La Facultad de Psicología cuenta con espacios para tratar a personas en riesgo

Prevención del suicidio requiere de profesionales bien capacitados

El trabajo no sólo se hace en consulta o en un hospital, sino entre las familias, las comunidades y las instituciones educativas; cada interacción puede ser un puente para sembrar esperanza: Laura Amada Hernández Trejo, de la FP

El suicidio es una conducta compleja y acompañada de mucho sufrimiento por parte de individuos que han decidido que ya no quieren vivir. No obstante, se puede prevenir, lo cual requiere de esfuerzos coordinados de personas formadas y, sobre todo, comprometidas con la tarea de identificar y apoyar a quienes están en riesgo, señalaron expertas de la UNAM.

Al respecto, María Elena Medina-Mora Icaza, directora de la Facultad de Psicología (FP), afirmó que “es nuestra responsabilidad apoyar la formación de profesionales, para actuar juntos” y lograr esa prevención.

En el Simposio Barreras y posibilidades en la intervención del comportamiento suicida dentro del contexto escolar, reconoció la labor de Paulina Arenas Landgrave, del Programa de Atención para Personas con Depresión y Riesgo de Suicidio (PADyRS), quien desarrolló una evaluación del riesgo y su incorporación en diferentes programas, a fin de detectar a los individuos que requieren atención inmediata. Eso ha sido muy importante, porque el número de casos atendidos es muy elevado, así como las personas que están bien.

Esto se suma a otros programas instrumentados en la FP para trabajar con quienes están en riesgo inminente y poder ayudarlos. La atención de persona a persona, de joven a joven, es uno de los mecanismos que se han probado en los trabajos como de “máximo beneficio”, detalló.

En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se celebró el 10 de septiembre, Laura Amada Hernández Trejo, coordinadora del Área de Psicología Clínica y de la Salud de la Facultad, refirió que éste todavía es un tema cargado de estigmas y silencios, pero que debe abordarse con empatía y responsabilidad.

“Cada vida perdida es una tragedia que trasciende los números, y cada intento es un grito que muchas veces no escuchamos a tiempo. No sólo debemos aprender las técnicas, las teorías y los modelos de intervención, sino desarrollar una sensibilidad profunda hacia el sufrimiento de los demás para detectar estos signos que son sutiles, esos momentos cuando alguien está al borde del abismo”, expresó.

La prevención no sólo se hace en consulta o en un hospital, sino entre las familias, las comunidades y las instituciones educativas, recalcó. Cada interacción puede ser una oportunidad para sembrar esperanza o ser el puente hacia una ayuda especializada o simplemente para que esa persona no se sienta sola. Esto implica también educar y sensibilizar a nuestra sociedad, romper tabúes y normalizar el diálogo sobre la salud mental.

En su oportunidad, Alejandra López Montoya, coordinadora de los Centros de Formación y Servicios Psicológicos de la misma Facultad, destacó que una de las principales barreras por superar en este tema es el estigma que lo acompaña.

No sólo hay que propiciar que las personas tengan atención, sino asegurarles un acompañamiento y un tratamiento exitosos, lo cual ayuda a que se mantengan con vida. “El suicidio es una situación emocional que debe ser validada; pero también hay que brindar alternativas a los individuos para eliminar ese malestar”.

De las personas con pensamientos, ideas o planes de hacerse daño, atendidas en esos Centros, ninguna se ha quitado la vida. Eso quiere decir que el suicidio es prevenible cuando lo detectamos a tiempo. Hay que quitar los mitos y estigmas que giran en torno a la salud mental, pero también contar con profesionales capacitados que brinden la atención, concluyó.

Hay que asegurar a los pacientes un acompañamiento y un tratamiento exitosos.

Arenas Landgrave dijo que al identificar barreras se generan oportunidades no sólo para la prevención de las muertes por suicidio, sino para dar atención y propiciar “vidas con sentido”.

El Simposio, especialmente dirigido a los estudiantes, se organizó para “hablar de nuestra experiencia tratando de identificar lo que nos ha limitado para entender este fenómeno”.

En la mesa de trabajo Mitos y realidades en el personal académico en la atención al suicidio, María Fernanda Moreno, Fernanda Magallán y Gabriela Vargas explicaron que en la Facultad se están implementando medidas para prevenir el riesgo de suicidio.

En el Centro Comunitario de Atención Psicológica “Los Volcanes” y en el PADyRS se llevan a cabo iniciativas clave como las prácticas extracurriculares “Formación de guardianes informados para la prevención del suicidio”. Quienes han recibido capacitación han podido brindar acompañamiento o realizar un plan de seguridad, y reconocen la necesidad de fortalecer las redes de apoyo.

Los especialistas propusieron seguir implementando programas de capacitación continua para el personal académico, con formación teórica y práctica, “en donde se sigan rompiendo mitos” sobre el tema, reconocer el comportamiento suicida, además de realizar un plan de seguridad.

En la mesa Estrés académico y comportamiento suicida, el equipo conformado por los terapeutas Nimsy Rufino Zavaleta, Ángeles Sánchez Garduño, Ana Sofía Ruiz Luna y Jessica Nataly Rodríguez Lara se refirió que cada año ocurren 700 mil muertes por ese motivo; en 2010 ésta fue la cuarta causa de muerte en jóvenes de 15 a 19 años. En México se registraron 8 mil 837 defunciones en 2023.

El Programa PADyRS, de 2018 a 2024, ha atendido a 220 personas en riesgo; del total de casos, 10 % está asociado a estrés académico. Ante esto se han tomado líneas de acción como sensibilizar y psicoeducar a profesores y personal de los espacios académicos, o capacitar sobre acciones a realizar ante eventos de riesgo de suicidio.

Al hablar de Barreras del personal clínico en la atención a personas con riesgo suicida, las expertas Liliana Guzmán Álvarez, Paulina Arenas Landgrave y Beatriz Macouzet Menéndez resaltaron que los obstáculos personales o profesionales entre el personal es esperado.

Sin embargo, identificarlos permite generar acciones que promuevan soluciones efectivas ante la problemática en cuestión, abundaron en el Auditorio Dr. Luis Lara Tapia de la FP.

Por último, en la mesa El cuidado del/la terapeuta en la intervención del comportamiento suicida, a cargo de César Alejando Pliego Rosas, Mariana Pineda Peña y Alejandra López Vega, se señaló que la salud mental de esos especialistas sigue siendo un tema tabú y hay una notable falta de recursos al respecto.

El 43 % de los profesionales del sector reportan preocupación sobre el impacto de su trabajo en su propia salud mental, de acuerdo con cifras de 2023. Para ellos, tratar a personas con comportamiento suicida implica estrés, angustia, tristeza e impotencia.

Concluyeron que cuidar el bienestar del terapeuta también beneficia a sus consultantes. Él no sólo crea una atmósfera, sino que al mismo tiempo es parte de ella. “La compasión, sabiduría y amor son valores importantes en la relación consigo mismo y con los demás”.

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