Prevención del deterioro cognitivo en adultos mayores

La población está envejeciendo. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2050 habrá 1,600 millones de adultos mayores de 60 años en todo el mundo; en México, la cifra actual de 16 millones de adultos mayores se duplicará. Aunque esto refleja el incremento de la esperanza de vida, también resulta relevante pues la vejez es el principal factor de riesgo para el desarrollo de un Trastorno Neurocognitivo (TNC).
Los TNC suelen iniciar tardíamente en la vida y son un grupo de trastornos cuya principal manifestación clínica implica alguna alteración del funcionamiento cognitivo, por ejemplo, problemas de memoria. De hecho, el envejecimiento normal se asocia a un declive cognitivo, pero en pacientes con diagnóstico de TNC este declive está exacerbado. Los TNC se clasifican con base en las alteraciones que los causan y el más común es, sin duda, la enfermedad de Alzheimer (EA) que representa entre el 60 y 80% de los casos de trastornos neurocognitivos. Dado que el TNC severo genera discapacidad y dependencia, la OMS ha establecido esta patología como una prioridad de salud pública.
Algunos autores consideran que la detección e intervención temprana, es decir, durante las primeras etapas de la enfermedad, son fundamentales, ya que se podría retrasar la aparición de otros signos clínicos y ralentizar su progresión. Sin embargo, prevenirla desde antes de que haya una manifestación clínica, tendría un mayor impacto sobre la salud del individuo, la familia y la sociedad.
Muchos grupos de investigación se dedican a explorar la presencia de alteraciones cerebrales y neurofisiológicas que pueden predecir si el individuo desarrollará o no un TNC a futuro. Algunas de estas alteraciones permiten realizar predicciones hasta 20 años antes de la aparición de síntomas clínicos. El problema es que la mayoría de estos predictores requieren de técnicas muy costosas, como la Tomografía por Emisión de Positrones (PET), o muy invasivas, como los que implican la extracción de líquido cefalorraquídeo a través de una punción lumbar.
Entre los predictores no invasivos de menor costo, se encuentran la presencia de queja subjetiva en algún dominio cognitivo y algunos patrones del electroencefalograma (EEG). El primero ha resultado ser un predictor débil, pues no todos los adultos mayores que presentan esta queja desarrollarán un TNC, ya que puede deberse también a depresión o ansiedad. Por ello es importante realizar una evaluación neuropsicológica para determinar el origen de la queja. Por otro lado, se tiene el EEG, que nos permite observar la actividad eléctrica del cerebro, la cual se observa en forma de oscilaciones de voltaje a diferentes frecuencias (Figura 1). En general, cuando la frecuencia del EEG es menor, es decir, cuando el EEG es más lento, el riesgo de desarrollar un TNC es mayor. Específicamente, si el adulto mayor tiene un exceso de actividad theta (actividad lenta con frecuencia entre 4 y 7 ciclos por segundo), es muy probable que desarrolle un TNC 10 años más tarde.

En el Laboratorio de Psicofisiología hemos observado que los adultos mayores sanos que muestran este predictor de riesgo neurocognitivo tienen características cerebrales diferentes y un funcionamiento cerebral atípico, tanto en reposo como durante tareas cognitivas, cuando los comparamos con un grupo con el EEG normal. Por ello propusimos un entrenamiento de neurofeedback cuyo objetivo era que el individuo aprendiera a regular su actividad cerebral, reduciendo su actividad theta, de modo que se normalizara su EEG. Obtuvimos excelentes resultados que se reflejaron no sólo en el EEG sino en la actividad cognitiva, específicamente en las funciones ejecutivas, que fueron mejorando paulatinamente hasta alcanzar la normalidad un año después del tratamiento (Figura 2).

Actualmente estamos explorando los efectos de un entrenamiento de mindfulness diseñado originalmente para la reducción de estrés, conocido como MBSR. El mindfulness es la capacidad de prestar atención con intención a la experiencia del presente, dejando ir cualquier juicio que aparezca. Dado que el proyecto inició durante la pandemia, este programa se imparte en línea. Tiene una duración de 8 semanas, con una sesión semanal de 2 horas y dos sesiones de 1 hora en las que se entrenan prácticas de meditación y yoga. Hasta el momento, los resultados son alentadores, como se muestra en la Figura 2. Debido a que los efectos positivos del mindfulness se han observado en general en todas las personas, nuestro proyecto acepta a todos los adultos mayores sanos, independientemente de los rasgos electroencefalográficos que posean. Este programa MBSR puede ser el punto de partida para un cambio en el estilo de vida, incluyendo una dieta balanceada, actividad física, buenos hábitos de sueño y actividades de esparcimiento interactuando con amigos y familiares.
Agradecimientos: Catalina Alatorre-Cruz, Sergio Sánchez-Moguel, Susana Castro-Chavira, Héctor Belmont, Teresa Álvarez y Bertha Esquivel. PAPIIT (proyectos IT201123 e IT201125).
*Laboratorio de Psicofisiología, Departamento de Neurobiología Conductual y Cognitiva
Instituto de Neurobiología, UNAM