En una sala llena de juegos, actividades y libros que te adentran en el mundo del saber, Aerin López-Arce Piña, una niña de ocho años, camina sorprendida ante los diferentes colores, sonidos y formas que integran el Espacio Infantil de Universum, Museo de las Ciencias de la UNAM.
Ese sitio vuelve el conocimiento significativo, hace visible lo invisible y pone al juego –y al asombro– como motivo principal en el aprendizaje de las ciencias, explicó María Emilia Beyer, directora del recinto.
Con entusiasmo, Aerin se acerca a una superficie sobre la que reposa un tubo transparente con cientos de bolitas de unicel en su interior. A lado hay tres botones. Toca uno por uno y, en cada caso, una frecuencia sonora provoca que las pequeñas esferas vibren y formen ondas. “¡Así puedo ver el sonido! Dependiendo de si es fuerte o débil, las líneas cambian”.
Paola González, curadora educativa del espacio, comentó que el juego es de suma importancia para la humanidad. “Es vital. Lo utilizamos durante gran parte de los primeros años de vida, es el motor de nuestros aprendizajes y de la construcción del mundo durante dicha etapa”.
Jugar se vuelve aún más necesario tras el aislamiento por la Covid-19 que, por meses, impidió a las niñeces asistir a la escuela, recrearse en lugares públicos e interactuar con gente de su edad. “Queríamos que volvieran a hacerlo en colectivo al salir del confinamiento”, agregó Beyer.

Cambio
Hace dos décadas, Universum contaba con un área dedicada a las infancias de cero a seis años, con mensajes, diálogos y estrategias educativas adaptadas a esas edades.
En 2020, el museo cerró sus puertas debido a la pandemia y la emergencia sanitaria de más de un año. “Niñas y niños habían dejado de asistir a clases y no podían ver a sus amistades o familiares. Se habían quedado en casa, sin lugares para salir a jugar. El encierro fue difícil para todos, pero quienes lo empezaron durante su primera infancia pasaron casi la mitad de su vida en aislamiento”, recordó la directora.
Así ocurrió con Aerin. El confinamiento inició cuando ella tenía tres años y dejó el preescolar. “Me sentía triste porque no podía ir a la escuela, ver a mis amigos y amigas, o ir al parque”. Fue hasta 2021, cuando tenía cinco, que volvió a las aulas.
La inquietud de María Emilia Beyer sobre cómo había afectado el aislamiento a las niñeces la llevó, junto con su equipo de trabajo, a transformar la sala. Ampliaron el rango de edad de cero a ocho, a fin de que quienes vivieron la pandemia durante la primera infancia tuvieran un sitio donde acercarse a las ciencias por medio de actividades lúdicas.
Incorporaron, además, aspectos sociales a fin de reflexionar y nombrar emociones, algo necesario luego de que la emergencia sanitaria afectara la salud mental infantil al generar estrés, ansiedad e incluso depresión, de acuerdo con el Informe anual 2020 México, del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
“Lo lúdico tiene un significado importantísimo para establecer relaciones sociales, pero también para reiterar aprendizajes. Lo que subyace aquí es que es un área de juego libre”, consideró Beyer.
Experimentar
Dicha zona del recinto cuenta con una sección donde, a través de luz, colores, formas y sonidos, se acercan a la física, las matemáticas y la geometría. “Vienen a construir arcoíris o a sentirse como Isaac Newton, sin saber que están replicando el experimento que él hizo hace siglos. Deseamos asombrar mediante la experimentación con el mundo natural”, planteó la directora.
Uno de los atractivos para quienes visitan este lugar es el Espacio Maker. Ahí, con creatividad, Aerin arma torres con cubos de madera y, en un pizarrón, acomoda piezas que simulan engranajes hasta hacerlas girar.
“Aquí se vale que lo que intentas hacer no te salga bien a la primera, porque así trabaja la ciencia. Queremos enseñar a tolerar la frustración mediante el juego. Estos son los hilos conductores de las secciones”.
Dentro de dicha zona, Aerin observa figuras de abejas, moscas, catarinas y escarabajos. Paola González le acerca algunas para que las toque, vea sus características y le explica la importancia de cada uno de estos animalitos en la naturaleza.
Hablar de emociones
En el área Yo con el Universo, niños y niñas indagan su lugar frente a otros seres vivos y dentro de la especie humana. Hay sectores que plantean preguntas del estilo, ¿cómo sé que estoy vivo?, ¿cómo sé que otros organismos están vivos?, y ¿cómo me comparo con ellos?
