Oportunidad perdida

¿Qué pasó con el bono demográfico de México?

Investigadoras de la UNAM coinciden en que no se invirtió de manera adecuada en este capital humano; sin embargo, nos encontramos a tiempo de prepararnos social y económicamente para un envejecimiento acelerado

Pirámide de población, distribución por edad y sexo. Fuente: Inegi

Al inicio del siglo XXI, México tenía frente a sí la oportunidad de aprovechar a plenitud su bono demográfico, una etapa de potencial crecimiento que, como lo identifica el Fondo de Población de las Naciones Unidas, se da cuando la población joven (entre 15 y 64 años) supera a las personas dependientes (menores de 15 y mayores de 65 años).

Como explica el Fondo Monetario Internacional (FMI) en el artículo México arriesga su bono demográfico:

“El bono demográfico puede ayudar a lograr un crecimiento económico más rápido y a reducir la presión de egreso de las familias, que podrían aumentar los ingresos de los miembros que trabajan y la esperanza de vida de todos sus integrantes. A nivel macro, los recursos ahorrados en manutención o los activos acumulados por las personas que se van a retirar se pueden aprovechar para realizar inversión social relevante y para acceder a otros bienes y servicios”.

En dicha publicación –fechada en julio del 2018–, el FMI alertaba: “el bono se está desperdiciando por las condiciones socioeconómicas que no ha podido superar y por la falta de herramientas que permitan a los mexicanos hacerlo valer. Además, cada día que transcurre está más cerca de comenzar su declive”.

De acuerdo con el estudio World Population Prospects (https://population.un.org/wpp/publications/files/key_findings_wpp_2015.pdf) difundido por la Organización de las Naciones Unidas en 2015, entonces se identificó un incremento neto para todo “el periodo en el número de personas trabajando, pero, al mismo tiempo, un decremento proyectado en el porcentaje de personas en edad productiva”.

Además, siguiendo la investigación, era notoria una “disminución en porcentaje y masa del número de niños a partir de 2030 y que el porcentaje de personas de la tercera edad casi se triplicará para el 2050” con respecto de los datos obtenidos en el 2015.

Un lustro después de ese pronóstico del FMI, éste va en camino de cumplirse. En su Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) subrayaba que, en comparación con decenios anteriores, la estructura por edad evidenció que la base piramidal de población era más angosta “debido a la reducción relativa de niñas, niños y jóvenes”.

Asimismo, apuntó que entre 1970 y 2020 se dieron dos cambios significativos en la estructura poblacional del país, ya que el porcentaje de personas de 0 a 14 años se redujo del 46 al 25 %, al tiempo que la población de 30 a 59 años pasó del 22 al 38 %. Mientras que el índice de envejecimiento creció de 12 a 48 personas de 60 años o más por cada 100 infantes menores de 15 años. Cifras que para el Inegi demostraban “una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI”.

También, calcula el FMI, se incrementarán los promedios de edad: de 27.4 años, como era en el 2015, pasará a 33.1 en 2030 y a 40.9 al llegar a 2050. Esto se verá reflejado igualmente en la esperanza de vida al nacer: 76.7 años en 2015, 79.4 en 2030 y 83.1 para 2050.

Sus causas

No sólo México está experimentando un proceso de envejecimiento poblacional, éste se ha presentado en diversas zonas del mundo –en especial Europa y Estados Unidos–. Las causas del fenómeno son diversas, mencionó Verónica Montes de Oca Zavala –investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS)–, pero las más importantes se relacionan con un descenso de la fecundidad desde los años 60 y 70 del siglo XX en México, que se ha combinado con una baja de la mortalidad.

“Hoy en día, tenemos bastantes nonagenarios y centenarios en el país, por esto ya no se habla de tercera edad porque ahora también hay personas de cuarta y de quinta edad. Es un fenómeno muy interesante, único en la historia; por eso, es tan relevante en el mundo, pues no hay un antecedente en la historia de la humanidad en el que se haya visto el incremento de estos individuos envejecidos de pronto”, añadió Montes de Oca.

Isalia Nava Bolaños –investigadora en el Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc)–, comentó, por su parte, que “este proceso de envejecimiento tiene una serie de especificidades. Una de ellas es la rapidez del fenómeno. Tenemos poco tiempo para prepararnos para los retos y desafíos que plantea el envejecimiento de la población. Y, el otro, son las pocas oportunidades que como sociedad tenemos para prepararnos, tomando en cuenta los antecedentes internos que hemos tenido como país y la evolución de distintos indicadores económicos”.

