Festival Internacional de Cine UNAM 14

Un vistazo a las ficciones de la programación Ahora México

Este año la selección mexicana se compone de nueve películas, las cuales competirán por el Puma de Plata, el premio más importante que entrega FICUNAM

El mirador, tercer largometraje de Diego Hernández. Fotos: cortesía FICUNAM.

Si algo demuestra la programación de Ahora México en el décimo cuarto Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) –del 13 al 20 de junio–, es que “el cine independiente que se está haciendo acá en nuestro país es cada vez más variado”.

Así lo asegura Maximiliano Cruz, director artístico del evento, y añade: “Cada año se hacen más filmes en lugares distintos a la Ciudad de México. También hay más mujeres directoras realizando películas y existe toda una tendencia de colectivos produciendo. Digamos que el cine mexicano está más vivo que nunca y Ahora México es una muestra importante”.

Este año la selección mexicana se compone de nueve películas, las cuales competirán por el Puma de Plata, el premio más importante que entrega FICUNAM. A continuación cuatro de las ficciones que se incluyen en el programa.

El mirador

En apenas su tercer largometraje, Diego Hernández es ya un veterano de FICUNAM. Debutó en 2021 en sus pantallas con Los fundadores, proyecto que recibió el Puma de Plata al finalizar dicha edición –el cual compartió con El compromiso de las sombras, de Sandra Luz López Barroso–. Regresó un año después con Agua caliente (2022), aunque no pudo colarse al palmarés, este año compartió con el público del Festival universitario el estreno mundial de su nuevo trabajo.

Los protagonistas de El mirador son Annya y Guillermo, quienes buscan crecer su profesión entre las tribulaciones de la vida adulta y las exigencias monetarias que ésta conlleva. Sin embargo, el nuevo proyecto de un director que acaba de regresar a Tijuana desde Estados Unidos podría brindarles aquello que anhelan.

Hernández asegura que conforme realiza una nueva filmación el proceso de creación “es cada vez más difícil porque me hago más preguntas que antes, entonces me decantaba por las primeras ideas que tenía y decía ‘sí, hay que hacerlo’. Los fundadores fue un poco eso, muchas primeras ideas. Ahora me planteo muchísimas más preguntas que antes. Pulir esa forma de trabajo que iniciamos con este filme nos permitió tener muchas libertades, más confianza y fe en nuestro proceso”.

Una de las ideas centrales de la película está relacionada con el retrato de Tijuana que se ha hecho desde el centro del país, enfocado la mayoría de las veces en la violencia de la ciudad o en sus dinámicas migratorias.

“Tengo un descontento con la reducción de la ciudad solamente al fenómeno fronterizo. Como este muro nada más que divide a México y Estados Unidos, o solamente la trata de blancas o la drogadicción y de la venta de narcóticos. Sí, son aspectos de la urbe y eso existe en Tijuana, pero hay otras dimensiones cotidianas de ser tijuanense que casi no son retratadas, porque la gente que lo hace no vive aquí. Se ve un aspecto cotidiano que no es muy representado. Es lo que he intentado hacer desde mi primera película”.

Louis Riel, Matías Meyer.

Louis Riel o el cielo toca la tierra

La historia del nuevo proyecto del cineasta Matías Meyer inicia el 1º de agosto de 1885, en Regina, Saskatchewan –una de las 10 provincias de Canadá–, donde “el líder métis Louis Riel (1844-1885) es injustamente condenado a muerte por alta traición por la confederación canadiense. Lo acompañamos en su vía crucis, desde el día de su condena hasta el de su ejecución, el 16 de noviembre de 1885”.

Meyer relató que este trabajo nació desde lo familiar –su padre, el historiador Jean Meyer, dedicó un libro al personaje protagonista: El profeta del nuevo mundo–, y su deseo por relacionarse con su nuevo lugar de residencia –hace unos años se mudó a Canadá–, sin embargo la historia de Louis Riel terminó por absorber toda su atención.

“Estaba un poco extraviado en Canadá, pensando en qué podía hacer uno como cineasta mexicano que se alimenta mucho de la realidad nacional, así que me costaba mucho trabajo encontrar inspiración. Mi padre me dijo: ‘¿Por qué no le echas un ojo a Louis Riel?’, y pensé ‘no de nuevo, ahí voy otra vez a meterme con el trabajo del padre’. Después de vencer ese primer miedo, comencé a leer más acerca del personaje y me fascinó su complejidad. También el hecho de que es una especie de Pocahontas canadiense, en él confluyen muchísimas aristas de la identidad de ese país”, argumentó el director.

