Posibilidad de un diálogo liberador

Sacrament at Minos, o el encuentro con la sombra

Leonora Carrington, escritora y pintora inglesa nacionalizada mexicana, elaboró esta obra surrealista hacia 1954

Imagen tomada del Instagram @leonoracarringtonestate.

Al igual que la literatura, la pintura surrealista se desarrolló a partir del automatismo que Breton predicó en su manifiesto de 1924 como uno de los caminos más eficaces que podían conducir a la producción de “las más bellas imágenes”, aunque los artistas plásticos que abrazaron este movimiento vanguardista también recurrieron a otros métodos que implicaban el azar y la improvisación –o a técnicas como el collage, la yuxtaposición y el frotagge–, para crear obras de arte que trastocaban, sin tapujos, la lógica y la razón.

Breton estaba en contra de la imitación como meta del arte. Para él, lo verdaderamente valioso se hallaba dentro del artista. Por eso escribió en El surrealismo y la pintura: “La obra plástica, para responder a la necesidad de revisión absoluta de los valores reales sobre la que hoy están de acuerdo todos los espíritus, se referirá, pues, a un modelo puramente interior, o no será”.

Así, con mucha frecuencia, el arte surrealista presentaba, por medio de colores intensos y formas distorsionadas, imágenes oníricas y simbólicas.

En la mesa temática El arquetipo de la sombra y su carácter liberador en Leonora Carrington, Alberto Rodríguez González, profesor e investigador de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), mencionó el cuadro Sacrament at Minos (1954) como la obra de la pintora y escritora inglesa nacionalizada mexicana donde mejor se representa el encuentro con la sombra –es decir, el inconsciente–, “temible y destructiva, pero a la vez fascinante y espiritualmente productiva para la conformación plena del sí mismo”.

La pintura muestra una composición en dos planos de un templo dorado. En la parte inferior, la cual puede ser entendida como la profundidad inconsciente, se ve la lucha de dos seres zoomorfos –uno de cuerpo negro y cabeza blanca, y otro de cuerpo blanco y cabeza negra– que, si bien son opuestos, se complementan.

“El animal de cuerpo blanco salta sobre el de cuerpo negro y le devora la cabeza. Pero, pese a su violencia, el acto asesino resulta productivo, ya que del chorro de sangre del animal asesinado sale un huevo verde azul, símbolo de las potencias genésicas”, agregó.

Un diminuto ser alado transporta el huevo hacia el salón superior del templo, donde otros dos animales (uno blanco con alas y cabeza de serpiente, otro negro con alas y cabeza simiesca) se encargan de cuidar un ave de múltiples ojos, también verde azul, la cual, habría emergido del huevo.

“Así, del primer encuentro con la sombra, sanguinario y destructivo, brota un principio productivo; de tal suerte que el segundo encuentro resulta armonioso y de éste emerge la síntesis de los opuestos, representada por el ave de múltiples ojos que encarnaría la conciencia que al acceder a un conocimiento pleno que antes le estaba vedado consuma su libre albedrío, como señalaba la teoría de Carl Jung”.

Según Rodríguez González, cuando joven, Leonora Carrington tenía la necesidad de escapar del estrecho corsé de la moral de la alta sociedad burguesa, y esta necesidad encontró en los postulados del surrealismo la posibilidad de un diálogo liberador.

“Si bien podemos presumir que las exploraciones de lo animal sagrado como manifestaciones de lo espiritual le llegaron de manera temprana a través de sus raíces irlandesas, también es factible que estos principios se articularan con el estudio de las ideas del psicoanálisis junguiano que habría comenzado a conocer cuando se integró al grupo surrealista”, finalizó.

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