La prevención, luz en el camino
Suicidio, una alerta permanente
Expertas universitarias analizan esta conducta y señalan que hay que fomentar estilos de vida saludables y hacer un uso adecuado del tiempo libre; la UNAM cuenta con programas de atención en distintas instancias
En las últimas décadas ha habido una escalada de muertes por suicidio en niñas, niños y adolescentes; la cifra se incrementó de 4.63 a 5.18 por ciento entre 2019 y 2020.
La situación anterior, la cual es altamente preocupante, concuerda con el hecho de que las tasas de intentos suicidas se han elevado sustancialmente en el último año y medio, indicó Lucía Ledesma Torres, académica de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina.
La especialista detalló que se ha documentado que después de una crisis económica o situaciones como la sanitaria actual, aumentan las muertes por suicidio.
Asimismo, precisó –en el contexto del Día Mundial de Prevención del Suicidio, celebrado el 10 de septiembre con el objetivo de concienciar en el ámbito mundial acerca de que puede prevenirse– que la tasa global de fallecimientos por esa causa es de 10.6 por cada 100 mil habitantes (10 mil 600 muertes), siendo más frecuente en hombres con 13.5 que en las mujeres, con 7.7.
En el caso de América Latina, la también jefa Nacional de Salud Mental del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, puntualizó que la tasa de suicidios es de 14.1 (14 mil) por cada 100 mil habitantes.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en México en 2019, antes de la pandemia, se contabilizaron 6 mil 710 muertes por lesiones autoinfligidas, lo que representa una tasa de suicidio de 5.4 por cada 100 mil habitantes, con una proporción de ocho hombres y dos mujeres.
Estar atentos, sin ser pesimistas
Ante eso, Carolina Santillán Torres Torija, supervisora académica del Programa Crisis, Emergencias y Atención al Suicidio de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, reiteró que no hay que ser pesimistas, ya que la mayoría de las personas saldrán adelante; sin embargo, hay que estar alerta con aquellas que pudieran presentar factores de riesgo como la pérdida de empleo o de uno o varios integrantes de la familia, así como un alto nivel de endeudamiento.
Esos factores, dijo, podrían hacer que este 2021, el contexto pandémico y el cierre del año, en algunos países puede haber una prevalencia de sintomatología depresiva.
Las poblaciones que más preocupan son los estudiantes de secundaria y preparatoria, debido a que están viviendo cambios emocionales y hormonales, teniendo su debut sexual o se inician en el consumo de las sustancias, por vivir situaciones de abuso, acoso, y en algunos casos el rezago o abandono académico.
Torres Torija recalcó: se debe estar vigilante de dichos sectores de la población porque es cuando más se requieren el apoyo social y es cuando menos lo tienen. Asimismo, mencionó que hay que cambiar la idea de que un intento de suicidio es individual; más bien hay que pensar que la salud mental es la consecuencia asociada de lo que sucede alrededor de la persona, “es un termómetro de la desigualdad, el desempleo, la pobreza, la rigidez, la exploración de su orientación sexual”.
Exhortó a estar pendientes y entablar una conversación, tener un directorio a lado para referirlos a un servicio de salud mental especializado, porque el suicidio es el peor de los desenlaces de todas las enfermedades mentales.
La experta detalló que el desconocimiento hace que no se les dé el tratamiento adecuado. Se les considera de forma diferente únicamente por presentar una cuestión de salud mental, “no tenemos que dejar pasar cualquier señal de una persona que está pidiendo ayuda de la mejor manera que puede”.
Dijo que la mayoría de las personas que han muerto por suicidio dieron indicios, pero las personas a su alrededor los dejaron pasar.
Acabar con los mitos
La depresión es la primera causa que está asociada al suicidio, “la depresión sí es la falta de motivación y de energía; no obstante, se han visto pruebas que demuestran que hay una baja de serotonina y los neurotransmisores”.
La doctora en Psicología exhortó a alejarse de actitudes que no ayudan a las personas que pasan por este proceso. En comparación con una cuestión de otro órgano que no es el cerebro, por ejemplo, una apendicitis, “en ningún momento se les dice: aguanta, no te operes, si tuvieras fuerza de voluntad se te quitaría ese dolor agudo, lo mismo a alguien que utilice anteojos, no le dices haz ejercicio”.
El cerebro también se enferma a partir de una pérdida o estrés crónico. Hay personas que tenemos herencia a padecerlo, así como se hereda la diabetes, la hipertensión o algunos tipos de cáncer, también pasa lo mismo con la depresión, los trastornos bipolar o límite de la personalidad, explicó.
