El cáncer número uno de tipo endocrinológico ocurre en una glándula que en forma de mariposa tenemos en el cuello: la tiroides, que regula la frecuencia cardiaca, el metabolismo gastrointestinal, la presión arterial, las funciones gonadal y muscular e incluso varias funciones del sistema nervioso central.
En el mundo, el cáncer de tiroides representa del 1 al 3 por ciento de todas las neoplasias malignas y el 90 por ciento de todos los tumores de tipo endocrinológico.
En México, apunta el doctor Sergio Alberto Mendoza Álvarez, es el sexto tipo de cáncer. Su prevalencia por edad es entre los 40 y 65 años, pero por género afecta de forma dispareja: de cada 5 mujeres que padecen cáncer de tiroides hay un caso en hombres.
Entre el 45 y el 65 por ciento de los pacientes presentan un nódulo tiroideo visible en el cuello y de ese porcentaje del 4 a 6 por ciento es diagnosticado como maligno.
Mendoza Álvarez, médico internista y profesor en el Posgrado de Medicina Interna de la Facultad de Medicina de la UNAM, ofrece más datos sobre este cáncer con buen pronóstico.
El 80% por ciento tiene una sobre vida de hasta 10 años. Hay recurrencia entre el 5 y 20 por ciento. Entre el 10 y el 20 por ciento llega a tener metástasis y sólo entre el 5 y 9 por ciento fallece.
Hay varios tipos de cáncer de tiroides. El 90 por ciento de los casos es papilar y tiene buen pronóstico. Hay también cáncer folicuar de tiroides. Menos frecuentes pero mucho más graves son el medular de tiroides y cáncer anaplásico.
Focos amarillos o rojos
Un síntoma inicial del cáncer de tiroides es un aumento de volumen en el cuello por un nódulo tiroideo, que es confirmado con un ultrasonido. Otro síntoma es la disfonía: ronquera que no se quita y aumenta de volumen.
La disfonía puede estar acompañada de disfagia (molestia al deglutir alimentos) e incluso de disnea (falta de aire) cuando el nódulo ya es grande.
La exposición a radiaciones, antecedentes familiares similares, crecimiento rápido del nódulo, si su consistencia es firme o si se encuentra en ganglios, son “focos amarillos o rojos”.
Un ultrasonido, indicado e interpretado por un médico internista o un endrocrinólogo, ayudará a descartar o confirmar si se trata de un nódulo sugestivo de malignidad.
Con base en la escala de TI-RADS se interpretan los componentes ultrasonográficos del ultrasonido. Sí según la escala Ti-RADS el nódulo es 4 o 5 y su tamaño de un centímetro o centímetro y medio, es indicación de biopsia por aspiración con aguja fina.
Si en el estudio histopatológico se identifican células neoplásicas se confirma cáncer y entonces se procede al tratamiento quirúrgico (se llama tiroidectomía), se extirpa la glándula tiroidea y con ella el foco de neoplasia ubicado en alguno de los dos lóbulos de la tiroides o en la parte central llamada istmo.
Levotiroxina de por vida
Quien ha padecido cáncer de tiroides debe tener un seguimiento médico de por vida, porque según el paciente hay un riesgo de recurrencia de la patología, que puede ser bajo, intermedio o alto.
También, de por vida y diario, en ayunas, con base en el peso y riesgo de recurrencia, el paciente debe tomar determinada dosis de Levotiroxina, medicamento que restituye varias de las acciones vitales de la tiroides que ha sido extirpada.
El tratamiento con Levotiroxina no debe suspenderse, aunque el paciente se sienta bien, porque el cáncer puede volver si el organismo no tiene una adecuada sustitución. Además, se puede sentir fatigado, padecer estreñimiento y presentar “datos de hipotiroidismo”.
Finalmente, Mendoza Álvarez recomienda que si uno siente una bolita o aumentó de volumen en el cuello, acuda al médico internista o endocrinólogo para un diagnóstico oportuno de un cáncer con buen pronóstico pero letal si no se trata a tiempo.