La violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes es una pandemia silenciosa que afecta a todos los países, culturas y comunidades. Ese problema es un lastre que todavía arrastran nuestras sociedades. Además, las violencias de género constituyen no sólo una violación a los derechos humanos, sino una forma de discriminación, afirmaron funcionarios y especialistas en la UNAM.
En el marco del Tercer Congreso sobre violencias de género. Evidencias y mejores prácticas de intervención en México, América Latina y el Caribe, Guadalupe Valencia García, coordinadora de Humanidades de la Universidad, indicó que, al ser un lastre para las sociedades, es necesario redoblar esfuerzos y no bajar la guardia, así como variar la mirada para tratar de entender a cabalidad lo que ocurre con ese problema.
Del 22 al 24 de noviembre se realizó esta reunión trianual, mediante un renovado diálogo multi e interinstitucional para hacer un recuento de los avances en la materia, además de apuntalar programas y proyectos con lo que se darán respuestas a los sectores afectados y mejores herramientas a los legisladores.
Fernando Lozano Ascencio, director del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), mencionó que el Congreso contribuye a visibilizar las violencias de género a través de un espacio en el que confluyen personas que trabajan en distintas instituciones académicas, gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales, fomentando el diálogo y la discusión sobre políticas públicas y de acciones encaminadas a eliminar todo tipo de violencias hacia mujeres, niñas y adolescentes.
Estamos ante un problema estructural de nuestras sociedades que se expresa en los ámbitos de escuelas, empresas, oficinas gubernamentales, etcétera. “Desde la Universidad estamos convencidos en promover y visibilizar las discusiones y propuestas en torno a la eliminación de esas violencias, tanto en el ámbito de la comunidad universitaria como de la sociedad en general”.
Mónica González Contró, directora del Instituto de Investigaciones Jurídicas, consideró que ese fenómeno constituye, además de una violación a los derechos humanos en sí mismo, una forma de discriminación, en la medida en que impide el ejercicio libre de los derechos de las personas y en especial de las mujeres. “Cuando una niña tiene temor a acudir a su centro educativo por violencia de género, ve vulnerado su derecho a la educación”.
La experta señaló que la dificultad para enfrentar estas formas de discriminación y las distintas violencias por razón de género tienen que ver con aspectos como su carácter estructural; además, “hay conductas que vemos como normales o naturales y que ni siquiera pueden identificarse como violencias; están invisibilizadas y eso hace especialmente difícil su denuncia y erradicación”.
En tanto, Marisa Belausteguigoitia Rius, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género, sostuvo que ante el contexto de violencia criminal, narcotráfico y drogas, debemos preguntarnos qué es y qué no es violencia, y qué pueden significar los actos de esta índole, cómo detectarlos, nombrarlos y definirlos.
Es esencial comprender la manifestación, las asambleas que son no violentas, pero que pueden llegar a ejercer la fuerza de forma violenta. “Hay que analizar al activismo que argumenta prácticas violentas como autodefensa, y elaborar un glosario para esos actos”, sugirió.
Mark R. Thomas, representante del Banco Mundial en México, calificó a la violencia contra las mujeres como una pandemia silenciosa.
Gracias a las investigaciones en este tema, continuó, sabemos que la violencia de género tiene impactos negativos, emocionales, sociales, económicos y de salud, inmensos para quien la sufre, y afecta a la formación de las capacidades, la productividad y las oportunidades económicas de las sobrevivientes. “Se ha estimado que los costos económicos asociados con el maltrato a la pareja representan entre 3 y 4 % del PIB de un país. Esta situación es inaceptable”.
Adriana Oropeza Lliteras, coordinadora del Centro de Excelencia de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC-INEGI), refirió la publicación del segundo reporte anual sobre feminicidio de ese organismo en Viena y ONU Mujeres, el cual señala que de cada 10 homicidios intencionales, ocho son de hombres y dos de mujeres; de estos últimos, poco más de la mitad se lleva a cabo por las parejas íntimas o algún miembro de la familia, y muchos ocurren en casa, que debería ser el lugar donde cualquier persona se sienta segura.
Durante 2022, cada día, en promedio, 133 mujeres fueron asesinadas en el mundo. “Se requiere mejor información para entender los contextos de cómo suceden estos feminicidios y diseñar en algún momento intervenciones mucho más especializadas”, opinó.
Sonia Frías Martínez, responsable académica del Congreso e investigadora del CRIM, recordó que la violencia de género es un tema desafortunadamente vigente, sobre el cual necesitamos avanzar en nuestra comprensión para que de esa manera podamos prevenirlo, ya que tiene numerosas consecuencias no sólo para quienes lo padecen, en su mayoría mujeres, sino para sus hijos, y con muchos costos sociales.