cada estado le corresponde un número de delegados relacionados con el tamaño de su población y el tamaño de su territorio. California tiene 55 delegados para el comité electoral, el número más alto; Texas tiene 38 delegados, Florida y Nueva York tienen 29 cada uno. Así, el candidato que llega primero a 270 delegados, la mitad más uno del colegio electoral, es el ganador de las elecciones.
Aunque en el siglo XIX hubo algunas excepciones, y recientemente no ha pasado ni creemos que pase esta vez, dice el académico, se supone que los delegados votan en sintonía con el mando popular de su distrito electoral.
Por ejemplo, si en un distrito los dos candidatos obtuvieron alrededor de 400 mil votos, pero uno obtuvo dos mil votos más, pues ese gana todo el distrito electoral, explica el académico. Cuando se suman los votos de todo el estado, aunque sea por un solo voto el candidato ganador automáticamente se lleva todos los distritos electorales estatales.
Por está razón puede pasar que en algunos distritos electorales haya millones de votos favorables a un candidato, pero al sumar los distritos electorales del estado el otro candidato se lleve todos los votos de los delegados, que en el comité electoral van a votar por el candidato ganador. A eso se le llama “el ganador toma todo”.
Hay un debate muy antiguo sobre si el sistema de votación necesita ser modificado.
“Lo veo difícil en el congreso, pues aunque los habitantes de Los Ángeles y San Francisco, en California, de Portland, en Oregon, y de la ciudad de Nueva York, quieran que su voto tenga el mismo peso, hay estados también importantes en términos económicos y políticos, como Wyoming, Idaho, Oklahoma, Kansas, Arkansas, por ejemplo, que nunca van a votar a favor de una modificación en la cual pierdan peso político en el las cámaras”.
La sociedad estadounidense no vota tanto
Creo que una razón de que en Estados Unidos la abstención sea muy alta es la representación. Es muy posible que los grupos sociales considerados como minorías muy posiblemente no se sientan representados por un discurso o por el otro.
Cada minoría tendrá sus razones para no involucrarse políticamente, pero en algunos casos posiblemente se deba a que hasta hace muy poco tiempo no tenían la ciudadanía y prefieren no involucrarse.
En el caso de la comunidad afroamericana, en 2008 vimos un cambio en su actitud, y quizá este año por los movimientos sociales podría haber una mayor participación.
“Pero no necesariamente va a ser así porque el candidato demócrata, Joe Biden, que sería por el que podrían tener una simpatía, comparado con el de enfrente, que es un presidente racista y xenófobo, no ha convocado a la comunidad afroamericana de los movimientos sociales por el temor, en parte con razón, a ser relacionado con esos grupos, considerados violentos por la clase media estadounidense, incluida la afroamericana o de otros grupos étnicos”.
Esa clase media rechaza los actos violentos en los que han incurrido algunos sectores de esos movimientos, como el de Black Lives Matter, en Portland, Oregon, agrega el investigador.
“Es posible que ese sector no se sienta representado, y por lo tanto no sienta ganas de emitir un voto útil por Biden sólo por votar contra Trump, y quizá terminen absteniéndose”.
“Lo mismo pasa con el voto latino, el cual es muy complejo porque hay un voto clasemediero que ha construido su patrimonio en Estados Unidos; pero también hay un voto latino exiliado, perseguido en sus países, que no simpatiza de manera automática con la izquierda, sino todo lo contrario, aborrecen todo lo que huela a izquierda, y vote por Trump”.
A estos fenómenos se le conoce como políticas de la identidad porque, por ejemplo, no toda la comunidad afroamericana es pobre y no toda es excluida. “Hay un sector afroamericano que produce, que compra, que tiene empresas, y si te peleas con ellos porque te pones del lado de los que son demasiado violentos, puedes acabar perdiendo más”.
Aunque Biden obviamente está tratando de sacarle jugo a las políticas de la identidad, en el discurso y en los hechos en realidad es cauto y no se compromete con los migrantes.
“Creo que el perfil de cada candidato responde a su mercado político. Biden es un candidato más atractivo para un votante urbano, universitario, que anda en bicicleta, que no consume carne, preocupado por los derechos humanos, que trabaja en una empresa en la que tiene como compañeros a personas de otras nacionalidades, habitante de una ciudad en la que también hay una oferta de comida coreana, japonesa, de Singapur. Ese estadounidense se siente muy atraído Biden-Harris”.
Pero para el estadounidense que vive en alguna ciudad pequeña de Arkansas, por ejemplo, que consume la comida tradicional estadounidense, que cada domingo va a su iglesia anglosajona protestante, para estos votantes no tienen sentido las ofertas electorales de Biden.
Sin embargo, ambos candidatos están buscando el muy reducido voto de los indecisos; además, este año habrá 16 millones de nuevos electores, jóvenes que van a votar por primera vez.
“Pero por su edad (Trump, 74 años; Biden, 78 años), los dos candidatos están muy lejos de esta generación que va votar primera vez. En el caso de Biden, parece senil porque se le olvidan cosas, se queda pasmado a la mitad de la oración”, dice Barrón Pastor.