Conciencia ecológica, las huellas de los pasos, un relato

Universitaria caminó más de 4 mil km en EU sin generar basura

Ana Valencia, egresada de la Facultad de Psicología, recorrió El Camino de la Cresta del Pacífico

Foto: cortesía Ana Valencia.

La caminata de más de cuatro mil kilómetros de Ana Valencia duró más de cinco meses. El reto importante era hacerla sin generar un solo gramo de basura.

La egresada de la Facultad de Psicología recorrió El Camino de la Cresta del Pacífico (Pacific Crest Trail, California, Oregon y Washington), que comprende de la frontera con México a la frontera con Canadá dentro de Estados Unidos, por las montañas. “Cuando empecé me di cuenta que había mucha basura involucrada, muchas cosas de un solo uso y entonces decidí hacerlo de esta forma”, cuenta.

Tardó cinco meses y medio, inició el 18 de abril de 2021 y terminó el 3 de octubre del mismo año. “Fue peligroso a veces estar a merced de la naturaleza, de las tormentas eléctricas, ríos”.

Al principio llevó un diario de viaje pero conforme avanzaba las adversidades de la travesía se lo impidieron. No había tiempo para reflexionar ni escribir. De esos registros recuerda muy bien lo que anotó en el día 44:

“Kilómetro 1042, comenzó siendo un día difícil, caluroso, con poca agua y poco viento. Mi plan era sólo caminar 30 kilómetros o tal vez un poco más y acampar cerca de un riachuelo que se veía en el mapa. Llené mis botellas con tres litros de agua al inicio del día y comencé la larga y calurosa subida. Me sentía cansada, hambrienta y con poca energía. Descansaba en las sombras de vez en cuando hasta que por fin llegué al prometido riachuelo, que en realidad era una tubería donde salían algunas gotas, una o dos por segundo. No había suficiente como para acampar ahí, mi siguiente fuente de agua estaba a dos kilómetros y medio. Llené un litro y me lo tomé. Llegaron otros tres caminantes con la esperanza de encontrar agua, aceptando la derrota, cada quien recolectó lo que pudo de un charco con una bolsa de jugo cortada que uno de ellos traía. Me puse de nuevo la mochila y comencé a caminar. Pasaban las cuatro y media de la tarde, tenía tiempo.”

Retos

Al reto mental y físico, Ana Valencia agregó el de la basura, porque comúnmente las personas que recorren El Camino de la Cresta del Pacífico no se preocupan por su producción de basura, llevan plástico y luego lo tiran a la basura. Diseñó una logística de comprar a granel y usar bolsas compostables y mandarlas a las oficinas postales de los pueblos por los que pasaba.

Rememora que los días que había tormentas eléctricas era mentalmente muy duro: “No duermes bien, hace frío y está lloviendo, te preocupas porque no se te meta la lluvia a la tienda, que no se moje tu sleeping”. Uno de esos días lo registró en su diario:

“Día 62, kilómetro 1378. Me despierta una tormenta eléctrica a las dos de la mañana. Temí por mi vida. No entraré en detalles ahora. El resto del día caminé y caminé en estado de shock casi toda la mañana. Fue un día largo, caluroso y difícil que terminó en un campamento infestado de mosquitos. Una caminante que conocí ese día armó una fogata y eso nos permitió estar afuera un rato.”

Todo lo que necesitas lo tienes que cargar, señala. Se vuelve un balance entre peso y conveniencia. “Cada cuatro o cinco días yo entraba a un pueblo y conseguía más comida que yo me había mandado anteriormente y cargaba entre cuatro y cinco días de comida en promedio cada tramo. Tenía que ir racionándola. Había días que ya no quería caminar porque estaba muy cansada o porque había tenido una experiencia fuerte el día anterior. Quería descansar y no podía porque me quedaba sin comida. Eso era como lo más difícil, la parte mental, cuando estabas físicamente cansado y no podías detenerte porque tenías que llegar a algún lugar o seguirte moviendo”.

Se dio cuenta al investigar sobre el viaje que nadie lo hacía sin basura o nadie lo estaba reportando. “Me dije: también es mi responsabilidad comunicar de la mejor manera que esto es posible y que no siempre va a ser perfecto, pero que intentarlo es muy valioso. Tengo esta sensación de que si tanto amamos a la naturaleza y tantas personas salen a hacer este camino también tenemos esta responsabilidad de cuidarla. Al final de cuentas somos parte de ella y todo lo que hacemos tiene un impacto y nosotros decidimos si va a ser un impacto positivo o negativo”.

Había muchísimas personas que traían las mismas preocupaciones. Al principio le decían que pensaban que era imposible y como veían la forma en que ella lo hacía eso les inspiraba. “Se vuelve como un efecto dominó porque muchos tenían esa idea pero les pasó como a mí, que al investigar vieron que nadie lo estaba haciendo”.

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