“Entre junio de 1920 y octubre de 1921, José Vasconcelos, Rector de la Universidad Nacional trabajó en un proyecto de “regeneración” nacional con el propósito de realizar una cruzada cultural y educativa que enalteciera principios éticos y virtudes cívicas. Los pilares del plan vasconcelista fueron la campaña contra el analfabetismo y la creación de obras artísticas que destacaran esas virtudes, que crearan una nueva “cultura estética” y fueran instrumento para la instrucción pública”, comenta Rosalba Mejía Albarrán, subdirectora del Museo de las Constituciones de la UNAM.
“Vasconcelos afirmaba que correspondía a la Universidad `definir los caracteres de la cultura mexicana” para “elevar el espíritu´ de la población, pues estaba convencido de que la cultura auténtica debía emanar del pueblo y que el arte era la `expresión profunda y sintética del verdadero sentir humano de cada época´, explica Mejía Albarrán, y señala “Así, con el fin de conocer, difundir y fomentar la cultura mexicana, convocó a diversos artistas a que plasmaran las nuevas creaciones del arte nacionalista en edificios públicos, ya que, en su opinión, una producción artística rica y elevada traería consigo la regeneración, y la exaltación del espíritu nacional, sobre todo de las `clases humildes´.
La subdirectora del Museo de las Constituciones, añade que “las ideas estéticas iniciales de Vasconcelos estaban inspiradas en los paisajes nacionales y los personajes del pueblo, éstas fueron ejecutadas por Roberto Montenegro y Gerardo Murillo (Dr. Atl) en el edificio del antiguo colegio máximo jesuita de San Pedro y San Pablo, ubicado en las calles de El Carmen y San Ildefonso en el centro de la ciudad de México, y que sería convertido en anexo de la Escuela Nacional Preparatoria. En los muros del colegio y del templo fueron realizadas las primeras representaciones de ese nuevo arte nacionalista. Montenegro, quien había acompañado a Vasconcelos en diversas giras por todo el país desde 1920 como embajador de la pintura, tuvo a su cargo el proyecto decorativo del edificio. Este proyecto iniciado en 1921 reunió a otros destacados artistas: Jorge Enciso, Xavier Guerrero, Gabriel Fernández Ledesma, Enrique Villaseñor, Manuel Centurión y Hermilo Jiménez”.
“En el ábside del templo, Montenegro pintó el mural Árbol de la ciencia o Árbol de la vida, obra precursora del muralismo mexicano del siglo XX, de tipo decorativo y con motivos iconográficos estilizados del arte popular mexicano. Otro mural pionero es Los signos del zodiaco, realizado por Xavier Guerrero en dos cúpulas del edificio. Además de los murales y los elementos decorativos interiores, se elaboraron tres vitrales, uno de ellos con la primera representación plástica del nuevo escudo de la Universidad Nacional, concebido por Vasconcelos en 1921 y diseñado por Jorge Enciso. El jarabe tapatío y La vendedora de pericos son los temas de los dos vitrales diseñados por Montenegro y ejecutados por Enrique Villaseñor, pioneros también en su manufactura 100 por ciento nacional. El proyecto ornamental integra azulejos con alegorías de personajes nacionales ejecutados con la técnica de Talavera por Gabriel Fernández Ledesma y Hermilo Jiménez. Cuatro esculturas monumentales, Los Atlantes, realizadas por Manuel Centurión complementan este proyecto artístico de estilo nacionalista”, recuerda Mejía Albarrán.
Para terminar, Rosalba Mejía apunta que “en 1929 la Ley Orgánica de la Universidad Nacional incorporó al acervo patrimonial universitario el edificio de San Pedro y San Pablo, desde entonces ha tenido diversos usos educativos y culturales. Actualmente es sede del Museo de las Constituciones debido a que este recinto fue la primera sede parlamentaria de México y en ella se promulgó la Constitución de 1824”.