Otro mito sobre este padecimiento es afirmar que quien comete un suicidio es porque tiene otra enfermedad de salud mental, a lo que Santillán sostuvo que de 80 por ciento de personas que tienen ideación, planeación o intentos de suicidio sólo tienen depresión, mientras que 20 por ciento de ellas tienen otros trastornos.
Por otro lado, expuso que cada persona puede ser un guardián y puede informarse sobre qué es la depresión y cuáles son las señales tempranas de que alguien esté considerando quitarse la vida, “como cualquier otra enfermedad, si se detecta a tiempo es mejor”.
Las muertes por suicidio afectan en promedio entre seis y 25 personas y hay un efecto de contagio entre los jóvenes. Ante esto, la especialista afirmó que se tiene que aprender a cuidar de uno mismo y detectar cuando los síntomas de depresión están empezando a manifestarse. “Las escuelas son los mejores escenarios para detectar jóvenes con sintomatología depresiva, notar señales tempranas y referir lo más pronto posible”.
De acuerdo con Carolina Santillán, se puede intervenir en tres momentos: prevención, intervención en crisis y posvención. Esta última se refiere a un entrenamiento especializado para atender a los sobrevivientes por suicidio respecto a sus emociones, como culpa, enojo y tristeza. Si no se atiende adecuadamente, las probabilidades de que vuelva a ocurrir son altas.
Finalmente, mencionó que la mejor manera de identificar señales tempranas es poner atención en el cambio de conducta de un joven, que empiece a consumir sustancias, que esté irritable o cualquier señal indirecta de dolor emocional o ideas pasivas como “prefería estar muerto, ojalá no hubiera nacido”, “cualquier señal por muy sutil que sea en el discurso o en la conducta, no hay que dejarla pasar porque podemos ser esa persona que salve la vida de un alumno o familiar”.
Según Lucía Ledesma, urge conjuntar esfuerzos entre las sociedades civiles, las instituciones de salud y las familias para estar atentos a estas señales de alerta, por un lado, y, por otro, actuar de manera rápida con tratamientos que sean los adecuados; sin embargo, lo más relevante es la promoción de la salud y la prevención, hablar del tema y sensibilizar a las sociedades sobre la problemática que se está atravesando.
“Hay que fomentar estilos de vida saludables y hacer un uso adecuado del tiempo libre; no es tan sencillo en tiempos de pandemia, pero podemos instrumentar fórmulas para fomentar e implementar medidas de autocuidado y de promoción de la salud. Esta situación se sufre en todas las latitudes del mundo, pero saldremos adelante”, concluyó.
Testimonio
De viva voz…
Fabiola Méndez
La ayuda es vital, afirma “Estela”, esta joven que hace algunos años vivió, el que llama, el peor momento de su vida: “Yo me sentía muy mal, recibía comentarios negativos hacia mí, todo derivó de la escuela y al ingresar a la universidad se me complicó la adaptación”.
“Estela” nos compartió su testimonio de forma anónima y explica que los profesores la trataban mal, “me decían que no tenía la capacidad de estar ahí y que si pasaba las materias sería por lástima, me lo decían enfrente de mis compañeros y los comentarios siguieron dentro mi familia”.
Esa situación la orilló a dejar la escuela por un año, tiempo en que se dedicó a buscar trabajo. Pero no le gustaba ser vendedora, todo el tiempo estaba triste, enojada, llorando, dormida. Fue durante este año que se dio el intento de suicidio: “Ya no quería seguir y lo que hice fue poner una cuerda en mi cuarto y me colgué; pero me encontró el novio que tenía en ese momento. Él me ayudó porque no le conté nada a mis papás, a pesar de que ellos me dieron todo su apoyo cuando decidí dejar la escuela”.
Después de algunos meses, decidió regresar a la escuela y una amiga le ayudó a buscar ayuda profesional y tiempo después concluyó su carrera.
“Estela” afirma que cualquier comentario sobre la muerte no debe tomarse a la ligera, hay que estar pendiente de la persona, acercarse y decirle que puede pedir ayuda en cualquier momento.
“Hay que aprender a reconocer cuando algo está mal, yo decía que estaba harta y todo el tiempo estaba triste o enojada. Yo sabía que no estaba bien. Que no se estigmatice el hecho de pedir ayuda, sobre todo en hombres, no tengas miedo de acercarte a alguien”, exhorta.
Dentro la Universidad Nacional, las facultades de Psicología, Ciencias y de Estudios Superiores (FES) Iztacala, así como el servicio de Psiquiatría de la Facultad de Medicina y la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia son los lugares que cuentan con estrategias que se dirigen a trabajar conductas asociadas al suicidio.
“Los estudiantes lo deben conocer, las puertas siempre estarán abiertas”, remató Carolina Santillán Torres, supervisora académica del Programa Crisis, Emergencias y Atención al Suicidio de la FES Iztacala.