Historia de vida

Se graduó como pedagoga a los 65 años de edad

Mención honorífica a Guadalupe Rosas; su tesis, “La comunicación entre padres e hijos adolescentes. Taller para el desarrollo de estrategias de comunicación”

Foto: Víctor Hugo Sánchez.
Foto: Víctor Hugo Sánchez.

A sus 65 años, Guadalupe Rosas Pérez recibió mención honorífica por su tesis “La comunicación entre padres e hijos adolescentes. Taller para el desarrollo de estrategias de comunicación”, con la que obtuvo el título de licenciada en Pedagogía.

Y es que Lupita, como la conocen todos en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), donde trabajó por 31 años, nunca se dio por vencida y, pese a las adversidades, no cejó hasta terminar sus estudios universitarios.

Como muchas jóvenes en la década de los 60, realizó la primaria completa con un gran interés por aprender más –de hecho la hizo en sólo cinco años–, y los problemas económicos de su familia la llevaron a estudiar comercio, por lo que a los 12 ya contaba con un certificado que le permitiría trabajar, aunque ella soñara con ir a la secundaria.

“Yo decía, se equivocaron, me apuntaron mal, porque desde mi ventana veía que las chicas de la secundaria disecaban ranas, hacían pinturas al óleo, obras de teatro y yo hacía contabilidad y mecanografía”, recordó.

Posteriormente se casó y vinieron los hijos. La crisis económica de 1986 la orilló a buscar nuevamente un trabajo, y aunque intentó regresar a la escuela, esa meta no se concretó, por lo que el 19 de junio de ese año comenzó a trabajar en el CEIICH, cerca de especialistas como Pablo González Casanova, Daniel Cazés, Norma Blazquez y Guadalupe Valencia.

“Es un privilegio pertenecer a la comunidad universitaria. Me siento muy orgullosa de que esta casa de estudios ofrezca el apoyo y las condiciones para aprender a aprender. Mi centro de trabajo fue como mi segunda casa. Siempre se me hicieron muy interesantes las reuniones, las conferencias y, sobre todo, el entusiasmo con el que llegan los jóvenes, en un ambiente propicio para contagiarse de saber.”

Con el apoyo de sus jefes regresó a estudiar, primero terminó la secundaria en el CEPE, la educación media superior en el CCH Sur y pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras.

Romper con las estructuras

Con la asesoría de María Luisa Rodríguez, revisó cómo los grandes filósofos y psicólogos habían ya abordado los cambios de personalidad en la adolescencia, cuando los jóvenes tienen la necesidad de romper con las estructuras ante padres que desean mantener un rígido control sobre ellos.

Esta situación la llevó a diseñar un taller para padres (probado en una escuela) donde reflexionar no sólo sobre los problemas que enfrentan los adolescentes, sino en cómo los tutores vivieron igualmente esa etapa entre la incomprensión y la necesidad de ser escuchados.

“Me siento muy contenta por estar en la Universidad.”, remarcó orgullosa.

Hoy ya está jubilada (desde enero de 2017) y tiene varias cosas en claro: la UNAM más que un trabajo ha sido su casa; los jóvenes son lo más importante para esta institución y también para México, y en cuanto reciba su título buscará llevar su taller a más escuelas para llegar a quien lo necesite.

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