Jugando con las dimensiones contrastan su tamaño respecto a sus madres o padres y ven que son menores, pero que resultan enormes ante ciertos animales o plantas. “Son provocaciones que parecen sencillas, pero que se entraman, poco a poco, para que piensen en su lugar dentro del mundo natural, en la familia y en la sociedad”, resaltó Beyer.
En esa sección, que busca la reflexión, hay obra artística de la fotógrafa brasileña Angélica Dass, Humanae, la cual mediante una variedad de retratos visibiliza la heterogeneidad de las personas. Con algunos espejos colocados en las imágenes, las niñeces pueden verse reflejadas dentro de esa diversidad y así formar parte de este trabajo.
La empatía y las emociones también se abordan en este sector. Aerin y su mamá se sientan frente a frente y se observan a través de una rueda giratoria que va alternando su imagen reflejada en un espejo y un acrílico que les permite verse la una a la otra. Hacen muecas y ríen.
Paola González les expone que, con esa actividad, se hace evidente la importancia de ponerse en el lugar de la otra y reconocer sus sentimientos. “El juego y las emociones van de la mano, porque con él resolvemos conflictos. Hablar de esto en la primera infancia es vital, pues ayuda a identificar ¿qué siento?, ¿cómo me siento?, ¿cómo manifiesto eso?, y qué mejor que hacerlo con mis papás, mis soportes emocionales en casa”.
¿Arte, cuentos y ciencia?
Aerin disfruta de estar en la Biblioteca, la primera exclusivamente científica para la primera infancia en México. En ella se ofrecen más de 500 títulos en los que se explican conceptos de matemáticas, física, química, biología y emociones presentes en todo el lugar, por lo que aquí se pueden reforzar los contenidos.
Para responder a la diversidad de formas de aprendizaje y a la importancia de ampliar las estrategias educativas más allá de las digitales, el Teatrino es un teatro guiñol donde arte y ciencia coinciden. Las y los anfitriones interpretan obras, de producción original del museo, para explicarles contenido científico a las niñeces.
En el Gateadero las y los bebés pueden moverse libremente y las mamás encuentran una Sala de Lactancia, que se suma a los espacios que la UNAM está abriendo en favor de la equidad e inclusión.
La directora del museo indicó que ya se trabaja en un área a fin de abordar la sostenibilidad. “Estamos recuperando la parte del jardín para instalar ahí juegos con burbujas gigantes y un huerto cuyos contenidos hablen de ciclos naturales, especies endémicas y en peligro, y de la importancia de seguir una alimentación correcta y saludable”.
Interacción familiar
A Aerin le emociona reforzar sus conocimientos y descubrir cosas nuevas en este sitio al cual describe como “hermoso, genial y único”, pero también se cuestiona si “en él sólo aprendemos niñas y niños”. Para responder a ello, la curadora planteó que también las personas adultas lo hacen, pues es un foro de observación del aprendizaje mediante lo lúdico, del que se obtendrán datos para comprender si éste funciona como detonador de conversación familiar y de la divulgación de la ciencia.
María Emilia Beyer dijo que, desde que comenzaron a diseñar esta área, se interesaron por la opinión de las infancias, pues ellas escogieron las paletas de colores e incluso manifestaron si deseaban, o no, personajes.
“Hoy colabora con nosotros una técnica académica que elaboró una serie de indicadores para evaluar el aprendizaje de la primera infancia a través del juego. Ella está trabajando en ver cuáles son las interacciones más exitosas, las que más gustan o las que menos se comprenden, para así realizar un rediseño conceptual. Esto se convertirá en una documentación de orden académico que nos ayudará a vislumbrar cómo las nuevas generaciones aprenden vía lo lúdico”, añadió.
Esta sala (que pone en el centro de la experiencia al método científico como forma de pensar y en donde las fallas se celebran y no se califican) pretende apoyar a las familias tras el aislamiento por la pandemia y acercarlas a experimentar en colectivo, promoviendo la interacción entre niñeces y cuidadores. Por ello, el lugar ofrece recomendaciones e indicaciones para construir conocimiento científico ahí y en casa.
El Espacio Infantil está abierto para menores de ocho años en compañía de una persona adulta, de miércoles a domingo de 10 a 16:30 horas. Más información en: https://www.universum.unam.mx/exposiciones/espacio-infantil
