Tiburones: grandes depredadores, pero no escualos asesinos

Unas 400 especies aproximadamente regulan la estabilidad de las cadenas alimentarias en todos los mares del mundo

Los tiburones (la mayoría) son los grandes depredadores en los océanos pero no son esos ‘peces asesinos’ de las películas de terror de Hollywood. Muere más gente en accidentes carreteros e incluso por ataque de otros animales (830 mil personas por picadura de mosquitos en 2015) que por escualos (tan solo seis ese año y 66 en 2018, de acuerdo con el Archivo Internacional de Ataques de Tiburones [ISAF] del museo de Florida).

Asimismo, según The Wordl’s Deadliest Animals, murió aún más gente por ataque del mismo ser humano (580 mil), de serpientes (60 mil), mosca de arena (24 mil 200), perros (17 mil 400) o picaduras de la chinche transmisora del Chagas (ocho mil).

Tiburones en México

En los litorales mexicanos —agrega el doctor Píndaro Díaz— viven aproximadamente 100 de las 400 especies de tiburón que habitan en los océanos, 39 de ellas son de importancia para la pesca comercial.

Entre esas 39 figuran las especies: tiburón martillo, tiburón gata (muy dócil), tiburón peregrino, tiburón volador de puntas negras, tiburón ángel, tiburón azul, tiburón toro, tiburón blanco, tiburón dormilón, tiburón gris, tiburón zorro y tiburón cazón mamón, así como los endémicos: tiburón renacuajo y cazón de aletas con puntas blancas.

La mayoría son depredadores: algunas se alimentan solo de peces, otros de crustáceos, unos de moluscos o del plancton como el tiburón peregrino.

Además, tanto en el mar Caribe como en las costas de Baja California, los tiburones gata (inofensivo) y ballena (muy carismático) son un gran atractivo para el turismo subacuático.

Hay especies protegidas como los tiburones peregrino y ballena, que se distribuyen en aguas nacionales. No se permite su captura, señala el investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL-UNAM). Tampoco la del tiburón blanco, por la pesca desmedida que padeció para obtener aceite de su hígado.

Ahora, ese tipo de práctica ha sido sustituida por el aleteo, lo que ha impactado la pesquería de todo tipo de tiburón. Sin importar la especie, se capturan y se les retiran las aletas, mismas que se exportan a países orientales.

Los tiburones son el eslabón final en las cadenas alimenticias de todos los océanos. El tiburón blanco y el tiburón toro gozan de la peor reputación. Se alimentan de grandes vertebrados como tortugas marinas, lobos y elefantes marinos, focas e incluso crías de ballena.

En México, hay una población importante de tiburón blanco en la Isla de Guadalupe, ubicada frente a Baja California. También en las costas de California, Estados Unidos, que migra frecuentemente hacia Hawaii. Otros hábitats de esa especie son las costas de Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Recientemente se encontró una población importante en el Mar Mediterráneo.

Su linaje, de los más antiguos

Junto con rayas y quimeras, los tiburones forman parte de los Condrictios (con mil 100 especies), clase de peces que representan uno de los linajes más antiguos. Se estima que aparecieron hace unos 400 millones de años. Y hace unos 100 millones de años, los tiburones modernos.

Los elasmobranquios son vertebrados, con esqueleto cartilaginoso y no de hueso (las únicas estructuras óseas son las vértebras), algunos llegan a medir hasta 18 metros y a pesar hasta 20 toneladas, como el tiburón ballena. El tiburón blanco, en promedio, mide de 4 a 6 metros y las hembras pesan entre 700 y 800 kilos. Hay también pequeños: desde unos 20 cm, como las especies del género Squaliolus. En 2010 se descubrió en el Golfo de México una de las especies más pequeñas, el tiburón de bolsillo (apenas 14 cm de largo), bioluminiscente, llamado Mollisquama mississippiensis.

No todos son de dientes triangulares como el tiburón blanco. Unos tienen dentadura aserrada con dientes pequeños sobrepuestos en cada colmillo, como el tiburón tigre, y otros, dentadura delgada e incisiva, como el tiburón mako.

Los tiburones cuentan con un sistema visual, sensorial y olfatorio muy desarrollado. En el hocico, por ejemplo, tienen organelos llamados ampollas de Lorenzini que le permiten detectar movimientos o vibraciones producidas por otros peces e incluso “oler” a una presa desangrándose a kilómetros de distancia.

Estigmatizados, sobre todo en películas que ya son un género tiburonero (The Reef, Sharknado, Bait, Dark Tide, Blue Water White Death y la clásica Jaws), la gente les tiene mucho miedo.

Sí hay ataques a humanos, como ha ocurrido recientemente en Florida, EU, pero porque “nosotros hemos invadido su hábitat. Si gente ajena, desconocida, entra a tu casa, vas a reaccionar inmediatamente”, apunta el doctor Diaz.

También ha habido ataques de tiburón a surfistas. Cuando éstos van montados en la tabla, nadando con las cuatro extremidades, vistos desde abajo, parece que tiene forma de focas o tortugas, principales presas del tiburón. Así que los escualos se acercan y “pegan la mordida” para corroborar si es una presa.

“Nosotros vemos un ataque en lo que es una conducta de curiosidad natural hacia la búsqueda de presas”, subraya el investigador del ICMyL.

Depredación necesaria

Actualmente, apunta el doctor Díaz, los tiburones son uno de los grupos ecológicamente más diversos y con más especies de depredadores en el planeta.

—Como depredador tope ¿cuál es su importancia ecológica?
En los ecosistemas marinos, tiburones y ballenas son fundamentales en la regulación del flujo de energía en las cadenas alimenticias. Los productores primarios, básicamente plancton, son consumidos por los herbívoros (sardinas, por ejemplo) que son parte de esa cadena donde el pez grande se come al chico.

En esa cadena los tiburones tienen el control “de arriba hacia abajo”. Así como el calentamiento de los océanos puede afectar “la productividad primaria”, una falta de depredación de los tiburones e incluso del ser humano (como en el caso del atún) puede alterar la cadena alimenticia.

Supongamos que el hombre y los tiburones no se alimentaran de atún, habría un incremento de individuos de esta especie que depredaría “de más” a los herbívoros y eso alteraría la cantidad de productores primarios en una cadena alimenticia. En consecuencia, puntualiza el doctor Píndaro Díaz, tal alteración del flujo de energía causaría “un desequilibrio” en el funcionamiento de los ecosistemas marinos.

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