Tiburón evidenció “que el cine se puede adaptar a ciclos de consumo”
La película dirigida por Steven Spielberg se estrenó hace 45 años en Estados Unidos durante el verano de 1975 y rápidamente se convirtió en un éxito de taquilla, transformando el cine hollywoodense de manera permanente
Hubo una época en que los cines no veían acaparadas sus pantallas por la misma película, antes unas cuantas copias de cada cinta recorrían los cines poco a poco, mudándose de pantalla después de unas semanas. Impensable para los consumidores de cine actuales, que tienen al alcance de un click estrenos y catálogos cinematográficos enteros a su disposición gracias a la virtualidad.
Diversos especialistas denominan a Tiburón (Jaws), de Steven Spielberg, como la película que transformó nuestro paradigma de consumo cinematográfico, su estreno el 20 de junio de 1975 en Estados Unidos fue masivo y llegó por igual a los cines de las comunidades pequeñas o las grandes ciudades –al menos en Estados Unidos, el mundo tardó unos años en ponerse al corriente–. Tiburón saturó el mercado, con 7 millones de dólares de presupuesto terminó generando más de 400 millones de dólares en taquilla alrededor del mundo, según el sitio especializado Boxofficemojo.
“Siendo estrictos, Tiburón tampoco sería el primer blockbuster, sino que quizá dicho honor le correspondería a la segunda película de Star Wars, El imperio contraataca. El blockbuster requiere de una maquinaria de anticipación que calme la ansiedad por ver la película en cuestión a través del consumo, además de la sensación de “posesión” de un objeto asociado a la película, un fetichismo altamente lucrativo”, apunta Jorge Javier Negrete, colaborador de Derretinas, espacio dedicado al cine en Resistencia Modulada, barra nocturna de Radio UNAM.
A pesar del cambio generado a partir de Tiburón, Negrete subraya que los estudios se han concentrado en el éxito financiero de sus productos y no en la calidad al interior de estos, como sí hizo Spielberg en su película, donde un escualo desata el caos en una pequeña comunidad costera y el sheriff del lugar (Roy Scheider), junto a biólogo (Richard Dreyfuss) y un viejo pescador (Robert Shaw), intenta detener al animal ante la falta de acción de las autoridades gubernamentales.
“Los grandes blockbusters de los estudios en la actualidad han cambiado la balanza de la ecuación que Spielberg pone al centro de Tiburón: la tensión creada a través del desarrollo de personajes y el uso dosificado, preciso y contundente de su efecto especial estrella, así como la disposición de elementos cinematográficos utilizados de manera más o menos orgánica, como el score de John Williams.”
“La calidad de la película, juzgada siempre bajo términos muy subjetivos, se convierte en lo menos importante. En la actualidad, los estudios buscan manufacturar consenso para abarcar la mayor cantidad de consumidores posibles, ya no tanto espectadores. Tiburón, como película, no es responsable de este fenómeno, la cuestión fue que se notó que el cine se puede adaptar a ciclos de consumo y que, en ese tenor, el verano es la época clave para el consumidor más indefenso: el niño y el adolescente”, argumenta el crítico cinematográfico.
Y añade: “La invención del blockbuster es una a la que hay que darle crédito a los publicistas, agentes y mercadólogos que vieron la oportunidad de crear algo ‘más grande’ que la película misma, un ‘evento’. Hoy se les llama ‘eventos cinematográficos’, pero realmente de aquello de cinematográfico conservan un mínimo necesario que en muchas ocasiones podría solo reducirse a el lugar en el que son proyectadas”.
Explica Negrete que Tiburón ostentaba “cierta armonía entre los elementos que la integran para generar el efecto que logró, lo que es común hoy es la acumulación y el maximalismo. La voracidad del consumidor se satisface con una cantidad desmesurada de efectos especiales al punto que la narrativa puede convertirse en un elemento accesorio al que se regresa en ocasiones, cosa que da resultados tan intrigantes como la película de Transformers en la que aparecen los Caballeros de la Mesa Redonda. Quizá lleguemos al punto en que la desintegración del blockbuster sea tal, que estos se conviertan en experiencias completamente abstractas unidas por un hilo narrativo cada vez más transparente.”
El largometraje de Spielberg, agrega el especialista, causó tal impacto, el cual se mantiene hasta hoy, porque utiliza al mar “como un elemento ambivalente: uno que añoramos y solemos asociar a descanso y paz, aunque, como todo ente vivo, hospeda no solo esas virtudes sino profundos peligros. A veces parece que el enorme tiburón se acerca a la costa, más que para saciar su hambre, para poder huir también de ese ambiguo mar abierto. Las escenas más terroríficas, así como las más reconfortantes de la película, suceden siempre, en el mar. “
“Me resulta llamativo cómo, en las escenas de playa, Spielberg parece tener en mente lo que ha sido la gran ambición de su carrera, en sus propias palabras: poder superar lo alcanzado por David Lean en Lawrence de Arabia (1962), usando emplazamientos y composiciones similares que también presentan un sentido de ominosidad en tierra firme”, concluye el dos veces finalista del Concurso Nacional de Crítica Cinematográfica organizado por la Cineteca Nacional.