Al estar atentos a la interacción madre-hijo es posible detectar de manera temprana problemas en un niño con síndrome de Asperger y, con ello, posibilitar que su vida sea más funcional en la sociedad con la ayuda de especialistas como psiquiatras o neuropsicólogos, consideró el investigador de la Facultad de Psicología (FP), Fructuoso Ayala Guerrero.
En el marco del Día Internacional del Síndrome de Asperger, que se celebra mañana 18 de febrero, el académico detalló que este problema forma parte de los trastornos del espectro autista, y se encuentra dentro de los problemas de comunicación más leves.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud una de cada cien personas en el mundo padece algún tipo de autismo, es decir, alrededor de 37 millones de personas de una población que ha rebasado los 8 mil millones de habitantes; en México uno de cada 115 niños tiene un espectro autista, según datos de la Asociación de Asperger en México.
Ayala Guerrero recordó que este síndrome fue nombrado en honor al pediatra austriaco Hans Asperger, quien en 1944 describió esta condición en niños que tenían dificultades para entablar amistad, problemas de comunicación –tanto conductual, como del habla– y fue incluido ese año en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría; en 2013 se incluyó en el DSM como parte de los trastornos del espectro autista.
Precisó que este trastorno se considera un problema del neurodesarrollo, es decir, quienes lo padecen pueden tener alteraciones de conexiones entre las neuronas o en la liberación de estos neurotransmisores que son fundamentales para la comunicación.
El doctor en Ciencias añadió: “El problema suele ser detectado al año y medio o dos años de vida, cuando empieza el proceso de interacción hablada y son visibles más claramente problemas de comunicación. Sin embargo, también se puede detectar por la incapacidad del pequeño de interactuar con la madre, por ejemplo, a través de una sonrisa, la imitación de balbuceos o seguir mediante la mirada a otras personas (especialmente la madre, con quien debería tener más comunicación), es decir, no es necesario esperar a que llegue la comunicación verbal al año y medio o dos años”.
Estudios en laboratorio, comentó Ayala Guerrero, han revelado que los pacientes con problemas de comunicación presentan lesiones en aquellas áreas cerebrales que se encargan de las actividades sociales, las que regulan el lenguaje hablado, así como la atención, y todo un mosaico de áreas que intervienen en el comportamiento social.
Es importante resaltar, añadió, que especialistas en otras regiones del mundo revisan sobre todo los posibles daños en las llamadas neuronas espejo, nombradas así porque reflejan una conducta, es decir, alguien bosteza y, como reacción social las personas cercanas a ese individuo también lo hacen.
Sin cura
Fructuoso Ayala agregó: “Poco a poco vamos a ir avanzando en el estudio del Asperger, el cual, desafortunadamente, se puede confundir con otro tipo de trastornos y equivocar el diagnóstico. Todavía no hay una cura precisa; lo que se hace es controlar los síntomas, entre los que también se encuentran la ansiedad o depresión”.
La estimulación temprana, prosiguió, es muy importante para aprovechar la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para modificarse estableciendo conexiones nuevas para llevar a cabo ciertas actividades; el objetivo es estimular al paciente con diferentes tipos de tareas para reforzar esas habilidades que están deterioradas.
Entre las sugerencias de tratamientos destacan la equinoterapia, es decir, los sujetos conviven y montan un caballo, lo que estimula de manera masiva el cerebro, o la delfinoterapia, donde los delfines, el agua, los cambios de temperatura estimulan el cerebro y gran cantidad de receptores, finalizó.