Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Minería ya ocupan sus lugares sobre un espléndido escenario montado al aire libre en Las Islas de Ciudad Universitaria, y comienzan a afinar sus instrumentos apenas escuchan el “la” ritual del oboe.
Mientras tanto, en la inmensa alfombra verde que se extiende a los pies de dicho escenario, una multitud conformada por unas 2 mil 500 personas de todas las edades espera alegre y relajada el inicio del concierto que conmemora el 114 aniversario de la fundación de la Universidad Nacional.
Muchos asistentes están sentados en el pasto, en las sillas plegables o en los banquitos que trajeron consigo, en compañía de sus respectivas mascotas perrunas; otros permanecen de pie y otros más caminan de aquí para allá, viendo qué van a comprar, pues la oferta es amplia: raspados, nieves, chicharrones, papas fritas, tlayudas, tacos sudados…
Hay familias enteras, parejas de novios, grupos de amigos, hombres y mujeres solitarios… Eso sí, casi todos se cubren con una sombrilla, porque, a pesar de que una buena parte del cielo está cubierta de nubes, el sol pega duro.
Hacia las 14:50 horas, el director Raúl Aquiles Delgado sale al escenario, recibe el aplauso del público y empuña la batuta. Segundos después se dejan oír los primeros acordes de la primera obra programada: el Himno Deportivo de la UNAM, cantado por los tenores Alfonso Navarrete y José Luis Ordóñez.
Un éxito. Cuando esta obra concluye, la multitud entona feliz –francamente entusiasmada– un “Goya” que retumba por todos lados.
Cerca de la ciclopista que circunda Las Islas, a un costado de la Facultad de Filosofía y Letras, unos niños juegan futbol, mientras su perro los persigue y salta para atrapar la pelota. De pronto suenan las notas de los Sones de mariachi, de Blas Galindo. Alguien grita: “¡Ay yayaaaiii!”, y otros le hacen eco. Sin duda, la formalidad y la circunspección que imperan en las salas de concierto hoy están ausentes aquí… ¡Muy bien!
Ha transcurrido una hora y cuarto, y sólo falta cerrar con broche de oro este magnífico concierto. Entonces irrumpe, luminoso, el Huapango, de José Pablo Moncayo, considerado el segundo Himno Nacional de México… El júbilo se desborda entre el público, y así lo demuestra al final con el aplauso arrollador que le brinda a la Orquesta Sinfónica de Minería y a su director.
El concierto para celebrar los 114 años de la Universidad Nacional termina. Hay quienes empiezan a abandonar Las Islas, pero muchos también se quedan a seguir su día de campo.
Una joven le dice a su acompañante: “Estuvo muy bonito. Ojalá haya más en el futuro…”