Prácticas agroecológicas: Una opción para tener sistemas agroalimentarios sostenibles
Éstas retoman principios de la agricultura tradicional y buscan tener sistemas productivos que hagan uso eficiente de los recursos para la producción y que disminuyan el impacto negativo que tienen las prácticas convencionales
El enfoque convencional de producción de alimentos se basa en sistemas intensivos con monocultivos o donde se cría una sola especie animal. En este enfoque, para alcanzar los rendimientos deseados se utilizan cantidades considerables de fertilizantes, agua, alimentos balanceados, combustibles, medicamentos y agroquímicos, sin embargo, el uso ineficiente de estos insumos genera desechos contaminantes e incrementa la dependencia del sistema a recursos externos y no renovables. En México, más del 80% de las unidades de producción son a pequeña escala, con superficies menores a 5 hectáreas, en la mayoría se cultivan maíz y frijol para autoconsumo. En estas parcelas las labores de cultivo se hacen en forma manual o con tracción animal, se emplean semillas criollas y la mayoría dependen de la lluvia para el riego, por estas características se pueden considerar sistemas tradicionales. Tanto en los sistemas convencionales como en los tradicionales, cada ciclo agrícola los productores, además de los desafíos propios de la producción, se enfrentan a factores adversos como sequía, exceso de lluvias, baja fertilidad del suelo, incremento en los costos de insumos agrícolas y baja productividad, además deben considerar factores de mercado, políticas públicas y hábitos de consumo.
Ante estos retos, se investigan alternativas de manejo que incrementen la sostenibilidad de los sistemas, entre estas se encuentran las prácticas agroecológicas. Estas incluyen fertilización con fuentes orgánicas, integración de sistemas agrícolas y pecuarios, reducción de la dependencia de insumos externos, aumento de la diversidad de especies en la parcela, disminución o eliminación del uso de agroquímicos, conocimiento de las condiciones climáticas, uso eficiente del agua y cocreación de conocimiento. Estas prácticas retoman principios de la agricultura tradicional y buscan tener sistemas productivos que hagan uso eficiente de los recursos para la producción y que disminuyan el impacto negativo que tienen las prácticas convencionales.
Los sistemas que adoptan prácticas agroecológicas son más resilientes ante factores adversos por los cambios que ocurren en sus componentes. Por ejemplo, la fertilización orgánica con estiércol y abonos verdes mejora las propiedades del suelo al aumentar el contenido de materia orgánica, favoreciendo la actividad de los microorganismos, la disponibilidad de nutrientes y una mayor capacidad de retención de humedad. Esto se traduce en mayor rendimiento, suelo de mejor calidad y mayor resistencia al estrés hídrico. Además, se promueve el reciclaje de nutrientes y la integración de los sistemas agrícolas y pecuarios reduciendo la cantidad de desechos y emisiones generadas por el ganado. Cuando se disminuye el uso de fertilizantes inorgánicos, agroquímicos y combustibles, el sistema depende menos de insumos externos no renovables. Esto ayuda a enfrentar los problemas socioambientales que afectan a las cadenas de suministro, asimismo reduce costos de producción y emisiones, sobre todo cuando estos productos se sustituyen por insumos locales de origen orgánico.
Por otra parte, la asociación y rotación con leguminosas aporta nitrógeno, disminuye la incidencia de plagas, maleza y la erosión, favorece la presencia de insectos benéficos y permite la cosecha de productos adicionales al cultivo principal. Con esta práctica el sistema es más diverso y se convierte en proveedor de nutrientes en vez de solo extraerlos como ocurre en los sistemas convencionales. En el mismo sentido, el uso de variedades adaptadas a las condiciones locales, como las criollas o nativas, incrementa la resistencia del sistema a condiciones climáticas adversas y a las restricciones de nutrientes y agua; estas variedades tienen propiedades nutraceúticas que son benéficas para la salud y son más asequibles que las variedades comerciales. Finalmente, con la cocreación de conocimiento y la construcción de redes se facilita la comunicación entre productores y se fortalece la adopción de prácticas de manejo que generan cambios positivos en sus sistemas.
Las prácticas agroecológicas mejoran los sistemas de producción en todas sus dimensiones generando beneficios tangibles e intangibles, entonces cuando un productor adopta estas prácticas produce más, resiste mejor los efectos de factores adversos y podrá satisfacer necesidades presentes y futuras porque tendrá un sistema sostenible. (Martha Elena Domínguez Hernández, Departamento de Ciencias Agrícolas – FES Cuautitlán UNAM)