Dictado del pensamiento sin la intervención reguladora de la razón
Surrealismo: la armonización del sueño y la realidad
Para conmemorar los cien años del surgimiento de este movimiento vanguardista, el Instituto de Investigaciones Estéticas organizó un coloquio en el que participaron varios especialistas de la UNAM y otras instituciones de educación superior del país y el extranjero
El 15 de octubre de 1924, hace ya cien años, el escritor, poeta y ensayista francés André Breton publicó en París el Manifiesto del surrealismo, en el cual detalla los rasgos característicos de este movimiento cultural que habría de ejercer una influencia muy poderosa tanto en la literatura, las artes plásticas, la música y el cine, como en la política, la sociología, la filosofía y la antropología.
En dicho documento, Breton definió, “de una vez y para siempre”, la palabra surréalisme (“sobre, o por encima, del realismo”), acuñada en 1917 por Guillaume Apollinaire: “Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”.
Así pues, basado en la teoría de los sueños de Sigmund Freud, el surrealismo pretendía que el artista se soltara de las amarras que lo sujetaban al racionalismo, para sumergirse en el inconsciente y expresar imágenes irracionales y oníricas.
Al respecto, Breton escribió en el mencionado manifiesto: “Creo en la futura armonización de estos dos estados, aparentemente tan contradictorios, que son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, en una sobrerrealidad o surrealidad, si así se puede llamar”.
Y a continuación, para ejemplificar lo que, a partir de entonces, sería el método de creación de los surrealistas, recordó que todos los días, antes de irse a dormir, el poeta simbolista Saint-Pol-Roux hacía colocar en la puerta de su mansión de Camaret, en la región de Bretaña, Francia, un cartel en el que se leía: “EL POETA TRABAJA”.
Cánones viejos
Para conmemorar el surgimiento de uno de los movimientos vanguardistas más influyentes del siglo XX y analizar su presencia en América Latina, el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM organizó el Coloquio “100 años de surrealismo”, en el que se ofrecieron un diálogo, dos conferencias magistrales y 30 mesas temáticas, con la participación de especialistas de la UNAM y otras instituciones de educación superior del país y el extranjero.
En la mesa temática La poética en el surrealismo, la poesía como arte de vivir, Doriane Maika de Swan Sánchez, poeta multidisciplinaria y estudiante de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, esbozó la filosofía poética del surrealismo desde las poéticas bretonianas.
“Algo que inquietaba a Breton era deshacerse de los cánones viejos que arrastraba la poesía. De ahí que, dejando a un lado sus posicionamientos sociopolíticos, su propia poesía sea, en palabras del poeta gallego Xoán Abeleira, ‘marginal, radical, inquietante y, por lo tanto, única’”, apuntó.
Poéticas bretonianas
Además de crear un antes y un después en la poesía como disciplina y arte de vivir, las poéticas bretonianas ponen a ésta en el centro del surrealismo. La primera menciona que el surrealismo reconoce la importancia de la naturaleza primordial y universal del lenguaje poético, más allá de los poemas.
“Para Breton, la poesía y, en específico, el lenguaje poético era un modo no instrumental de entender el mundo y así comunicar el sentir con el pensar”, señaló De Swan Sánchez.
La segunda expone que la poesía tiene que ser arrancada de su forma tradicional para aislar la materia prima del preconsciente nemotécnico, el cual traza el lenguaje poético.
“Breton afirmaba que lo más importante no era la estructura, sino el mensaje poético que hay detrás de la poesía. Algunos poetas surrealistas se inspiraron en figuras como Rimbaud y Baudelaire, quienes querían concentrar las energías de la creación en el mensaje puro, en lo que Rimbaud llamaba ‘la alquimia del verbo’”.
La tercera establece que uno de los principios surrealistas es el desconcierto sistemático de los sentidos, promulgado por la introducción de imágenes y otras formas de creación sensual dentro del lenguaje poético.
“En la poesía surrealista, por lo demás, se utiliza mucho este acompañamiento de imágenes que fusiona lo visual y lo escrito”, aseguró la universitaria.
La cuarta habla de cómo el lenguaje poético tiene la capacidad de abarcar una zona de imaginación liberadora que persuasivamente llama al –o agresivamente demanda el– cambio de la realidad.
“Para Breton era fundamental separar la actividad poética de la racionalidad y el pensamiento especulativo, apelando siempre a la imaginación y liberando así al ser de las limitaciones de lo ya experimentado. Con todo, la apuesta bretoniana va más allá de la experiencia estética inmóvil, de aquel arte que se congela en la admiración. En el surrealismo es necesaria la revolución a través del arte. No sirve un arte que sólo es admirado, sino uno crítico, humanista y reflexivo en relación con el acontecer diario”, añadió De Swan Sánchez.
Por último, la quinta poética bretoniana subraya la importancia del humor-objetivo (el absurdo que contiene la propia existencia en la realidad) y el azar-objetivo (la inesperada o inexplicable manifestación del deseo subjetivo en el reino de lo objetivo) en la poesía surrealista, y cómo ésta privilegia el placer como principio antes que la realidad.
“En ese sentido, la poesía surrealista pone énfasis en la brecha que hay entre el inconsciente y la realidad objetiva. Para disminuir esta brecha se propone enaltecer el poder que yace en las imágenes de la mente, liberando, por medio del azar-objetivo, las represiones que pueden existir en la personalidad”, destacó.
Principio fundacional
A decir de De Swan Sánchez, el surrealismo no sólo buscaba prevalecer en el tiempo o heredar a las siguientes generaciones una serie de pasos que deberían seguir a manera de una receta, sino también generar un cambio.
“Y por lo que se refiere a la poesía surrealista, su cometido era dejar de pensar el lenguaje como un puñado de formulaciones lingüísticas para reconceptualizarlo. En suma, Breton quiso hacer del surrealismo –y sobre todo, de la poesía surrealista– una filosofía de vida, un modo de vivir más afable y cercano a los sentidos más profundos del alma”.
Asimismo, mencionó que el surrealismo contiene un principio fundacional que caracteriza todas las disciplinas que lo conforman como movimiento: siempre ir más allá de la razón.
“Este principio se hace presente en la poesía con la apología de lo mágico y lo divino, la aventura del inconsciente y la experimentación de posibilidades místicas como búsqueda de la disrupción lógica. Por otro lado, los surrealistas consideraban que el poema debía ser bueno desde el comienzo de su gestación. Para ellos no había tal cosa como pulir trabajosamente un poema, desde el comienzo de su gestación debía contener un mensaje que demostrara su ineludible calidad. Si el poema tenía que pulirse hasta el cansancio, entonces no valía… Y pensaban que el poeta debía asumirse como tal, no podía serlo a ratos: era o no era. Ser poeta, estaban convencidos, era una apuesta de vida”, finalizó.