Aristócrata, pero revolucionaria

Virginia Woolf, símbolo de la liberación femenina

Pudo desarrollarse artísticamente pese a la jerarquía social, señalan en diálogo Margo Glantz y Gabriela Jáuregui

Es absolutamente liberal, de lo más revolucionaria, pero anclada a su clase social, la aristocracia inglesa”, expresó Margo Glantz en la charla que abrió el ciclo De un Cuarto Propio a un Cuerpo Propio, donde se reflexionó sobre la escritora Virginia Woolf a partir de su ensayo Un cuarto propio, publicado en 1929, y a 80 años de su aniversario luctuoso.

La académica universitaria dialogó con la poeta y crítica literaria Gabriela Jáuregui. A más de 90 años de la publicación original del texto, Virginia Woolf aún es valorada como un símbolo firme en la liberación femenina. Sin embargo, las dos escritoras mexicanas reconocen que ciertos aspectos del pensar de la autora inglesa han sido plenamente superados.

Woolf perteneció a una familia adinerada, al centro de la aristocracia inglesa. Este privilegio le causaba severos conflictos e incluso paradojas. “Era una mujer de familia acomodada y, a su vez, traicionaba esos ideales”, analizó Glantz. La jerarquía social la incomodaba, pero fue ese mismo estatus el que le permitió desarrollarse artísticamente.

La escritora británica, un referente obligado para quien esté relacionado con el feminismo.

El pensamiento de Virginia Woolf manifestado a través de sus letras era una ruptura de las convicciones de su entorno: el sistema patriarcal, el imperialismo inglés, el racismo. Sin embargo, ella no podía salirse totalmente de esa estructura social.

Su despertar feminista se dio tras notar las enfermedades que su madre sufrió al someterse a tareas domésticas. A la muerte de ella reconoce el mecanismo de esa realidad: la servidumbre femenina. El contexto era tan complejo para las mujeres, que la educación y realización personal eran metas inalcanzables.

El ambiente cerrado y las pocas posibilidades de salida radicalizaron las ideas de Woolf, al punto de jerarquizar las ganancias materiales, propias para la independización, por encima de garantías intangibles como el derecho al voto. Esto en un tiempo donde el sufragio no era universal.

Al igual que otras figuras universales de la cultura, Virginia Woolf creció rodeada de hermanos varones. A estos se les otorgaban mayores atenciones y oportunidades de crecimiento. De esta relación de desigualdad surgen los polos totalmente opuestos donde el hombre resplandece y la mujer es minimizada.

Afortunadamente, ella pudo salir del mandato patriarcal de su hogar, pero esta no fue la misma suerte para otras mujeres brillantes. Gabriela Jáuregui recordó el caso de María Anna Mozart, hermana de Wolfgang Amadeus, quien mostró un don incomparable para el piano y, sin embargo, al cumplir la mayoría de edad, su propio padre la orilló a contraer matrimonio. Así apagó su primoroso talento.

Paradoja

Virginia Woolf vivió con una constante paradoja consigo misma. Por una parte, buscó darle la espalda a la aristocracia y al imperialismo de Inglaterra, pero a su vez se reconocía como parte de ese sistema jerárquico. Su visión se sesgó hasta el punto de no reconocer a escritoras contemporáneas por no formar parte del mismo nivel social.

A pesar de sus contradicciones, Virginia Woolf es, bajo la mirada de Margo Glantz, “un referente obligadísimo para cualquier persona que esté relacionada con el feminismo”. En este momento histórico, Woolf recuerda los primeros episodios de la liberación femenina, los avances y los retos futuros. “Es una de las mujeres más extraordinarias, porque nos toca a todas nosotras”, concluyó.

Esta fue la primera de las sesiones de diálogos sobre literatura y mujeres que sostendrán Glantz y Jáuregui como parte del programa Grandes Maestros.UNAM. Las siguientes serán los miércoles 7 y 14 de abril a las 17:30 horas por el canal de YouTube de Cultura en Directo.UNAM.

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