La pobreza, las desigualdades sociales y los contextos de violencia que se viven en el país son las principales determinantes sociales que inciden de manera significativa en la salud mental de las personas y que no están siendo atendidas adecuadamente, afirmó la directora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, María Elena Medina-Mora Icaza.
Al dictar la conferencia magistral Salud Mental Comunitaria en el marco del Tercer Seminario Permanente Emergencia Social Comunitaria de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, Medina-Mora Icaza aseguró que aún existe una gran brecha en la atención a los pacientes con problemas de salud mental frente a la atención que reciben las personas con otros padecimientos.
Quienes presentan algún trastorno mental aún no tienen sus derechos humanos protegidos, por lo que es necesario revisar el modelo de atención y garantizar a los enfermos su reintegración a la comunidad.
Las determinantes de la salud mental, enfatizó, no son un asunto que se pueda atender únicamente por el sector salud, se debe trabajar de la mano con otros rubros como el desarrollo social, la educación, el trabajo y la vivienda, además de canalizar un presupuesto suficiente.
Añadió que de acuerdo con un estudio elaborado por el grupo de salud global y publicado en la revista especializada The Lancet Psichiatry, se analizó cómo los determinantes sociales están asociados al desarrollo sustentable y se pudo confirmar que de las 17 metas para el desarrollo sustentable, 13 estaban relacionadas con la salud mental de la población, y tenían que ver con factores como problemas económicos, pobreza , desigualdad, equidad de género, además de la inseguridad y los traumas asociados a la violencia.
“Hay un papel importante de salud, pero también uno muy relevante de seguridad para una vida libre de violencia, porque nosotros sabemos que ésta es uno de los factores de riesgo más significativos para la enfermedad. Nuestra obligación es construir lugares seguros para que todas las personas no estén en riesgo de enfermar y quienes ya lo están, puedan vivir en un ambiente seguro”.
Existe una relación directa entre la pobreza y la enfermedad mental, reiteró, toda vez que ésta última no sólo está relacionada con sus características biológicas, demográficas o constitucionales, sino también con factores de vida formados por las redes sociales y comunitarias, e influida por las condiciones de vida, de trabajo y amplios factores socioeconómicos, culturales y ambientales.
Además, la pobreza también desempeña un papel intermedio en donde hay una desigualdad de ingreso en el vecindario, hay un abuso en el consumo de drogas y no existe una buena distribución de centros de atención médica.
“Conocer y estudiar cuál es ese camino, y determinar cómo la pobreza afecta, tiene mucho sentido, porque entonces nos orienta a ver en dónde debemos actuar y prevenir, y qué se necesita modificar para disminuir el impacto de la pobreza sobre la enfermedad mental”.
Medina-Mora Icaza refirió que, tras una revisión de las encuestas mundiales sobre salud mental, elaboradas en los últimos años por la Organización Mundial de la Salud, se pudo observar, entre otras cosas, cómo en nuestra nación las desventajas socioeconómicas están asociadas con un incremento en el riesgo de abuso de drogas a través de la exposición a la violencia y ambientes inseguros.
“Lo que encontramos en México cuando analizamos la exposición a la violencia en el ciclo vital, es que los testigos de violencia doméstica se daban principalmente entre los menores de 5 a 10 años de edad; los golpes de los padres ocurrían antes de los 17 años; la violación en las dos primeras décadas de la vida; la agresión sexual desde los 5 años con nuevos casos hasta los 25 años”.
La directora de la FP consideró que un elemento fundamental para atender las diferentes problemáticas en torno a la salud mental se relaciona con la capacitación especializada, en la que se debe incorporar a todos los actores que pueden intervenir, con el fin de mejorar los mecanismos de atención, los entornos en la vida de las personas, la promoción de la salud y la prevención de enfermedades.
De igual forma, dijo, es fundamental trabajar en la alfabetización y sensibilización de toda la población sobre la relevancia de esta problemática, con el fin de disminuir la alta estigmatización social que prevalece en contra de la enfermedad mental, también hacia las personas que tienen por vocación atenderla e incluso contra las instituciones creadas para una atención especializada.
Finalmente, indicó que se debe trabajar en mejores y más eficientes políticas públicas que permitan acceder a una atención integral y encontrar los mecanismos para llevar la salud a la comunidad, como el mecanismo más prometedor para reducir la gran brecha de atención que hay para estos padecimientos, además de impulsar la reintegración de los enfermos a su comunidad, en donde el derecho a vivir en comunidad no ha sido siempre respetado.