Semana del Cerebro
Un cerebro cognitivamente sano, factible para la mayoría de las personas
Aunque es un fenómeno universal, el envejecimiento cerebral puede moldearse con buenos hábitos, explicó Perla Moreno-Castilla en el evento organizado por el IFC
Aunque el envejecimiento suele asociarse con la pérdida de funciones cognitivas, esto no tiene por qué ser así. Diversas investigaciones muestran que es posible mantener habilidades como la memoria a lo largo de la vida y bien entrada la etapa adulta, si el envejecimiento es “normal”, es decir, en ausencia de enfermedades que afectan las funciones cerebrales.
Éste es el punto de partida del trabajo que realiza Perla Moreno-Castilla, investigadora del Instituto Nacional de Envejecimiento (NIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, y quien clausuró la Semana del Cerebro 2022 organizada por el Instituto de Fisiología Celular dando una charla sobre el envejecimiento cognitivo.
“Aunque el envejecimiento se ha asociado con el deterioro de las funciones cognitivas, es un concepto erróneo. Diversos estudios han mostrado de manera consistente que no hay un desgaste de las funciones cognitivas en todos los individuos. Lo que hay es un aumento en la variabilidad individual en las funciones cognitivas de cada persona”, plantea Moreno. Esto quiere decir que podemos incidir en nuestro “destino cognitivo” más de lo que solemos creer.
El trabajo de la neurocientífica mexicana en el NIA se enfoca en comprender las diferencias individuales en la conectividad del hipocampo y el papel de las vesículas extracelulares en la neuroadaptación exitosa de los circuitos cerebrales durante el envejecimiento.
“Esto constituye un reto muy importante, si consideramos el acelerado envejecimiento poblacional que ocurre a nivel global, pero con severas implicaciones en nuestro país, pues México vive hoy una inversión de la pirámide poblacional en un contexto histórico de grandes disparidades económicas, a la vez que existen escasas estrategias públicas para apoyar de manera eficiente la vida tardía de las personas”, describe la experta en la presentación de su charla La conectividad cerebral en el envejecimiento cognitivo: experiencia vs. desgaste.
La investigadora argumentó que, “aunque todos envejecemos, esta etapa es algo personal, es un recorrido individual” cuyo desenlace depende de diversos factores, incluyendo nuestra genética, pero también el contexto social y cultural y el estilo de vida de cada persona, dentro del cual son particularmente relevantes los hábitos de sueño, alimentación, socialización y el ejercicio físico y el de nuestras funciones cerebrales.
“Algo que me ha fascinado es que cuando estudiamos la habilidad cognitiva en distintos animales como perros, monos, ratas, vemos que hay individuos que pueden mantener su capacidad de memoria tal cual la tenían cuando eran jóvenes. Envejecer de manera exitosa –cognitivamente exitosa– es algo factible, natural, y es algo que se reproduce en otras especies. Lo que sugiere la existencia de mecanismos intrínsecos a la neurobiología de nuestro cerebro que modulan el desenlace de cada individuo”, ahondó Moreno-Castilla.
La compleja relación estructura-función del cerebro
Según resultados preliminares obtenidos por Moreno y sus colegas en el estudio longitudinal –seguimiento a lo largo del tiempo– de roedores, los animales que tienen buena o mala memoria la tienen por causas preexistentes. Ha observado que no hay degeneración de las funciones cognitivas en ausencia de enfermedad, sino “alteraciones en la función sináptica”.
En el envejecimiento, explicó, cambia la conectividad cerebral, es decir, que nuestro conectoma –la colección de conexiones entre nuestras neuronas– es otro. “Dado que nuestro cerebro depende de cómo funciona y de las experiencias que tenemos, cada cerebro es único”.
Si la idea es comprender cómo envejece nuestro cerebro, es necesario primero entender la relación entre la estructura y la función, lo cual resulta más complicado en el cerebro que en otros órganos del cuerpo, debido a la alta complejidad en funciones y la diversidad de estructuras. Según expuso Moreno, la organización es compleja en múltiples escalas y niveles.
“Cuando una persona aprende a andar en bicicleta, modifica las conexiones en su cerebro y su estructura”. Se trata así de un constante loop o retroalimentación entre estructura y función, que a su vez se ve condicionada por la presencia, ausencia o modificación de nuestros genes.
Alternativas terapéuticas
La plasticidad neuroadaptativa es la capacidad del cerebro de conectar tantas regiones como se necesiten para cumplir con una función como la memoria. La pregunta que se plantean investigadores como Perla Moreno es si hay forma de intervenir y ayudar a mejorar esta adaptación para lograr un envejecimiento cognitivo exitoso, pero también en personas con problemas cognitivos en etapas más tempranas.
Una de las tecnologías con resultados prometedores es el uso de la estimulación magnética transcraneal repetitiva, que ya está aprobada por la Food and Drug Administration (FDA, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos para tratar la depresión. En algunas pruebas de laboratorio, Moreno encontró que sí puede servir para mejorar la memoria, al estimular las neuronas y la conectividad del cerebro. Sin embargo, también observó que no es benéfico para todos los individuos, por lo que aún es necesario hacer más estudios para estimar su potencial benéfico en diferentes personas según sus características y necesidades.
“Lo que sabemos es que no funciona en todas las personas, se requieren tratamientos individualizados. Para eso necesitamos saber por ejemplo si un individuo tiene plasticidad neurodapatativa y de qué tipo”.
Pero ¿cómo identificar a las personas vulnerables que van a tener beneficios de tratamientos como éstos?, se pregunta Moreno. Para esto se utilizan biomarcadores como la proteína ARC, un gen de expresión temprana asociado a la activación de neuronas. “Tiene la particularidad de que viaja desde el núcleo hasta la conexión sináptica. Esta proteína tiene la capacidad de remover receptores, y entonces modular la fuerza de la sinapsis, fundamental para la formación de memorias”.
Moreno-Castilla y sus colegas trabajan en la detección de esta proteína en la sangre, ya que creen que “esta medición puede ser un biomarcador muy importante, porque esta proteína solamente se expresa cuando hay eventos plásticos como la conexión sináptica, y está muy relacionada con la formación de memorias”. Esto, dice, permite evaluar a su vez la compleja relación estructura-función explicada anteriormente.