Que el cine sea sólo un gesto: Mathieu Amalric

La edición 14 de FICUNAM le rinde homenaje al actor y cineasta con una retrospectiva de ocho películas dirigidas por él, la entrega de la Medalla de la Filmoteca de la UNAM y un conversatorio

Actor de decenas de cintas, rostro insoslayable del cine independiente francés bajo la dirección de Raoul Ruiz, André Téchiné, Julian Schnabel, Alain Resnais o Luc Besson pero también villano en la saga infinita de James Bond y en películas de Spielberg, Polanski, Wes Anderson o Cronenberg, Mathieu Amalric no se considera actor. Y sí, muy en cambio, director. Un director que aprendió a la vieja usanza, empezando por cargar cables y terminando por recibir el Premio al Mejor Director y el Premio de la Crítica en la edición 2010 de Cannes, por la cinta Arriba el telón (Tournée), que también escribió.

La edición 14 de Festival Internacional de Cine de la UNAM (FICUNAM), le ha rendido homenaje a este artista diverso mediante una retrospectiva de ocho películas dirigidas por él, la entrega de la Medalla de la Filmoteca de la UNAM y un conversatorio.

En la mañana del 14 de junio, proverbialmente despeinado, de riguroso negro pero muy casual, Amalric recibe a los periodistas que viajamos en el carrusel de prensa con una sonrisa que no perderá a todo lo largo de su muy extenso día y se dispone a negar con bastante animosidad cualquier definición monolítica sobre los tipos de cine que hace.

“Cuando nos despertamos en la mañana tenemos pensamientos diversos. El cine explora eso. El cine es múltiple”, comienza Amalric. “Ninguna de esas películas es realmente hollywoodense: Spielberg rodó en Budapest para reconstruir París en Munich, una película sobre un hombre que piensa que va a resolver el conflicto árabe-israelí… Y James Bond es inglés, Wes Anderson no es texano, etc. Claro, llegan accidentes a la vida, como ser actor, algo que yo no hice hasta que tuve 30 años. Una cosa llevó a la otra. En todo caso, yo no soy un actor, me hago el actor. Un actor es alguien que nutre su arte con el mundo entero, yo no. Y como no sé hacerlo me veo obligado a trabajar mucho antes, llegar temprano, etc. Los directores pueden temer a los actores, no saben muy bien cómo funcionan. En cambio, cuando recurren a un amigo que también se dedica a hacer películas, hay una complicidad”.

La propuesta estética de Amalric rompe el tiempo cinematográfico, discute nuestros recuerdos, habla de la identidad y de otros temas de gran calado sin perder emotividad y cercanía. Así es como logra responder a sus propias preocupaciones.

“¿Cómo hacer para que esto no pueda ser otra cosa más que cine? La fantasmagoría, las sombras y la necesidad de la imaginación, son cosas que me importan mucho en el cine. Para soportar la época en la que vivimos. También me gusta filmar a la gente trabajando, sobre todo a los músicos, como a John Zorn. Y me gusta que me comisionen películas. También por eso hice Bárbara [cinta sobre la cantante y compositora del mismo nombre], si filmaba a la actriz Jeanne Balibar trabajando, podía hacer un retrato de ella a través de Bárbara”, comenta Amalric.

Por la noche, en la ceremonia de entrega, Hugo Villa, director de la Filmoteca, celebró la carrera de Amalric destacando que “es parte de una generación postrera del magnífico cine francés que hemos visto desde el final de los años sesenta a la fecha, explosión que nos enseñó que el cine es un entretenimiento extraordinario pero también una forma de generar memoria y de reinterpretar el tiempo y recontarlo. Mathieu cedió a esa tentación”.

Al recibir la medalla, hecha de la recuperación de partículas de plata por electrólisis durante el revelado, un Amalric muy conmovido respondió a Villa “Entiendo todo el pasado que esta medalla representa, polvo de plata que cruzará el Atlántico. Cuando hablabas de memoria, pensé en el pasado y recordé esos inicios cuando uno todavía no sabe lo que va a pasar. Con la medalla veo a todas esas personas que me inocularon el virus del cine, como el director Otar Iosseliani, él me contagió el deseo de hacer cine. Pienso también en la UNAM, enorme, que tiene todo lo que se necesita para crear seres humanos múltiples y sin fronteras. Me siento muy contento pensando que yo nunca logré estar en una escuela superior y reprobé todos los exámenes”.

El 15 de junio, en la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario, Amalric conversó con Maximiliano Cruz, director artístico de FICUNAM, y con la cineasta Fana Adjani. Entre las muchas cosas que dijo y se discutieron ahí, declaró que para él hacer cine no tenía una explicación más compleja que haberse enamorado, como diría Jean Renoir. “Claro, con la edad detecta uno ciertas costumbres. Le dije a mis productoras: ‘la próxima vez haré un relato cronológico, ya basta de las memorias, los recuerdos, el desorden’… Y no funcionó, la película que se proyectó ayer, Abrázame fuerte, no lo fue. Debo luchar siempre por mantener todo sencillo, porque el cine sea siempre sólo un gesto”.

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