Más años de vida

Para ambas investigadoras universitarias es necesario que el país comience, lo más pronto posible, procesos que permitan anticipar los desafíos que conlleva una población con más años de vida a cuestas, sobre todo en términos económicos.

El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), por ejemplo, señaló en el documento Pobreza y personas mayores en México 2020 que “la población mayor presenta menor incidencia de pobreza que el resto de las personas, aunque se encuentra expuesta a la reducción de las capacidades físicas y el retiro del mercado laboral, así como a condiciones específicas de salud y educación, entre otros factores”.

De acuerdo con la instancia gubernamental, en 2020, el 46.1 % de la población de 65 años o más contaba con ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos. Mientras que poco más de la mitad (55.7 %) de las personas mayores contaba con ingresos por pensión no contributiva (programas sociales) y el monto promedio fue de 1,292 pesos por persona al mes. Además, el porcentaje de personas mayores en situación de pobreza alcanzó el 37.9 %.

“Sabemos que el comportamiento económico de las personas se modifica a lo largo de la vida y que en edad avanzada hay una serie de transformaciones importantes: el retiro de la actividad económica, menores niveles de productividad y un cambio en el gasto, sobre todo un incremento en salud. Uno de los grandes retos que tenemos como país es considerar la importancia de la salud, debemos tener en cuenta alguna inversión o innovación en estos servicios. Poner mucho énfasis en medicina preventiva, alimentación saludable y ejercicio. Pensemos en un envejecimiento que sea activo”, argumentó Isalia Nava Bolaños y agregó:

“Es muy importante considerar toda una serie de mecanismos de seguridad económica que permitan a la población mayor contar con los recursos suficientes para poder satisfacer las necesidades más básicas. Igualmente, hay una serie de retos en términos de vivienda y movilidad para que las personas mayores participen en el mercado laboral. También en términos de educación para la actualización de esta población, para que sigan participando en distintas actividades de la vida cotidiana”.

Uno de los aspectos más importantes, convino la especialista en efectos económicos del cambio de estructuras de la población del IIEc, está relacionado con pensar el envejecimiento desde enfoques positivos y no como un obstáculo para la economía del país.

“Tenemos que reconocer su capacidad para efectuar distintas actividades productivas que contribuyen a la economía, al desarrollo del bienestar, tanto de los hogares como de la sociedad en general. La población en edad avanzada que continúa en la actividad económica está desarrollando un trabajo –no es por gusto propio, muchos están de tiempo completo, otros de manera parcial–”, afirmó.

Y sostuvo: “es necesario poner énfasis en que las personas mayores son seres activos y positivos, que no son dependientes; por el contrario, pueden aportar bastante a los hogares. Es muy importante que no se generen presiones sobre ellos para que emprendan actividades que no desean o dar pie a algún tipo de explotación. Hay que tener mucho cuidado”.

Un sistema nacional de cuidados

En cuanto al tema de la salud, Verónica Montes de Oca –también coordinadora del Seminario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez de la UNAM– llamó a la creación de un sistema nacional de cuidados, ya que en muchas ocasiones son las mujeres de cada familia quienes se encargan de este aspecto sin una remuneración por las horas invertidas de trabajo.

La más reciente Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares de México, publicada por el Inegi en 2022, evidenció que en 2021 el valor económico de las labores domésticas y de cuidados registró un monto de 6.8 billones de pesos, el equivalente a 26.3 % del Producto Interno Bruto nacional. Asimismo, las mujeres aportaron 2.6 veces más valor económico que los hombres por sus actividades de labores domésticas y de cuidados en el hogar, y aportaron a su hogar, en promedio, el equivalente a 71,524 pesos por trabajo no remunerado.

“La labor que se realiza es muy pesada, hay estudios en el mundo que muestran que las mujeres dormimos menos porque trabajamos muchísimo más, pero también en los que los ingresos que recibimos las mujeres por el mismo trabajo no es el mismo”, consideró Verónica Montes de Oca y siguió:

“Se le está extrayendo a las mujeres tiempo para su propio desarrollo, para poder contribuir a su propia autorrealización y para hacer cosas que ella misma disfrute. Es un tema muy interesante, pero en este momento histórico hay una confluencia muy valiosa entre el feminismo, los estudios sobre envejecimiento, los estudios de la economía del tiempo, de la economía de género, de la economía del cuidado y de la economía del envejecimiento. Es un momento muy importante, Naciones Unidas está planteando cómo se deben de dar y cómo se tienen que articular los sistemas de protección social.”

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