Asimismo, anotó que su deseo nunca fue adaptar toda la vida de Louis Riel, sino mostrarlo en una situación límite tras su condena a muerte. Esto además permitió utilizar elementos del cine de Robert Bresson para desarrollar la historia.

“Siento que una biografía en cine es difícil. Funcionan mejor los retratos que están bien acotados a nivel espacial y temporal. Aquí todo sucede en el mismo espacio y en un tiempo que va jugando dramáticamente, porque se le van acabando los días y vemos cómo progresa su personalidad y sus emociones a partir de esa presión. Una de las razones por las cuales mi película tiene un subtítulo –O el cielo toca la tierra– es porque es un homenaje a Un condenado a muerte se ha escapado (1956), que tiene otro título muy bonito: O el viento sopla donde quiere”.

Una historia de amor y guerra

El trabajo más reciente de Santiago Mohar Volkow se estructura alrededor de una red de amor, traición y venganza, en la que el corrupto arquitecto Pepe Sánchez-Campo (Andrew Leland Rogers) debe enfrentar sus crímenes mientras una revelación incestuosa amenaza con desentrañar su inminente matrimonio con Constanza (Lucía Gómez-Robledo).

La propuesta estética de la película mezcla elementos propios de la época del gobierno de Maximiliano de Habsburgo en México –especialmente en el vestuario de los personajes– con ambientes contemporáneos, buscando resaltar cómo ciertos problemas del país no han encontrado respuesta a lo largo de su historia.

Esta decisión, ilustró Mohar Volkow, fue creciendo conforme avanzó la producción hasta convertirse en uno de sus elementos distintivos, junto con la farsa en que se desenvuelven los personajes.

Una historia de amor y guerra, de Santiago Mohar Volkow.

“Se fue haciendo más presente hasta que se convirtió en una parte importante del proceso creativo. Un ánimo como de hipertextualidad barroca que es muy posmoderno, en tanto que parte de una conciencia lúdica para dislocar diferentes símbolos, tropos o iconos y mezclarlos en un tono que yo esperaba fuera original y con el que se pudiera capturar un poco la extrañeza y el absurdo de la historia de la injusticia en México”.

El director comentó que su decisión de hacer una comedia también se debió a que el cine cuya intención es reflexionar sobre las inequidades o problemas del país, en contadas ocasiones lo hace desde la comedia.

Así lo describió: “Creo que podría ser más rico el abanico del cine mexicano, con más miradas para que en conjunto sea más complejo y menos repetitivo y complaciente. Si estás haciendo una película supuestamente política, pero todo el mundo está de acuerdo contigo, ¿qué tan política será al final del día? Puede tener muy buenas intenciones hacer su denuncia, pero hay una diferencia entre realizar una película política y hacer un filme políticamente; lo que significa poner en una posición incómoda tu enunciación y tu forma de ver las cosas”.

Xquipi

Para Juan Pablo Villalobos ser incluido en la programación del FICUNAM 14 es especial, dado que lo considera como una segunda escuela, en la que complementó lo aprendido en su paso por el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), actualmente Escuela Nacional de Artes Cinematográficas.

“El FICUNAM fue como un aula para mí. Cuando estaba en el CUEC me tocó su nacimiento, así que es como cumplir un sueño. Antes era el cinéfilo que veía todas las películas, y ahora mi trabajo está ahí. Se cierra un ciclo”, afirmó.

El cortometraje que se presenta en el Festival tiene como protagonista a Coral y su hermana embarazada Luz, quienes viven en una antigua casa sin agua corriente. En su patio, mientras los albañiles construyen una cisterna, encuentran accidentalmente un entierro prehispánico y un arqueólogo interviene. Por la noche, mientras Luz entra en labores de parto, los hombres hacen otro hallazgo inesperado.

“Últimamente me ha llamado la atención el relato fantástico y las historias heredadas a través de la tradición oral”, apuntó Villalobos sobre las motivaciones detrás de Xquipi y añadió: “Lo que más me llamaba la atención de mi pueblo son los relatos, y uno muy importante (Tehuantepec, Oaxaca) consiste en los tesoros que generaciones anteriores escondieron en una casa. El ombligo era la otra historia que conectaba con Tehuantepec, pues en la región se entierra cuando recién naces, en el espacio donde sucedió. Se me ocurrió que la tierra esconde esos dos tesoros: el ombligo del recién nacido y el de una generación que ya no existe”.

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